Persiste la incertidumbre en la campaña escocesa pero se aguarda más autogobierno

Miliband, Clegg y Cameron.
Miliband, Clegg y Cameron.

Primera de las cartas caledonias de Xoán Antón Pérez-Lema desde Edinburgh, Escocia, en la que relata los esfuerzos de la campaña del no por apelar a los sentimientos y sembrar el miedo al voto afirmativo.

Persiste la incertidumbre en la campaña escocesa pero se aguarda más autogobierno

Primera de las cartas caledonias de Xoán Antón Pérez-Lema desde Edinburgh, Escocia, en la que relata los esfuerzos de la campaña del no por apelar a los sentimientos y sembrar el miedo al voto afirmativo. Mientras, el prognóstico es incierto, a pesar de que dependerá del 10% de los indecisos que suelen reflejar casi todas las encuestas.

La subida del yes en los sondeos de primeros de este mes despertó una campaña unionista que adormitaba. El tripartito a favor del no (conservadores, liberal-demócratas y laboristas) echó mano de toda su agenda. Primero fue el gobernador del Banco de Inglaterra quien dijo que de ganar el sí los escoceses no podrán compartir la libra esterlina. Después, el Royal Bank of Scotland y el Bank of Scotland amenazaron con dejar sus respectivas sedes escocesa y trasladarlas a Londres en el caso de una mayoría de votos afirmativos. Luego fue un portavoz de la aseguradora Aviva quien dijo que un sí pondría en riesgo infraestruturas clave. La propia reina Elizabeth, en una seña en la que no pocos escoceses han visto una sustancial quiebra de su neutralidad, le pidió a la ciudadanía caledonía que votara con tino (carefully, fue la palabra usada por la jefa del Estado). Tengamos en cuenta que una parte sustancial de la campaña del Yes Scotland se basa en la continuidad relativa que representaría seguir compartiendo la libra con los demás británicos y que la reina continúe siendo la jefa del Estado escocés, como en Canadá, Nueva Zelanda o Australia.

Están por verse los resultados de esta campaña del miedo. Pero la propria opinión publicada londinense es escéptica. He ahí el periodista económico Nick Goodway (London Evening Standard) que escrebe: "no se puede descartar cierta volatilidad a corto plazo, pero a medio plazo Escocia no preocupa a los inversores del Reino Unido. Sea cual sea el resultado del referéndum no va a pasar nada".

La apelación sentimental

La otra línea de campaña del tripartito unionista es la llamada a los sentimientos, lo que parece a medida del primer ministro Cameron, quien pidió hace pocos días llenar el Reino Unido de banderas escocesas. Lo cierto es que en nuestra estancia de 48 horas en Londres solo vimos colgando las de la residencia de Cameron, en el nº 10 de Downing St y las de los Ministerios y oficinas gubernamentales a su lado, en Whitehall. Pero Cameron siguió a apelar a los sentimientos, quizás porque algunos de sus analistas dicen que a la campaña unionista le faltó pasión. He ahí su discurso del martes: "Por favor seguid con nosotros. Si no os gusto yo, otro vendrá. Si marcháis, sabed que será para siempre jamás".

Claro es que para otros líderes conservadores es mucho más difícil. El alcalde de Londres, Bien Johnson, es uno de los líderes más populares de los derechistas y parece estar bien asentado en la carrera sucesoria, que podría empezar el viernes se gana el sí. Johnson rechazaba hace semanas la ampliación del autogoberno financiero y fiscal escocés, reclamándolo en cambio para su Londres y no quiso participar en la campaña unionista. "¿Qué queréis, que deshaga yo la campaña?", fue de aquella su broma. Hoy calla, probabelmente por la seriedad de la situación para los conservadores. Entre los diputados tories se considera que Cameron cometió dos errores: permitir el referéndum y mantener una campaña de perfil bajo.

Un pronóstico

Acabo de llegar a la estación central de Edinburgh, después de un viaje nocturno de 7 horas, quizás una de las rutas más filmadas en la historia del cine. Se nota bastante como refresca el clima. Pasamos de los 25 grados del dulce verano londinense al paisaje otoñal de la niebla y de los 16 grados de Edinburgh, lo cual ilustra también las diferencias entre dos países distintos que, sin embargo, compartieron muchas aventuras y no pocas desventuras colectivas.

Muchos piensan que la Unión de 1707 fue un mal negocio para Escocia (mientras entre 1707 y 2012 la población escocesa creció sólo hasta cinco millones desde el millón inicial, la inglesa creció hasta 52 millones desde los 4,5 millones iniciales) y hoy Escocia sigue a ser un buen negocio para el Reino Unido. Otros piensan que Escocia escribió páginas de gloria y tiró beneficio del Imperio británico. Probablemente todos tengan razón, cada uno a su imagen y semejanza y en la parte de verdad que le cumple.

Que va a pasar el jueves? It depends, es la respuesta más común por parte de los amables ciudadanos edinburghers. Una respuesta comparable a la que daría cualquier gallego prudente. La mobilización sentimental y a la apelación al miedo habrían decidir muchos electores hacia el no, peroestá sin medir el efecto contraproducente de los discursos edulcorados de Cameron, la adhesión de los escoceses a su sistema público de sanidad y servicios sociales (que muchos consideran estar en riesgo en un Reino Unido donde el peso conservador de Londres es cada año más importante) o la propria composición de ese 10% de indecisos que aparecen en casi todas las encuestas. ¿Están estos indecisos más acá que allá? En esa respuesta está la clave del referéndum escocés.

Más autogobierno en cualquier caso
Lo que sí está claro, como reconocen en privado diputados ingleses (ya sean conservadores, liberal-demócratas o laboristas) es que los escoceses van a ganar en autogobierno y financiación, sí o sí. Con el yes, con una independencia formal donde muy enseguida se pondrán las bases de una Escocia integrada en la Unión Europea, compartiendo además moneda y jefa del Estado con ingleses, galeses y norirlandeses (por cierto que éstos tendrán también un referéndum en el 2016 para decidir su continuidad o su anexión a la República de Irlanda). Y con el no a medio de la sustancial ampliación de su autogoberno, recibiendo esas nuevas potestades fiscales y financieras. Sí, esa ampliación de la autonomía que podía contentar, por lo menos a medio plazo, la parte de las bases nacionalistas del SNP y que Cameron rechazó convertir en la tercera opción del referéndum, quizás pensando que el referéndum supondría, a ciencia cierta, una derrota para el first minister Alec Salmond y para el gobierno nacionalista de Holyrood.

 

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