Zenobia no fue solo la abnegada esposa de Juan Ramón: decir eso no es justo

Senobia y Juan Ramón
Zenobia Cambubrí fue el motor de la vida de Juan Ramón Jiménez.

Lo arropó, lo empujó, lo consoló de su vital angustia, lo animó, lo paseó por geografías diversas en su utilitario de la época. Ella fue el motor de su vida.

Zenobia no fue solo la abnegada esposa de Juan Ramón: decir eso no es justo

Lo arropó, lo empujó, lo consoló de su vital angustia, lo animó, lo paseó por geografías diversas en su utilitario de la época. Ella fue el motor de su vida.

Zenobia Campubrí, escritora y notable traductora de los poemas de Rabindranath Tagore, ha pasado a la historia de la literatura como la abnegada esposa de Juan Ramón Jiménez y se me ocurre que esto, visto con esta miopía, carece de la perspectiva real de lo que esta mujer fue.

Juan Ramón Jiménez ha sido uno de los mejores poetas en lengua castellana. Juan Ramón Jiménez,  sin el brazo de Zenobia, no hubiese, probablemente, ni cruzado una calle. Zenobia era una mujer hermosa y culta, muy moderna y emprendedora, y sus cuentas estaban muy saneadas. Pero Zenobia conoció a Juan Ramón, chica conoce a chico, y, aunque no necesitaba de nadie, algo especial vio ella en  él, lo que le hizo ir tomando decisiones. Lo arropó, lo empujó, lo consoló de su vital angustia, lo animó, lo paseó por geografías diversas en su utilitario de la época (Zenobia fue de las primeras mujeres en España con permiso de conducir), cuidó sus relaciones públicas, fue su conexión con el mundo cuando su marido estaba cuerdo, y su psicóloga y enfermera cuando desvariaba por los senderos destructivos  de su reincidente enfermedad.  Zenobia costeó, trabajando  de “agente inmobiliaria”  y con lo que ganaba con sus traducciones, la economía a veces maltrecha del poeta.  Juan Ramón Jiménez, en definitiva, fue “el proyecto” de Zenobia Campubrí, su descubrimiento personal, y le dedicó tanto tiempo y esfuerzos como  Alexander Fleming a la penicilina o como horas metió Thomas Edison hasta que se encendió la primera bombilla. Ella se fue antes que él, y su principal preocupación era quién cuidaría del poeta. Disimuló su enfermedad y se sintió hasta culpable, como quien abandona un niño en este mundo. Su marcha marcó para siempre la caída en picado de un Juan Ramón desvalido...

Del dolor de su ausencia nacieron estos hermosos versos

NOSTALGIA
Estoy triste, y mis ojos no lloran...

Estoy triste, y mis ojos no lloran
y no quiero los besos de nadie;
mi mirada serena se pierde
en el fondo callado del parque.

¿Para qué he de soñar en amores
si está oscura y lluviosa la tarde
y no vienen suspiros ni aromas
en las rondas tranquilas del aire?

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