Vértigo inducido en Cataluña ante el avance del voto independentista en Escocia

Alex Salmond es, de lejos, el líder más popular de Escocia / David Cheskin - PA Wire.
Alex Salmond es, de lejos, el líder más popular de Escocia / David Cheskin - PA Wire.

No tiene nada que ver Escocia/Reino Unido con Cataluña/España, pero los resultados del referéndum escocés animarán o desanimarán las expectativas catalanas, en medio de los previsibles recursos de inconstitucionalidad.

Vértigo inducido en Cataluña ante el avance del voto independentista en Escocia

No tiene nada que ver Escocia/Reino Unido con Cataluña/España, pero los resultados del referéndum escocés animarán o desanimarán las expectativas catalanas, en medio de los previsibles recursos de inconstitucionalidad.

Más o menos como las compañías de telefonía móvil cuando les avisas de que vas a cambiar de compañía, que descubren que eres un cliente valioso y te hacen todo tipo de ofertas (las que nunca te hicieron antes, cuando eras un sufrido usuario que pagaba religiosamente) para convencerte de que te quedes. Algo parecido está haciendo el gobierno del Reino Unido: ahora que los sondeos empiezan a registrar la posibilidad de que la opción independentista gane el referéndum de Escocia promete que, si triunfa el “no”, serán reforzadas las competencias de la autonomía escocesa. Todo antes que perder usuarios británicos.

Error de cálculo

Ha sido un error de cálculo. Cuando el gobierno central y el escocés llegaron al pacto para celebrar este referéndum, en octubre de 2012, el primer ministro británico no aceptó la propuesta escocesa de una doble pregunta, que permitiese a los votantes elegir entre la posibilidad de la independencia o la ampliación de las competencias del gobierno autónomo. En aquellos momentos, los sondeos reflejaban una amplia mayoría a favor de lo que llaman devo-max (la devolución máxima de competencias, con las únicas excepciones de Defensa y Exteriores), pero sólo un 35 por ciento a favor de la independencia plena. Cameron confiaba en que con una sola pregunta sobre la independencia (sí o no, sin más matices) bloqueaba tanto el camino hacia la independencia como la reivindicación de mayor autonomía.

Un sondeo de los últimos días, que coloca por primera vez el si por delante del no (51 por ciento, frente al 49 por ciento), parece truncar las expectativas que Cameron se prometía tan felices. La reacción de las fuerzas unionistas aparece teñida de pánico y precipitación y resulta difícil evaluar sus consecuencias, entre otras cosas porque parece demostrar, a posteriori, que se estaban tomando muy poco en serio un referéndum que daban por ganado sin apenas moverse. Bajo el síndrome de la compañía telefónica con bajas en su lista de clientes, el propio Cameron afirma ahora que el voto por el “no” significará votar a favor de mayores competencias de Escocia en el seno del Reino Unido. Su jugada de trilero centralista puede estallarle en las manos.

Nada que ver con Cataluña

Naturalmente, y aunque el vértigo de los unionistas británicos también se haya sentido aquí, nada de esto tiene que ver con España y Cataluña, como vienen repitiendo los más estrictos intérpretes de nuestros textos constitucionales. Para empezar, porque el gobierno central se ha limitado a rechazar la celebración misma de un referéndum, consulta o como se le quiera llamar a recoger la opinión de los ciudadanos catalanes sobre una propuesta de independencia. Y se limita ahora a esperar a que se promulgue la ley de consultas catalana y la posterior convocatoria de la consulta independentista para presentar los correspondientes recursos de inconstitucionalidad, que, una vez aceptados a trámite por el Tribunal Constitucional, paralizarán la ley y la convocatoria. Todo así de previsible. Después, a verlas venir, incluida la posible desobediencia civil (ya ven, como la resistencia pasiva de Gandhi o como el movimiento de los derechos civiles de Martin Luther King, santificados a título póstumo, pero tan reprimidos y combatidos por los correspondientes poderes en su tiempo, como volverá a suceder con los posibles desobedientes de ahora: lo de santificarlos más adelante ya es otra cosa).

La ley catalana de consultas se aprobará el 19 de septiembre, al día siguiente de la celebración del referéndum escocés (18 de septiembre). Naturalmente, se seguirá insistiendo en que no tiene nada que ver una cuestión con la otra, aunque a nadie se le oculte que los reflejos del espejo de Escocia, por lo menos, animarán o desanimarán a unos o a otros (y hablo de gobiernos y de políticos, con la nada clara esperanza de que la libre convivencia de los pueblos ibéricos no se vea alterada por estos juegos de banderas).

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