"La telebasura como autoayuda", una propuesta editorial transgresora

"Sálvame es, en realidad, el grito inconsciente, y por tanto sincero, de una sociedad que va perdiendo el alma y la cordura por el camino". Con esa declaración, José Juan Picos, uno de los más destacados columnistas de MUNDIARIO, se lanza a una aventura arriesgada en su última obra, recién aparecida: ofrecer una visión heterodoxa, y opuesta a sus críticos, sobre el fenómeno de la telebasura.

En esta obra de no ficción, cuyo título completo es "Sálvame: la telebasura como autoayuda", Picos sostiene que la televisión no es la enfermedad, sino el síntoma: "Sálvame es el berreo insoportable de una criatura a la que algo le duele, pero que no sabe decir dónde. La telebasura es el dolor, no la enfermedad, y la criatura es esta sociedad pre apocalíptica".

En un momento de crisis –y no solo económica, ni mucho menos– como el actual, cuando el ciudadano se aferra a lo inmediato, lo superficial y lo analgésico, Picos recurre, como método de autoayuda, a lo eterno: los mitos grecorromanos, base de nuestra cultura. La mitología le sirve para lanzar una pregunta provocadora: ¿Y si Jorge Javier Vázquez fuese aún más divino de lo que él mismo cree y de lo que nosotros estamos dispuestos a reconocer?

El propio autor se responde al afirmar, sin ningún rubor, que Jorge Javier es Dioniso/Baco, hijo de Zeus (quizá Zeus Vasile), que se ha reencarnado para ofrecernos mensajes de liberación insólitos. Lo escolta su cortejo de colaboradores: sátiros rijosos, bacantes desmelenadas, silenos decadentes, hermafroditas, panteras y zorras, el mismo séquito que tuvo el dios, patrón de la borrachera, sí, pero también de la melancolía, el teatro, que él inventó, e, insospechadamente, de la redención, la misma que anima cualquier obra de sanación.

"Si hoy viviéramos en el siglo XIX, Jorge Javier Vázquez sería la comidilla en las meriendas de chocolate y picatostes de las fuerzas vivas de Vetusta. Tal como lo es hoy en brunchs dominicales con suplemento de periódico cool en la mesa y café de comercio justo con leche de soja", afirma el autor. La obra ataca esa visión del nuevo puritanismo imperante y grisáceo a través de veintiún gritos –veintiún capítulos– encabezados cada uno por un consejo que resuena a libro de autoayuda: "La vanidad es como la coca: cada vez necesitas más para verte mejor"; "Huye de las opiniones rutinarias como de las americanas con hombreras"; o "¿Tenías un tomate y te lo aplastaron? Pues haz ketchup y deja de lloriquear".

Con una destilación de ironía y rigor envasada con un estilo vibrante y un ritmo casi televisivo, Picos desmonta los tópicos sobre la televisión y se los devuelve a sus creadores: las élites del periodismo "serio".