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Susana Díaz, ¿Susana qué?, se cuela por la puerta de atrás de la democracia

Susana Díaz, en su toma de posesión como presidenta de la Junta de Andalucía.
Susana Díaz, en su toma de posesión como presidenta de la Junta de Andalucía.

Nuestra Señora de los ERES se “aparece” en Andalucía. Primer milagro: la salida de Griñán de la UCI judicial. Los españoles aceptan el caudillismo hereditario y EREditario como animal de compañía.

Susana Díaz, ¿Susana qué?, se cuela por la puerta de atrás de la democracia

Han proclamado a Susana Díaz, ¿Susana qué?, presidenta de Andalucía, y los españoles con estos pelos. Salvo a la derechona y la izquierdona tertuliana y twitera, a nadie le ha importado un huevo, con perdón, cómo, por qué y para qué ha sido. Con eso que ha ocurrido ahí en el sur, se podría escribir el guión de un nuevo capítulo de “juego de tronos”. Pero aquí, ya ves, pasa más inadvertido que un simple y rutinario cambio en la presidencia de una comunidad de vecinos. Claro, como además ha coincidido con la trascendente sesión de investidura de Iker Casillas como portero de La Roja frente a Finlandia, era lógico que el personal no estuviese para sesiones de investidura a la Junta y chorradas de esas. Para que luego digan que España no ha alcanzado su madurez democrática. La única duda es que a lo mejor esto ya no es madurez, sino pasotismo generalizado. Quizá todo ha dejado de ser un conjunto de reglas de juego democrático, y se ha convertido en un arsenal de rollos de papel higiénico para uso y abuso en los wáteres de los partidos políticos. Tal vez esos tipos, de todos los colores, de todas las ideologías, se están limpiando sus respectivos excrementos nauseabundos con nuestro Estado de Derecho, el sistema representativo y la sacrosanta soberanía del pueblo.

Oye, por mí como si Griñán se hubiese empeñado en nombrar su EREdera a Isabel Pantoja.  Por lo menos en la sesión de investidura habría interpretado su célebre hit “Hoy quiero confesarme”. Y no como la “casta” Susana, ¿Susana qué?, que se tiró el pegote desafinado de su “corazón partío” por la corrupción y la cosa. Éste país, o sea, España, mucho rasgarse las vestiduras con la dichosa corona hereditaria y, al final, está practicando una innovadora tendencia democrática: el liderazgo hereditario. Aquí, los derechos sucesorios monárquicos que ponen de los nervios al personal, son una anécdota, lo que yo te diga, a lado de los derechos sucesorios plebeyos a/inconstitucionales que se han instituido en los partidos políticos. El caudillismo, esa perversión franquista enquistada en el ADN nacional, campa por sus respetos por la ideología y la geografía española.

El caudillismo se ha instalado de “okupa”

Hemos pasado del monopolio del franquismo a un oligopolio de franquismos. De una sola España, en la que todo estaba atado y bien atado, a diverso pedazos de España en los que todo se mantiene amarrado y bien amarrado. De un solo caudillo en El Pardo a 18 aspirantes a caudillos en La Moncloa y sus diecisiete sucursales homologadas en la Constitución. De aquel grito único, ¡contigo hasta la muerte!, que sonaba en las inauguraciones de los pantanos, ¿recuerdas?, a un coro de gritos socialistas, populares, nacionalistas, en las inauguraciones del caso Bárcenas, del asunto de los ERES, de la trama del Palau, del Gürtel, del Nóos, del Campeón, del Pokemon, de todos los pantanales judiciales y judiciables cuyos lodos les llegan al cuello a los respectivos caudillos: ¡contigo hasta que te hundas!

Nuestra Señora de los ERES se aparece en Andalucía

De repente, ¿Susana qué? se ha convertido en Susana Díaz para una legión de andaluces. Se preparan tantas romerías para pasearla a hombros, que se ha puesto celosa hasta la Blanca Paloma. Porque en realidad no se ha aparecido de repente una tal Susana Díaz, sino talmente Nuestra Señora de los ERES en persona, a la que por cierto ya se le puede atribuir un primer milagro: la inexplicable mejoría del estado de salud judicial del ex presidente Griñán, calificado de irreversible en todos los partes médicos.

Cierto es, señores del jurado, que cuando Nuestra Señora de los ERES transmitió su primer mensaje a sus devotos, o de votos, según se vea: “me avergüenza la corrupción y me propongo combatirla”, a algunos nos falló la fe y se nos escapó en voz baja frente la caja tonta:

-¡Pero si usted ya estaba. A la sombra de Chaves, al lado de Griñán, en el ojo del huracán de esa cloaca que extiende el olor a podrido por Andalucía, por España y por Europa…!

Pero tampoco es cuestión de ir por ahí aguando fiestas. El problema no es que esta mujer haya tardado 10 años en acabar su carrera de derecho, sino con qué derecho, con qué legitimidad se va a pasar los próximos tres años al frente de la Junta de Andalucía. La cuestión no es que nos haya sorprendido su fulgurante condición de “investida”, sino lo sorprendida que debe estar ella misma tras haberse librado de una hipotética condición de imputada. Porque, no nos engañemos, llevaba un horror de paletas para la rifa. Aunque sólo fuera por presunta “colaboración necesaria”, como se dice ahora. El asunto es que España, todas las Españas, ha asimilado esta democracia de perfil bajo en la que, en realidad, hemos cambiado un caudillo vitalicio impuesto a sangre y fuego por varios caudillos/as a tiempo parcial, elegidos libremente y, para más inri, con derecho a nombrar heredero/EREdera.

Antecedentes: Ignacio González, Ana Botella y otros herederos digitales

Lo que pasa es que ¿Susana qué? no es una excepción, sino un claro ejemplo de la regla. La ha colocado Griñán por el pueblo pero sin el pueblo, como Pujol colocó a Mas, y Esperanza Aguirre a Ignacio González, y Ruíz Gallardín a Ana Botella, y Felipe intentó colarnos a Almunia, y Fraga nos metió a Aznar sin calzador, y Aznar le traspasó las llaves del reino de la derecha a Rajoy, y Zapatero le dio la alternativa a Rubalcaba, esa joven promesa, sin encomendarse ni a Dios, ni al diablo, ni al socialismo español. Los españoles podremos ser de derechas o de izquierdas, monárquicos o republicanos, confesionales o laicistas, centrífugos o centrípetos, indignados pasivos o indignados activos, culés o merengues, de los unos o de los otros en las mil y una dos España a las que ya dedicó un epitafio mi colega Larra. Pero, chico, con la cosas de la democracia somos talmente unos zotes. 47 millones de mansos, de cabestros, que sólo hacemos resonar nuestros cencerros cuando nos convocan a las urnas. Ahí nos tienes, convictos y confesos, aceptando el caudillismo hereditario digital como animal de compañía democrático en todos los partidos, en todas las comunidades autónomas, en todos los municipios, en todos los ámbitos de participación ciudadana.

La “milagrosa” ascensión de ¿Susana qué? al reino de los cielos de la Junta de Andalucía, es el síntoma más reciente del funesto cuadro clínico que presenta España: caudillitis aguda. O sea, franquismo sociológico con una fina capa de barniz democrático y parlamentario.

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