Rajoy se refugia en 'A casa de Alicia' con su maqueta de país de las maravillas

El selfie de Rajoy con Ibaka. / Twitter
El selfie de Rajoy con Ibaka. / Twitter

Este verano, los respectivos reposos de nuestros 'guerreros políticos' aparentan inofensivas vacaciones. Pero, en el fondo, transmiten señales que pueden inspirar funestos oráculos... 

Rajoy se refugia en 'A casa de Alicia' con su maqueta de país de las maravillas

Este verano, los respectivos reposos de nuestros 'guerreros políticos' aparentan inofensivas vacaciones. Pero, en el fondo, transmiten señales que pueden inspirar funestos oráculos. ¡Ojalá el cenizo de Murfhy no obtenga la nacionalidad española.

De parte de los confidentes de confidentes que comparten confidencias con Mariano que, el Presidente, confidencialmente, claro, ha confesado que este verano podrá dormir al fin a pierna suelta. Tras dos agostos de insomnios en los que a veces veía primas de riego, mensajes de Bárcenas y más parados de larga duración que el mismísimo niño de El Sexto Sentido parados de aquellos de duración eterna, ¿recuerdas?,  el padre intelectual de la célebre y celebrada niña que ha pasado a la posteridad mediática con su ilustre apellido, se dispone a iniciar el típico  y tópico reposo del guerrero: ¡wellcome home, Mariano!

Preparaos pues para ver a este señor en pantalón corto, como una sarcástica alegoría del recorte. Haceos a la idea de que va a repetir modelos de niqui en perfecto estado de conservación, para dar pistas. Al Presidente, a pesar del selfie con Ibaka, es que le duran los modelos de verano lo mismo que los modelos de gobierno. No cambia de Lacoste, de discurso, de rumbo, de tinte de pelo, de validos de la Corte, de Arriolismos, de ministros, así le maten, oye. En algo se le debería notar que es conservador, ¿no? Ni siquiera Viri es capaz de convencerlo para que renueve su monótono fondo de armario, donde le echan un conmovedor pulso al tiempo y las polillas su retranca parlamentaria ininteligible fuera de Galicia, su ideología indescifrable para los más sesudos politólogos, su recesa táctica de ver venir las cosas, echarse para atrás e intentar dejarlas pasar, sus comparecencias ante los desmoralizados chicos de la prensa, ¡miradles!, cuyas extensas, distantes y distintas reseñas sobre lo que ha dicho podrían estar encabezadas perfectamente por un mismo y elocuente título en común: por una parte yo qué sé y por otra qué quieren ustedes que les diga, y demás tics de esos que consiguen que cada uno de los días de su presidencia, ¡oh, cielos!, se repita una y otra vez, erre que erre, como si fuese una versión española de El día de marmota.

Cómo es él, a qué dedica el tiempo libre…

Cómo es él, en qué lugar se enamoraron de él 11 millones de españoles, de dónde viene y a dónde va, a qué dedica el tiempo libre. Casi tres años después de haber tomado La Moncloa, ese palacio de tantos inviernos de nuestros descontentos, el personal vaga por las calles de España rumiando hacia sí mismo las añejas y proféticas preguntas de José Luís Perales: ¿porqué ha robado tantos trozos de nuestras vidas? Luego, si nos aborda uno de esos insistentes encuestadores de campo del CIS, practicamos la división de opiniones entre los que se aferran al mal menor, a la quinta enmienda cañí del no sabe/no contesta o al resumen en pocas palabras de aquella rotunda conclusión a la que llegaba el lacrimógeno trovador de Cuenca: es un ladrón que nos ha robado todo.

Un ladrón de guante blanco, naturalmente, manejado por hilos por la Merkel, el FMI, la fauna carroñera de Bruselas y  los insaciables mercados con sus implacables mercaderes de Venecia. Con todos los respetos para el hombre, el ejemplar padre de familia, el brillante opositor, el elegido por la mayoría de los españoles, el inofensivo fan de carne y hueso que vibra con la Decima del Madrid, las arrancadas de Contador, los mates de Gasol, los passing shot de Nadal (a pesar de que los ejecuta con la izquierda, je), permítanme que tome una licencia periodística literaria. Juraría que el Presidente no lo sabe, pero se ha convertido en El padrino galaico de una banda de sicarios a sueldo, los Montoro, las Fátimas Ibáñez, los Wert, los Gallardines, las Ana Mato (tan comprometida ella con su sugerente apellido), que no utilizan el expeditivo método de Chicago para ajustar cuentas, sino la lenta pero segura emboscada de los Decretos con coartada que liquidan con precisión y eficacia los sueños y las esperanzas. Tanto alardear de que le apasiona el ciclismo, pero en vez de cambiar de platos para subir pendientes y afrontar descensos, se ha especializado en rodar a piñón fijo. Mucho hacerse selfies con Ibaka para inmortalizar su proverbial afición por el baloncesto, y resulta que tiene mucha más habilidad para machacar las cestas de la compra del personal que las reglamentarias canastas propiamente dichas.

Yo soy así y siempre lo seré…¡Nunca cambiaré!

Si fuese un cantante (asunto descartado por unos y bajo sospecha entre otros), sería talmente Mario Vaquerizo rodeado de Nancys rubias y morenas con cartera y coche oficial, a ver si me entiendes, convirtiendo en un hit el trascendente y pegadizo estribillo ese cuyo video clic emula a la Naranja Mecánica: me da igual, ¡me encanta! Incluso podría competir con su gobierno, sus fontaneros y confidentes con el mismísimo show de Fangoria, dicho sea sin ánimo de establecer odiosas comparaciones, en una fusión entre los iconográficos olvidos programáticos del señor Presidente y el icono popular de Alaska que, curiosamente, también dejó su nombre propio original en el Olvido:

La gente me señala, me apuntan con el dedo,
susurra a mis espaldas y a mí me importa un bledo.
Yo sé que me critican, me consta que me odian,
la envidia les corroe, mi vida les agobia…
¿A quién le importa lo que yo haga, a quien le importa
lo que yo diga? Yo soy así y siempre lo seré: ¡nunca cambiaré!

 

Los presidentes, en Doñana, o se vuelven linces o especímenes en peligro de extinción

Ahí tenéis pues a Mariano Rajoy, el hombre que va de victoria en victoria en las encuestas del CIS hasta la derrota final, que diría Groucho Marx, haciendo las maletas para venirse a Ribadumia, lugar de Galicia. Antes, siguiendo una tradición presidencial, ha hecho la preceptiva escala en  Doñana (como algunos de sus antecesores), digo yo que con la esperanza de contagiarse del don natural de la mermada especie felina que se conserva en esos parajes como símbolo de la inteligencia ibérica. Felipe, por ejemplo, aprovechó sus escalas veraniegas en la reserva para pasar a la historia como un lince. Pero ZP, en cambio, cada vez que volvía de Doñana nos parecía menos lince que el verano anterior pero más que el verano siguiente. Zapatero es que se contagió del aspecto más negativo de ése magnífico animal autóctono que todavía puede saciar su sed en las marismas: su condición de especie en extinción. La pregunta que uno se plantea a continuación es inevitable: ¿cómo volverá Rajoy de su retiro espiritual en Doñana, eh? Porque, no nos engañemos. Hombre, si. Existe la remota posibilidad de que regrese reconvertido en un lince. Pero también puede venir de allí resignado a desvanecerse en la historia, si los oráculos le previenen de un progresivo deterioro del  hábitat político y sociológico Popular.

Vacaciones políticas con relación causa/efecto

Ustedes son muy libres de tomarse las vacaciones de nuestros dirigentes políticos estatales, autonómicos, de toda condición ideológica, de toda edad, de todo sexo, como crónicas sociales para rellenar espacios mediáticos y satisfacer nuestra insaciable curiosidad. Pero un servidor, en su servidumbre a dejar volar su imaginación, detecta sutiles relaciones causa/efecto entre los destinos físicos para el reposo de nuestros guerreros y los destinos políticos que les predicen los augures. Artur Mas, por ejemplo, se va a retirar a Menor-ca, en vez de hacer una entrada triunfal en Mayor-ca (escrito con Y griega a mala leche, lo confieso), como una inequívoca señal de que está reculando y renunciando a entrar por la puerta grande del Referéndum, la declaración de independencia y la cosa. Rosa Díez, ya ves, se va a pasar por Cádiz, a ver si coincide con Susana Díaz en la playa y se montan un plan para mojarse, juntas y revueltas, el día después del dictamen de las urnas a finales de 2016 o principios de 2017. Pedro Sánchez vuelve a Mojacar (Almería), como volvían las oscuras golondrinas de Becquer, pero con la intención de intentar colgar su nido en el balcón de Susana (Susana ya hay sólo una) para jugar a llamar con el ala en los cristales de la primera dama del PSOE. Y, bueno, Pablo Iglesias ya ha avisado que se va echar al monte, a la sierra de Madrid, en una sutil evocación de los legendarios barbudos de Sierra Maestra. Y será casualidad, chico, pero Cayo Lara, el trasnochado gurú de Izquierda Unida, resulta que se ha reservado una semanita en Conil, provincia de Cádiz, donde este verano, ¡quel eté!, se va a disparar la densidad por metro cuadrado de hipotéticos aliados contra el PP, en un claro ejemplo de que la política se hace y se deshace con extraños compañeros de cama.

Rajoy se viene a Galicia cargadito de cuentas y de cuentos

Al final, tirando del hilo, llegas a la casa de té de la luna de agosto de Mariano Rajoy. Tiene reservada habitación en “A casa de Alicia”, en el Salnés, un sugestivo refugio rural en el que, como su propio nombre indica, el Presidente puede seguir desarrollando la versión carpetovetónica del cuento que inició ante Dios, la historia, los chicos de la prensa y los españoles, poco antes de emprender su operación salida con destino final a su tierra y la mía: Alicia en el país de las maravillas.

Por lo visto ha metido en la maleta las 23 propuestas de Artur Mas; las 17 protestas de presidentes autonómicos sobre la dichosa financiación periférica; los análisis clínicos del CIS que señalan una subida de Podemos, que viene siendo el amenazante colesterol que adhiere y obtura las arterias del bipartidismo; los augurios de un posible Idus de marzo electoral al final de su primera y, quizá última legislatura, como Presidente del asunto del chollo de la cuestión.

Chico, sin con todo eso, y el billón de deuda, y la incertidumbre del déficit, y la segunda espada de Damocles de Euskadi, y el cáncer del paro estructural con metástasis en todos los sectores y en todos los puntos cardinales, y el estrés de deshojar la margarita de Feijóo hipotético sucesor si pintan bastos en las urnas, y la angustia de que Ana Pastor pudiese ganar el jubileo en Santiago, uuuf, si la apuesta de todo a la economía pierde a la ruleta electoral contra la apuesta de todos contra la econosuya, no me explico cómo este hombre puede aspirar a dormir a pierna suelta. Salvo que le haya picado la mosca tse-tsé, naturalmente.

La sombra alargada de Murfhy se cierne sobre España

A mis escasas luces, la España en la que esos chicos y esas chicas que cortan los respectivos bacalaos ideológicos se han puesto a tomar el sol, es un paradigma colectivo e integral de la ley de Murfhy y sus derivados:

> “Si algo puede salir mal, saldrá mal”
>  “Si una persona tiene la mínima posibilidad de cometer un error, lo cometerá”
>   “Si una tostada untada de mantequilla se cae al suelo,  aterrizará siempre del lado de la mantequilla”

 

Acepto humildemente que el señor Rajoy y cualquiera de sus posibles sucesores, me consideren un pesimista. Un inconsciente antipatriota. O sea, una de esas cabezas de turco, con denominación de origen español, que se buscan los sucesivos inquilinos de La Moncloa cada vez intentan justificar cualquiera de los muchos periodos pasados, presentes y futuros en los que la sociedad se desahoga ante cualquier encuestador del CIS: ¡España no va bien!

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