Tras la publicación de resultados, cabe preguntarse para qué sirven los tests de estrés

Juan Carlos Escotet. / lapatilla com
Juan Carlos Escotet. / lapatilla com

Dicen que hay sorpresa por la reacción de los mercados financieros ante la presentación de los test de estrés realizados a la banca europea. ¿Y qué esperaban entonces?, se pregunta este experto.

Tras la publicación de resultados, cabe preguntarse para qué sirven los tests de estrés

Dicen que hay sorpresa por la reacción de los mercados financieros ante la presentación de los test de estrés realizados a la banca europea. ¿Y qué esperaban entonces?, se pregunta este experto.

Uno de los efectos de esta crisis ha sido, como he indicado en otras ocasiones, la falta de credibilidad de los números. Tras aquella sorpresiva quiebra de un banco triple A norteamericano en el tempestuoso año de 2008, no hay quién ponga la mano en el fuego de un balance, menos si éste resulta ser bancario.

Aunque las condiciones hayan cambiado notablemente, sobre todo la limpieza de los activos llamados tóxicos, en el subconsciente de analistas e inversores continúa presente aquella bomba de los “hermanos Lehman”.

La validez de los stress test

Como sabemos, los test de estrés tratan de simular la situación de los estados financieros de la banca europea en coyunturas de singular adversidad. Se trata, en realidad, de herramientas válidas para contextos pretéritos. Ocurre un desastre y tomamos medidas para que el desastre ya sucedido no vuelva a replicarse inmediatamente, ahora que su repetición es tan improbable. Porque el estado de la economía mundial de hoy nada tiene que ver con el de ayer. Por eso, los riesgos a los que nos enfrentamos son completamente distintos.

Los resultados de los test de estrés, con todo su esfuerzo y parafernalia, no diferirían gran cosa respecto a un ejercicio analítico simple basado en el coeficiente de solvencia de las entidades y en su capacidad de generación de cash flow. Se puede retorcer y complicar la metodología hasta la paranoia y la correlación entre resultados del test y las variables de rentabilidad y solvencia de los bancos continuará siendo igual de fuerte.

¿Para qué los tests entonces? Para intentar prever futuras crisis bancarias y, con ello, mantener los mercados en calma. Lo cual nunca pasará. El resultado de los tests solo se interpretarán en clave negativa. Si las conclusiones son positivas, se dudará de la calidad del análisis, y con razón. Si son negativas, la reacción en contra estará asegurada. Y por cierto, ojo a la paradoja: las entidades que menos crédito concedan, tenderán a salir mejor en el ranking pues a mayor riesgo en el activo, mayor necesidad de recursos propios requeridos.

Hemos de ser críticos finalmente con el espectáculo detrás de las cifras, con esa voluntad de exhibición y ese anhelo de clasificación deportiva. Por momentos da la impresión de que se busque un mero efecto escaparate a través de unos medios ávidos de rankings, ídolos y etiquetas. And the winner is, solo faltó un sobre, unos segundos de misterio y la frase que desatase la euforia en unos y la decepción en otros. Todo ello en lugar de hacer lo que habría que hacer: profundizar en los principios y técnicas de control interno y auditoría, ésta tanto privada como del BCE, y estudiar a fondo los riesgos vigentes previsibles o posibles.

Los resultados de los test 2014

¿Qué decir de los resultados de este año? Pues que Italia sale mal, esa es la primera conclusión. Lo cual incide de forma inmediata en la perspectiva macroeconómica de Europa y en las opciones de nuevos sustos nacionales con repercusión directa en la evolución del bloque continental.

Y que España sale bien, solo faltaría tras los cerca de 100.000 millones de euros inyectados en el sector de un modo o de otro. Para mayor escarnio, ahí tenemos a Bankia sacando pecho al ocupar el tercer puesto del ranking hispano. Fíjense ustedes lo fácil que es hacer banca hoy día en este país: la entidad que sea está quebrada, le inyectan fondos públicos con amplitud y holgura no vaya a ser; deja de conceder créditos y se deshace de inversiones varias con lo cual su necesidad de recursos propios mengua; adquiere deuda pública cuando ofrecía altas rentabilidades y esa deuda se revaloriza rápidamente por la bajada de tipos que impone el BCE; y, para remate, tiene a su disposición financiación casi gratis del propio banco central mientras que el coste de los depósitos de sus clientes se reduce al mínimo por disposición (control de precios en el siglo XXI) del Banco de España.

Así pues, suspender la simulación habría sido para cerrar el chiringuito. Los test, no obstante, sí han valido para algo: como magnífica campaña de publicidad a favor de la Kutxa y Bankinter, como balón de oxígeno para Bankia y para alfombra roja a la salida a Bolsa de Abanca. Cuando ésta se produzca, se comprobará que la operación de Juan Carlos Escotet habrá sido una de las más rentables de la época. Algunos lo habíamos pronosticado.

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