La productividad depende del Gobierno y las empresas antes que de los trabajadores

Empresas del polígono de A Grela, en A Coruña / galicianaves.com
Empresas del polígono de A Grela, en A Coruña / galicianaves.com

Tras la crisis griega, el debate en torno a la necesaria mejora de la productividad en Europa se ha orientado en una dirección completamente equivocada, explica este experto.

La productividad depende del Gobierno y las empresas antes que de los trabajadores

Tras la crisis griega, el debate en torno a la necesaria mejora de la productividad en Europa se ha orientado en una dirección completamente equivocada, explica este experto.

La crisis griega ha puesto de manifiesto la existencia de unos estereotipos que en nada benefician a la necesaria cohesión de la Unión Europea. Han sido muchos los creadores de opinión, y también los representantes políticos, que han cuestionado la capacidad laboral de los trabajadores helenos y han sostenido su falta de productividad como uno de los principales problemas del país.

Veamos algunos datos para poner el asunto en perspectiva. Irlanda presenta una productividad en euros por hora diez veces superior a Bulgaria (48,8€ vs 4,9€); ¿quiere esto decir que los trabajadores irlandeses son diez veces más productivos que los trabajadores búlgaros? La productividad de Dinamarca es, a su vez, un 25% superior a la de Alemania (53,4€ vs 42,8€); ¿implica esto que los daneses trabajan un 25% más que los alemanes? Grecia, ya ven, le saca 3 puntos en productividad a Portugal (20,2€ vs 17,1€); ¿se esfuerzan más, así pues, los trabajadores helenos que nuestros vecinos lusos? Ninguna de estas preguntas tiene una respuesta positiva. La realidad se revela más compleja que la derivada de unos análisis interesadamente superficiales sobre las diferencias entre los distintos países europeos.

Estrategia económica

El primer factor que influye en la productividad de un país es su estructura económica. Aquellas economías con un mayor protagonismo de sectores generadores de superior valor añadido, presentarán una mayor productividad medida en euros por hora. Supongamos que en Porriño se obtiene cada hora una tonelada de mármol por valor de 100 €. Si en Carrara se transforma ese mármol para ser vendido por 400 €, obviamente la productividad en Italia será cuatro veces la de España y en ello nada habrá tenido que ver el rendimiento de los trabajadores.

El grado de tecnificación implica otro condicionante de primera magnitud. Imaginemos ahora que en Porriño se corta el mármol con sierra eléctrica para obtener una tonelada cada hora, mientras que en Carrara se utiliza el rayo láser que permite extraer tres veces más cantidad. Estamos ahora en el mismo sector pero el equipamiento empleado vuelve a aumentar la productividad un 300% sin que la eficacia del trabajador haya influido en absoluto.

La dimensión de las unidades productivas se revela como otro elemento básico para la productividad. Está demostrado empíricamente que el rendimiento por hora aumenta con el tamaño de la empresa. Una empresa de 500 empleados puede llegar a alcanzar una eficiencia doble que una compañía de 50 trabajadores debido a las llamadas  economías de escala (ahorros por volumen de producción) y a las economías de alcance (ahorros por amplitud de gama de productos).

La estructura sectorial de una economía, el nivel de implantación y uso de la tecnología y la dimensión media de las unidades productivas son tres factores clave para explicar el índice de productividad de un país. Hablamos de conceptos que dependen de la estrategia industrial de los gobiernos y de la estrategia corporativa de su tejido empresarial, por tanto.

El papel de los trabajadores

El rendimiento intrínseco de los trabajadores incide también, como es obvio, en la productividad de una economía. El nivel de esfuerzo, llamémoslo así, resulta una variable a considerar aunque de muy difícil medición. En cualquier caso, no parece que sea ni mucho menos el factor determinante. Veamos estos otros dos elementos:

Por un lado, la profesionalización. De nuevo parece evidente que a mayor profesionalización, superior será el rendimiento de un trabajador. Ahora bien, ¿de qué depende la capacidad profesional? Pues de la formación y la experiencia. Se puede colegir, por tanto, que la estabilidad en el empleo promueve la productividad al permitir una formación interna mejor planificada y más amplia al tiempo que la curva de aprendizaje del trabajador multiplica su rendimiento.

La motivación es el segundo elemento que incide de forma directa en la productividad de un trabajador, y esta motivación será mayor cuanto mejores sean las condiciones laborales bajo las que desenvuelve sus funciones profesionales. En esas condiciones, el salario jugará un papel predominante así como, de nuevo, la estabilidad laboral. Justamente estas dos circunstancias han sido penalizadas en las últimas reformas del mercado de trabajo en varios países europeos, entre ellos Grecia y España. Da la impresión de que Europa haya legislado últimamente en contra de la productividad de sus economías, siendo España un caso paradigmático de esta política indefendible.

Por último, si en lugar de medirse la productividad en euros por hora se hace en euros por persona, se incorpora al análisis el número de horas/hombre trabajadas. Sería de suponer que a mayor dedicación, mayor productividad. Pues bien, resulta que en Grecia se trabajan 2.024 horas al año, en Portugal 1.857 y en España 1.689, países los tres en los puestos bajos del ranking de productividad de la UE. Ahora, en Suecia trabajan una media de 1.609 horas anuales, en Francia (quinto país europeo más productivo) 1.489 y en Alemania 1.371. Queda confirmado que el esfuerzo de los trabajadores no es el primer factor de productividad. Cuando discutan de estas cosas, por favor, revisen su política económica: la del propio país y la de sus empresas.

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