La prensa deportiva de tirada nacional, una ex novia con 'carita de pena'

Portadas de diarios deportivos nacionales
Portadas de diarios deportivos nacionales

Los diarios nacionales de temática deportiva han dejado de respetar a unos lectores que, por otra parte, tampoco se respetan a sí mismos, lo que desacredita el escenario informativo

La prensa deportiva de tirada nacional, una ex novia con 'carita de pena'

Algunas veces uno toma una decisión y al cabo de un tiempo se pregunta el porqué. El tiempo ayuda a cicatrizar, nos ablanda y, por regla general, nos hace olvidar lo malo. En mi caso, hace años dejé de leer prensa deportiva de tirada nacional. Si hace un par de días alguien me hubiese preguntado el motivo, quizás hubiese tenido que pensar la respuesta más de la cuenta.

 

Como esa pareja destinada al ostracismo, la prensa deportiva y yo nos volvimos a encontrar hoy jueves y de rebote. Barra de bar, café de por medio y comentario al aire de uno de los clientes: “Cristiano Ronaldo dio un recital goleador en el entrenamiento, dice el Marca. ¡¡jajajaja!!”.

 

Fue entonces cuando se me vinieron a la cabeza las gamberradas informativas por las que, en su día, y desde hace ya algunos años, mi único sustento informativo en lo que al deporte se refiere pasó a ser el periodismo de provincias, que aún mantiene, salvo aberrantes excepciones (como ya traté en el artículo 'Las fuerzas vivas del periodismo secundan las reencarnaciones a la carta'), la verdadera esencia.

 

Para dar crédito a lo escuchado, me apresuré a coger el periódico y, en efecto. Ahí estaba, en el subtítulo de la apertura de Marca: “Cristiano Ronaldo dio un recital goleador en el entrenamiento”. Humanizando este hecho y extrapolándolo a las relaciones sociales, sería algo así como recordar en aquella joven a la que ya casi olvidaste sus cambios de humor, sus actitudes caprichosas o, como diría Carlos Chaouen, su carita de pena tras un reencuentro casual.

 

A grandes rasgos, hace tiempo que la prensa deportiva de tirada nacional no respeta al lector. Esto no sería un problema capital si no se cumpliese la otra premisa, y es que el lector tampoco se respeta a sí mismo. La conclusión de este silogismo, como no puede ser de otra manera, es una auténtica bomba de relojería, un atentado contra los que aún creemos en una información profesional y depurada.

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