¿Podrá definir España la organización territorial del Estado de manera definitiva?
El llamado desafío soberanista catalán ha desembocado en un movimiento social con mucha fuerza, que no parece que tenga arreglo antes del 20-D, explica esta autora.
El llamado desafío soberanista catalán ha desembocado en un movimiento social con mucha fuerza, que no parece que tenga arreglo antes del 20-D, explica esta autora.
Resulta que la crisis financiera ha venido a poner un corsé económico a los países que forman parte de la eurozona. En el caso de España, la depresión llevó al país hacia una encrucijada económica que derivó, además, en una profunda brecha social y en un conflicto político sin precedentes. La imposición de las duras medidas de austeridad, los ajustes, los recortes…, incidieron en una fisura social en la que nos hallamos inmersos.
Los años que siguen al 2008 no fueron sencillos, entre el temor al 'rescate', la situación de Grecia, Portugal, las intervenciones por parte de la UE, el temblor de las bases del sistema financiero español…, desembocaron en una crisis no sólo económica, sino de desconfianza hacia los políticos y la falta de legitimidad de las instituciones. Se ha generado un trasfondo de conflictividad social que hace que muchos apelen al espíritu del 78, pero con posturas distintas y enfrentadas entre quienes apuestan por una revisión profunda de la Constitución y aquellos que creen que las reformas puntuales son suficientes para avanzar.
Hay un cambio de paradigma en el que los partidos nacientes ya no se llaman partidos, y a los viejos les han hecho cambiar
Las peanas de nuestro sistema político se han transformado después de que los múltiples casos de corrupción y el avance de una sociedad hacia posturas más críticas y participativas hayan derivado en una nueva concepción de las reglas del juego democrático. Hemos asistido a un cambio de paradigma en el que los partidos nacientes ya no se llaman partidos, y a los viejos les han hecho cambiar. La renovación de los actores y los procesos han tratado de adaptarse a los tiempos y de ofrecer a los ciudadanos respuestas a las demandas de una nueva forma de representatividad.
Sin embargo, cuando parecía que las tensiones y los conflictos que la crisis podía acarrear iban camino de encauzarse, un hecho relevante ha interferido en el camino. España se enfrenta en estos momentos a un desafío que no tiene fácil respuesta: definir la organización territorial del Estado de una manera definitiva, más aún cuando parece que se han dinamitado todos los puentes posibles para llegar a un entendimiento a través del diálogo y el acuerdo. El llamado desafío soberanista catalán ha desembocado en un movimiento social con mucha fuerza, que no parece que tenga arreglo antes del 20-D. A la vez, estamos mirando de reojo al País Vasco, que no quiere quedarse fuera de la estrategia y, mucho menos, del tablero.