¿Por qué España no debate sobre el islam como Francia, Holanda, Italia o Suiza?

Operación contra el terrorismo yihadista en Melilla.
Operación contra el terrorismo yihadista en Melilla.

La obligación de extender el Islam por todo el mundo, sometiendo a los infieles, no es sólo una pretensión de los fundamentalistas, resulta esencial en su doctrina y objetivo.

¿Por qué España no debate sobre el islam como Francia, Holanda, Italia o Suiza?

La obligación de extender el Islam por todo el mundo, sometiendo a los infieles, no es sólo una pretensión de los fundamentalistas, resulta esencial en su doctrina y objetivo.

Las recientes y dolorosas pruebas de brutalidad del yihadismo y del islam extremo, especialmente cruel contra los cristianos, los occidentales en general y otras minorías religiosas, incluso dentro del propio islam, causa la natural alarma en Occidente, sacudido de vez en cuanto por la noticia de crímenes pavorosos en nombre de Alá.

El Reino de España, pese a la esporádica aparición en los medios de casos extremos, no se ha planteado, al contrario en Francia, Holanda, Italia o Suiza, un debate más profundo, sobre el modo de conciliar el respeto a la cultura musulmana con el acomodo a las reglas de la cultura occidental.

La negativa de Suiza a permitir la construcción de minaretes, o las restricciones que Holanda, Bélgica a o Francia imponen al uso de determinada prendas islámicas en lugares públicos, son meros ejemplos de que Occidente se enfrenta a un problema común que requiere ser abordado con prudencia, pero con decisión.

Francia, tierra de asilo por excelencia, ha ido más lejos al con la propuesta de la figura del "contrato de ciudadanía" para la plena integración de extranjeros, lo que afecta especialmente a la comunidad musulmana.

La obligación de extender el Islam por todo el mundo, sometiendo a los infieles, no es una pretensión de los fundamentalistas. Es una parte esencial de esta doctrina. Bernard Lewis, en un libro clásico sobre la materia, "El lenguaje político del Islam"  escribe:

De acuerdo con las enseñanzas musulmanas, el yihad es uno de los mandamientos básicos de la fe, una obligación que Dios ha impuesto, a través de la revelación, sobre todos los musulmanes. En una guerra ofensiva es obligación de la comunidad musulmana en conjunto en una guerra defensiva se convierte en una obligación personal de cada varón musulmán adulto. En una situación así el gobernante debe hacer una llamada general a las armas. La base de la obligación del yihad es la universalidad de la revelación musulmana. La palabra de Dios y el mensaje de Dios son para toda la humanidad; es deber de aquellos que la han aceptado esforzarse sin descanso por convertir o al menos someter a los que no la aceptan. Esta obligación no tiene límite de tiempo ni de espacio. Debe continuar hasta que el mundo entero haya aceptado la fe islámica o se haya sometido al poder del estado islámico.

Hasta que eso ocurra, el mundo estará dividido en dos: el Territorio del Islam (Dar al-Islam) en el que los musulmanes gobiernan y prevalece la ley del Islam, y el Territorio de la guerra (dar al-harb), que comprende el resto del mundo. Entre ambos hay un estado de guerra moralmente necesario, legal y religiosamente obligatorio, hasta el final e inevitable triunfo del Islam sobre los no creyentes. Según los libros de leyes, este estado de guerra se puede interrumpir cuando sea oportuno mediante un armisticio o tregua de duración limitada. No puede acabar con una paz, sino sólo con la victoria final.

En España emergen otros signos preocupantes de los efectos que, a medio plazo, pudiera tener para la sociedad toda, la persistencia de la no integración de un colectivo cada vez más numeroso y extendido. Se trata del viejo proyecto de extender un partido político de carácter confesional islámico que pudiera llegar a adquirir una representación significativa en determinadas regiones de España cuando los residentes de origen magrebí ejerzan el derecho al voto en el ámbito municipal que el actual gobierno se propone concederles. ¿Veremos en España, como ocurrió en Lille (Francia) a un gobierno local socialista establecer horarios que separen los sexos en las piscinas municipales? Si dos culturas conviven sin integrarse en los valores de, en este caso, la sociedad occidental, como señala el profesor Sartori, antes o después se producirá el choque; es decir, en el momento en que cambie la masa crítica y la nueva mayoría trate de imponer su sistema de valores.

¿Y qué ocurrirá –como ocurre ya en el Reino Unido- con la venidera generación de españoles de origen magrebí, pero nacidos aquí? ¿Declararán que no se sienten leales al país o a la comunidad islámica?  Pero hay algo más: En el ámbito de lo cotidiano, una gran parte de los incidentes –cada vez más frecuentes- que perturban la convivencia entre la comunidad musulmana que vive en España y el entorno donde se halla instalada, sobre todo en Cataluña y el Levante, se deben a la resistencia de aquélla a aceptar someterse a las normas más comunes que ordenan la sociedad civil en los aspectos más ordinarios. Pero lo peor no es que traten de imponer no ya sus códigos morales o religiosos, sino prácticas que en el ordenamiento del mundo occidental son comportamientos no admitidos por las reglas que enmarcan la vida en sociedad (o incluso delitos), desde la higiene a los límites a la potestad de los padres, los derechos de la mujer o las libertades personales.

A ello debe añadirse la persecución sistematizada a que, dentro de dichas comunidades, se somete a quienes, sin renunciar a su personalidad y cultura, han tratado de amoldar sus vidas a la de sus vecinos, para disfrutar plenamente de los derechos, libertades y ventajas de la sociedad democrática occidental. Es decir, que se pretende forzar justamente “la no integración” de quienes lo intentan. Los ejemplos son gravemente expresivos.

El país exportador de mezquitas

En Arabia está oficialmente prohibida la entrada a ministros de otras confesiones. Los sacerdotes no pueden entrar y no están admitidas celebraciones públicas de misas, sólo pueden hacerse en las embajadas. Los católicos pueden rezar sólo en sus casas, sin reunirse con otras personas, incluso si son parientes o amigos. Existe una policía religiosa, los mutawa, muy eficaz, que interviene inmediatamente cuando sospecha que se está celebrando una reunión religiosa no islámica. Enviar por correo una feliciación de Navidad cristiana es un delito.

Conviene tener presente que las monarquías arábigas promueven la creación de mezquitas en Europa -negando por completo el derecho recíproco a las demás religiones- y financian generosamente circuitos de actividades culturales, académicas y sociales para favorecer, entre otros objetivos, la captación de las poblaciones musulmanas emigradas para doctrinas estrictas o integristas del Islam -hallando especial facilidad en las segundas y sucesivas generaciones de musulmanes- y la creación de un estado de opinión pública predispuesto a comprender, como mínimo, la posición del mundo islámico en sus demandas frente a Occidente.

El profesor Giovanni Sartori, profesor de diversas universidades de Estados Unidos y Europa y Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociaes, señala al respecto:

El argumento fundamentalista es que la decadencia y la humillación de los pueblos musulmanes vienen del abandono del Islam "auténtico". Los musulmanes han sido la "me­jor nación del mundo", mientras que han ob­servado fielmente la shari'a, el camino señalado por Alá; y han perdido supremacía porque se han alejado de ella. Y por lo tanto hay que purificar al Islam de cualquier influencia y corrup­ción occidental.  [...] De hecho el Islam "auténtico" crea ea ipso  grupos militantes que persiguen con la acción (violenta cuando es preciso) tres objetivos: primero, purificar el mun­do musulmán; segundo, conquistar para la fé a los países parcialmente musulmanes; tercero, volver al asalto de Occidente reabriendo la "guerra santa".

Desde esta óptica, España es uno de los primeros objetivos, con frecuencia presente en las prédicas incluso de los imanes considerados “moderados”. Si fue tierra del Islam, debe volver a serlo.

Prosigue Sartori:

            Sí, la guerra santa (jihad). El Islam nace como una "fe universal", armada y guerrera. Las otras religiones confían su expansión al proselitismo misionero. El Islam no. En la visión islámica el mundo se divide entre tierra de Islam y, preci­samente, tierra de guerra santa que el creyente debe conquistar para la fe. Un primer tema es, pues, que el renacimiento del islamismo autén­tico lleva consigo  un deber de         conquista, de conquista de los infieles. El occidental laiciza­do no toma estas cosas en serio, y mucho me­nos las comprende. Pero se equivoca.

            Un segundo tema importante es que ningu­na religión contemporánea tiene la capacidad de penetración del islamismo. Su "ley sagrada" (shari'a) verdaderamente lo           penetra todo. No acepta ninguna esfera extrarreligiosa, y por lo tanto no distingue entre vida laica y vida de cre­yente. Aquí todo está fundido. Y si esta fusión se recalienta, entonces adquiere, o puede ad­quirir, una fuerza de choque rompedora.

En España vive oficialmente en torno al millón y medio de musulmanes, de forma legal. En cuanto al número de irregulares, sencillamente no se sabe. En Francia hay cuatro millones de musulmanes, 3,4 en Alemania y 1,6 en el Reino Unido. En total, 16 millones de residentes europeos son musulmanes. Algunos europeos de origen creen que esta penetracióm es una quinta columna que amenaza los cimientos de la identidad occidental. Y nada aclaran la situación, aun los estudios más prestigiosos, que arrojan conclusiones irreconconciables entre sí.

La experiencia en otros países europeos, como Francia o Alemania, muestra que amplios sectores de la población musulmana, ya nacidos y educados en estos países, se han impermeabilizado frente al resto de la sociedad, manteniendo su unidad interna con criterios identitarios de un fuerte carácter religioso. Y aunque sería desproporcionado asociar automáticamente estos movimientos políticos a los grupos proselitistas del integrismo islamista, tampoco sería realista ignorar los vínculos que se han detectado entre unos y    otros.

Según la encuesta oficial elaborada por la Unión de Comunidades Islámicas de España (UCIDE), existen más de 1.130.000 seguidores de la fe islámica en nuestro país, que suponen el 2,5% del total de la población (la cifra que maneja el Miniterio del Interior es algo superior, 1.300.000). Aunque una gran mayoría son inmigrantes de primera o segunda generación, ya son más de 150.000 los que han nacido y estudiado en España. A ello hay que sumar los más de 33.000 españoles convertidos, según revela Jesús Bustamante en un trabajo difundido por "Público".

La “Ummah” o comunidad de creyentes del Islam comprende a todos aquellos que profesan la religión del Profeta Mahoma independientemente de su nacionalidad, origen, sexo o condición social. La mayor parte de los eruditos optan por la visión más inclusiva de pertenencia al Islam y así, normalmente, se considera que toda persona que pronuncie la shahadah o profesión de fe islámica (es la declaración de fe en un único Dios -Allah en árabe- y la profecía de Mahoma. Su recitación se considera uno de los cinco pilares del islam. Cuando se pronuncia sinceramente en voz alta ante los dos testigos requeridos por la tradición, el que la ha mencionado se puede considerar musulmán) en las condiciones prescritas pasa a formar parte de la comunidad musulmana de creyentes. No hay vuelta atrás, la apostasía no se permite y se paga con la vida.

Dicho de otro modo, “la Ummah” es como un círculo cerrado, dentro del cual solamente se instalan los musulmanes. Dar el Islam es la Casa de Dios. La Ummah, la comunidad de los creyentes. Fuera, es decir, Dar el Hard, está la “”casa del pecado”, los infieles.

Huntington afirma que la estructura de lealtad política entre árabes y, más en general entre musulmanes, ha sido en general la opuesta de la del Occidente moderno. Argumenta que en todo el Islam, el grupo pequeño y la gran fe, la tribu y la “Ummah”, han sido los principales centros de lealtad y compromiso y el Estado nacional ha sido menos importante. Los problemas de legitimidad de los estados árabes trae causa de la, frecuente, arbitrariedad de su nacimiento, según los intereses o influencia de los países occidentales colonizadores.  "La idea de Estados nacionales soberanos es incompatible con la fe en la soberanía de Alá y la primacía de la Ummah". Y todavía perfila que los mismos factores que dieron origen al Resurgimiento islámico fortalecieron también la identificación con la “Ummah” o civilización islámica como un todo.

De ahí que muchos ciudadanos británicos o francés, musulmanaes devotos, considerna que su nacionalidad o su condición de miembros de la Unión Europea es un vínculo meramente funcional, para aprovechar sus ventajas, pero sin sentirse ligados por ninguna connotación de carácter nacional o superior, por ningúna lealtad específica. Su comunidad, su patria –incluso en los que proceden de naciones musulmanas- es la “Ummah”.

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