Lagarde o Rehn escandalizan pero expresan problemas sujetos a debate

El comisario europeo Olli Rehn.
El comisario europeo Olli Rehn.

Las ideas aquí expuestas, y bastantes otras, escandalizarán a mucha gente, seguro, pero deberían formar parte de un amplio debate colectivo si no queremos vernos colapsados.

Lagarde o Rehn escandalizan pero expresan problemas sujetos a debate

Primero fue la gerente del FMI, Christine Lagarde, y luego el comisario europeo Olli Rehn quienes dijeron que España necesita recortar un 10% los salarios, así como otra serie de medidas, para crear empleo.

El escándalo ha sido unánime. Todas las instituciones españolas, desde el Gobierno a la oposición y desde los sindicatos a la patronal —es decir, todos los instalados cómodamente en el sistema— han dicho que nanay, que hasta ahí podríamos llegar.

¿Pero se imaginan que esa acción fuese posible? Si en todos los convenios colectivos se aprobase una disminución progresiva de sueldos —más del 10% los que más cobran y menos los de los salarios más bajos— a cambio de aumentar el empleo un 12%, se producirían una serie de fenómenos en cascada: disminuiría el paro, bajarían los precios, aumentaría el consumo interno, se reducirían los subsidios, mejoraría la competitividad de las empresas y subiría el PIB.

O sea, se acabaría la crisis.

Pero, claro está, eso resulta políticamente incorrecto en una sociedad en la que los instalados defienden sus intereses a costa de todos los marginados del sistema.

Otra idea escandalosa fue formulada no hace mucho por el ministro de Finanzas japonés Taro Aso. Venía a decir que si los ancianos entubados y sin posibilidades de recuperación muriesen antes, el país se ahorraría una pasta en gastos médicos y podría destinarlos a otros fines.

¡Menudo escándalo!

Resulta repugnante, por supuesto, dejar morir a alguien a nuestra propia conveniencia. Pero resulta igualmente repulsivo dejar vivir a alguien indefinidamente como a un vegetal, lo que médicamente ya es posible. ¿Quién saldría beneficiado de esa práctica: la sociedad en su conjunto, las finanzas públicas, el propio interesado,…?

Ninguno de ellos, obviamente. Para eso ya existe en muchos países —entre ellos, el nuestro— el testamento vital, que impide el tratamiento indefinido de un enfermo terminal, a petición de éste.

Las ideas aquí expuestas, y bastantes otras, escandalizarán a mucha gente, seguro, pero deberían formar parte de un amplio debate colectivo si no queremos vernos colapsados en una sociedad donde unos cuantos posean todo y la mayoría vaya perdiendo poco a poco la calidad de vida cotidiana que un día no muy lejano llegó a tener.

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