El Gobierno griego defiende su coherencia en la trinchera del referéndum

Alexis Tsipras. / telesurtv.net
Alexis Tsipras. / telesurtv.net

Doblegados en su día los socialdemócratas (Papandreu, el español Zapatero, el francés Hollande… ), los últimos mohicanos de Syriza emergen como resistentes solitarios, condenados a la rendición incondicional.

El Gobierno griego defiende su coherencia en la trinchera del referéndum

Doblegados en su día los socialdemócratas (Papandreu, el español Zapatero, el francés Hollande… ), los últimos mohicanos de Syriza emergen como resistentes solitarios, condenados a la rendición incondicional.

Cuando la ministra española de Agricultura, Isabel García Tejerina, refiriéndose al referéndum griego, advierte de lo peligrosas que pueden ser las urnas, quiero suponer que no está proponiendo una dictadura para meter en cintura a la economía griega, pero ya tenemos el antecedente de la imposición del tecnócrata Lukas Papademos como primer ministro en noviembre de 2011. Formalmente, fue apoyado en el parlamento por socialistas y conservadores, pero todos saben que los acreedores –a los que entonces se les llamaba troika– exigían una persona de su confianza (y Papademos había sido vicepresidente del Banco Central Europeo) para mantener la ortodoxia de la austeridad en la economía griega, en pleno naufragio a pesar de su primer rescate (o más bien a causa de ese primer rescate), y para cortar las veleidades “populistas” del socialista Yorgos Papandreu, que había intentado convocar un referéndum sobre la posibilidad de un segundo rescate.

De lo peligroso que algunos consideran que puede resultar el voto de los ciudadanos, sobre todo si están maltratados por las políticas de recortes, dan muestras, además de ese nombramiento, las enormes presiones –incluso con trazas de injerencia en la soberanía nacional, si es que tal cosa existe todavía en un país de la despreciada periferia sur– que las autoridades europeas desplegaron en las dos últimas consultas electorales en Grecia, con éxito en las de 2012 (en las que triunfaron los “suyos”: los conservadores de Nueva Democracia, los que habían falsificado las cuentas públicas para entrar en el euro) y sin éxito en las de enero de este año. Sin éxito, de momento. Sometido a estrecho marcaje el gobierno de Syriza (Coalición de la Izquierda Radical) desde el primer minuto, lo primero que se le negó fue la posibilidad de un crédito puente para abrir una negociación más sosegada sobre una reestructuración de su deuda y un verdadero plan de reanimación de la economía griega, con inversiones en serio y reformas fiscales en profundidad. Limitada la negociación a ampliar el segundo rescate o a abrir un tercero, el frente acreedor parecía tener como principal objetivo el de no dejar al gobierno griego ninguna posibilidad de salvar la cara ante su electorado. Exigían una derrota total, que sirviese además de advertencia a posibles alternativas que aspirasen, en otros países, a cambiar el rumbo de la política económica. Doblegados en su día los socialdemócratas (el mencionado Papandreu, el español Rodríguez Zapatero, el francés Hollande… ), los últimos mohicanos de Syriza emergieron como resistentes solitarios, condenados a la rendición incondicional.

Quizá no han sabido navegar en las procelosas aguas negociadoras de esta Unión Europea, que, como Penélope en el muy helénico relato de la Odisea, anda siempre tejiendo y destejiendo tratados y pactos, pasos adelante y pasos atrás, para mantenerse siempre en el mismo sitio y al servicio de los mismos intereses. Quizá no han sabido convencer a sus colegas de miserias periféricas para que entendiesen que también ellos son víctimas de este sacrificio ritual a mayor honra y satisfacción de la especulación universal, de la que sacan la mejor tajada las pulcras elites del norte (con migajas sustanciales para sus sicarios del sur). Se han quedado solos (los gobernantes griegos) frente a toda la casta política, económica y mediática del continente.

Syriza tiene una base no muy sólida para encarar este referéndum

 

Quizá tampoco han medido la verdadera dimensión de su apoyo electoral al lanzarse a este referéndum de emergencia, que, por mucho que ellos quieran matizar, las presiones de sus acreedores están convirtiendo en un “sí” o “no” a Europa, aunque sea a esa caricatura de Europa que los acreedores y los especuladores tienen registrada en exclusiva, bajo el chantaje de sembrar el pánico si no se garantiza la libertad de movimientos de su capital. Puestos a meter presión en un proceso negociador, los eurócratas tienen mucha más experiencia. Syriza (con el 36 por ciento de los votos en las elecciones de enero) consiguió la mayoría absoluta gracias a que, en el sistema electoral griego, la lista más votada es primada con cincuenta escaños más de los que le corresponde directamente por los votos y, aún así, necesitó el apoyo de otro grupo más (sorprendentemente, uno de derecha nacionalista). Una base no muy sólida para encarar este referéndum.

Como los últimos mohicanos, parecen dispuestos a mantener la coherencia y morir luchando. Otros en su día disfrazaron su incoherencia como sacrificio por el bien del país (Rodríguez Zapatero sin ir más lejos), con el resultado de que ha sido el país el sacrificado por el bien de los de siempre.

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