Tras el EI hay más que terroristas suicidas, salafismo y petróleo que alguien les compra

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Dominar el mundo es un mandato del Islam.

Vista la experiencia de otros países, cabe suponer que la generación de musulmanes nacidos en España no tendrá complejo en reclamar sus derechos o la expresión de su doble identidad.

Tras el EI hay más que terroristas suicidas, salafismo y petróleo que alguien les compra

Vista la experiencia de otros países, cabe suponer que la generación de musulmanes nacidos en España no tendrá complejo en reclamar sus derechos o la expresión de su doble identidad. Si se siente discriminada tenderá a refugiarse en su identidad de origen y a despegarse afectivamente del significado de España. Véase lo que ocurre en Francia.

Me resulta incomprensible la postura de cierta izquierda de cámara (Podemos y otros pretendidos analistas comprensivos que llegan a calificar lo de París de “guerrilla urbana”, haciendo suyos los argumentos del Estado Islámico) que en esta hora vierten el escombro de sus juicios equidistantes y se niegan a cerrar filas junto a las víctimas, el dolor y la respuesta necesaria. ¿Por qué Pablo Iglesias se desmarca del pacto antiyidahista y dice que no es tiempo de dar respuesta contundente al terror? Claro que el asunto tiene que ser analizado, que la réplica, además de militar, debe ir más allá, foco, a los medios, a las causas últimas del yidahismo. Cierto que hay que tener serenidad, e ir a otros escenarios: ¿Quién les vende las armas y les compra el petróleo que explotan? ¿De dónde sacan el apoyo logístico? Los piratas del Índico contaban con despachos de abogados en Londres para gestionar los rescates por sus secuestros. No nos asombremos de descubrir que en el mercado libre del petróleo, quien menos se espera puede comprar los barcos en alta mar que son dirigidos por oficinas con enlaces en Occidente.

Todo esto es cierto, pero en esta hora, es el momento de alinearse moralmente. Y después, ir a por ellos, por todos los medios.

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Terrorismo en París.

 

Los atentados de París desprenden varias lecciones

Insisto en que, pasada la primera oleada de indignación, hay que pensar adecuadamente qué hacer. Francia posee una eficaz aviación estratégica que con el apoyo de la OTAN (y la información israelí) puede desplegar en pocas horas una acción eficiente contra los santuarios del Estado Islámico. Pero sin un despliegue terrestre que arrase, destruya y desmantelas las bases del yidahismo y sus rutas de suministro, sin la captura del enemigo, sólo será una acción de castigo, de venganza. Debe ser una acción de victoria. Es la hora de una gran acción internacional, sin complejos, ni miramientos. La guerra se hace para ganarla. La Infantería, las unidades aerotransportadas son esenciales. Esto es una guerra y hay que dejarse de paños calientes. Vamos a seguir sufriendo, pero o va a por todas, no nunca se pondrá fin a esta pesadilla. Y internamente, hay que ir a un gran plan de localización y detención de yidahistas, empezando por someter a las mezquitas salafistas a un férreo control, y si es preciso cerrarlas.

En 2007, en el diario El País, en un reportaje sobre los musulmanes de segunda generación, nacidos en España, que cifraba entonces en 200.000 niños y adolescentes, advertía que hemos de ser conscientes de que cuando alcance la edad de ciudadanos de pleno derecho, van a interpelarlos y que serán más. ¿Y sobre qué van a interpelarnos? La respuesta está clara: sobre nuestro modelo de integración y sobre la gestión española del islam. Y se auguraba: “Vista la experiencia de otros países, cabe suponer que esta segunda generación no tendrá complejo alguno en reclamar sus derechos, no va aceptar cortapisas en su práctica religiosa o en la expresión de su doble identidad. Seguramente exigirá una convivencia natural, igualdad de trato e idénticas oportunidades, y si se siente discriminada tenderá a refugiarse en su identidad de origen y a despegarse afectivamente del significado de España”. O sea, que no nos llamemos a engaño.

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Los humoristas franceses hacen humor de los problemas con el Islam.

 

Un testimonio a considerar

Isidoro Gracia Plaza, veterano sindicalista y mando intermedio de Citroën, buen conocedor de París, relata así su reveladora experiencia por las calles de la ciudad: “En uno de esos paseos acabé en un barrio con rótulos en árabe, tiendas con productos claramente dirigidos a ese colectivo humano, librerías en las que abundaban libros religiosos y otros también en la misma lengua que los rótulos. A la caída del sol me encontraba descansando en un pequeño parque desde el que se percibía, entre las copas de los árboles, la torre de una mezquita cercana. Comenzó una llamada a la oración y puertas, ventanas y comercios cerraron sus puertas en pocos minutos, a la vez que los transeúntes se retiraban con cierto apresuramiento, yo también me retiré a la vista de que incluso la teteria en la que tenía intención de tomar una infusión quedó sin clientes.  Seguramente buena parte de los habitantes de ese barrio serían nativos de París y de nacionalidad francesa, pero tengo dudas que los valores republicanos de que hacen gala la mayoría de los franceses con los que he tratado (con mi admiración), tengan en las calles por las que transité un buen entorno. Dando por supuesto que la mayoría de los vecinos de aquella zona son buenos musulmanes, y en consecuencia buenas personas, en ese ambiente van a ser fácilmente el camuflaje de otros no tan buenos”.

Salafismo y wahabismo

Es cierto que no es hora de sospechar de todos los musulmanes. Es más, conozco a españoles conversos y españoles de origen magrebí, musulmanes, que son los primeros en advertir el riesgo de que se extiendan en España las mezquitas salafistas, como ya ocurre en Cataluña.

Los tres principios del Fundamentalismo islámico. A esto nos enfrentamos: 1. El Islam fue glorioso en tiempos pasados gracias a la observancia estricta de la Sharia.2. Occidente, paradigma de la perversión y la corrupción moral, arruinó aquel esplendor del pasado. 3. La caída de Occidente permitirá que el Islam lo herede.

El término “wahhabi”, (wahabismo) como lo conocemos en la actualidad, hace referencia al movimiento religioso fundado por Muhammad ibn Abd al Wahhab, del que toma el nombre, aunque se autodenomina “Salaf as-Salih”,”la forma correcta de actuar en función a las enseñanzas de píos predecesores”. Por ello, los miembros de este movimiento religioso prefieren ser reconocidos como salafistas.

El Salafismo significa literalmente (primeras generaciones o los antepasados), la idea principal del Salfismo es: “El musulmán debe de vivir el Islam como los vivieron los primeros musulmanes. O sea, que está claro. Traten de compaginar esto con los valores de la sociedad civil en Occidente. Con razón dice el profesor Sartori, Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales: “Los musulmanes no se han integrado en parte alguna de Europa. Y cuando una sociedad crece sin asumir los valores donde se instala, cuando cambia la masa crítica, cuando son más, van a imponer sus valores”.

 El brazo político del movimiento religioso Salafismo, son los Ijwan Al- Muslimun o los Hermanos Musulmanes. Una de sus miembros es ahora concejala en Badalona gracias a Podemos, y ya ha advertido que integrarse no es perder elementos esenciales de su propia cultura (La Sharía).

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La profecía del sociólogo Sartori es muy preocupante.

 

Las ideas principales de los hermanos musulmanes recogida en sus artículos y sus discursos: “El Islam es fe, oración, patria, religión, nacionalidad, Estado, espíritu, labor y también espada. La guerra santa o (Ŷihad), es un pilar muy importante en el Islam, es el sexto pilar del Islam. Hay que combatir a los cristianos y a los judíos hasta que acepten el Islam como su fe verdadera, formar un estado islámico global bajo un Califa. Aplicando las palabras del Corán (Sura 9:29) “Combatid contra quienes, habiendo recibido la Escritura, no creen en Dios ni en el último Día, ni prohíben lo que Dios y su Enviado han prohibido, ni practican la religión verdadera, hasta que, humillados, paguen el tributo directamente”.

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