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España se sacrificará al menos diez años para volver, peor, al punto inicial

Mariano Rajoy. / Mundiario
Mariano Rajoy. / Mundiario

Por mucho que pueda crecer el Producto Interior Bruto, como pronostican Mariano Rajoy y César Alierta, con el actual modelo productivo el empobrecimiento y la desigualdad estarían acentuándose.

España se sacrificará al menos diez años para volver, peor, al punto inicial

Supongamos, aunque es mucho suponer, que el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y el de Telefónica, César Alierta, tienen razón cuando vislumbran un 8% de paro -15 puntos menos que hoy- para el año 2018. Si acertasen, que está por verse, España habría perdido más de diez años para volver al punto de partida, el 2007, con dos agravantes: 1) para alcanzar ese ratio de paro mucha gente tuvo que marcharse al extranjero, o bien porque retornó a sus países de origen, en el caso de los inmigrantes, o bien porque los propios españoles se transformaron en emigrantes, como en los años 50 o 60 del siglo XX. De hecho, desde que gobierna Mariano Rajoy, 600.000 personas perdieron su empleo y 400.000 personas desaparecieron de las estadísticas de población activa y de paro porque emigraron. Y 2) los nuevos empleos son de peor calidad y llevan consigo salarios más bajos, al amparo de la reforma laboral del Gobierno del PP, la misma con la que se dio alas a la devaluación interna del país para ganar en competitividad.

Por mucho que pueda crecer el PIB, con el actual modelo productivo resultaría que el empobrecimiento y la desigualdad estarían acentuándose, con el riesgo de convertirse en estructurales. No es ese el modelo de recuperación de Barack Obama en EE UU, por ejemplo.

Al Gobierno del PP no se le puede negar la salida de la recesión ni una cierta ganancia en competitividad basada en la devaluación salarial. Pero tampoco se le puede dejar al margen de los ajustes presupuestarios en educación, sanidad, dependencia, pensiones, seguro de desempleo…, cuyos recortes se añaden a otros problemas como la desaparición de empresas, el paro, la reducción de la renta familiar disponible… y, en definitiva, una profunda desigualdad.

Si bien no tienen un impacto económico directo tampoco son de menor importancia la aplicación de otras políticas del Gobierno, más ideológicas, que afectan al bienestar en un sentido amplio, entre las que destacan los cambios en la enseñanza -a los alumnos que elijan Religión Católica se les priva de unos conocimientos esenciales-, el derecho de las mujeres a abortar, la seguridad ciudadana, etcétera.

El problema sigue siendo el mismo: España tendría que producir más y mejor para superar sus dificultades, que son de todo tipo, en la medida en que afectan tanto a la micro como a la macroeconomía, con una deuda pública superior al billón de euros, un agujero en la Seguridad Social y un déficit público que no termina de enderezarse, a pesar de todos los ajustes, porque sigue habiendo un problema de ingresos, por falta de suficiente riqueza.

Hay dos cosas clave que no se han afrontado y que ni siquiera están en la agenda económica, ni del Gobierno ni de la Oposición: la reestructuración y reducción del aparato del Estado para que sea más racional y eficiente, y la planificación de un nuevo modelo económico. Cosas que se han hecho en otros países, aquí no se quieren hacer. Ejemplos: 1) varios países europeos concentraron sus ayuntamientos, España no. 2) Países como Finlandia o Costa Rica –por no hablar de EE UU- cambiaron sus modelos productivos, España no.

¿Tiene sentido tener comunidades autónomas solapadas con diputaciones? ¿Es sostenible el actual modelo de municipios? ¿Sirve para algo el Senado?... son solo preguntas sin respuesta. Por no hablar de lo que debe hacer España para producir más, especialmente en actividades de alto valor añadido. ¿Por qué otros países, incluso más pequeños, saben hacerlo? @J_L_Gomez

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