Las elecciones europeas dieron toques de atención pero no registraron cataclismos

Parlamento europeo. / P.E.
Parlamento europeo. / P.E.

Los resultados del 25-M en el conjunto de la UE han dado diversos toques de atención en algunos países, pero no han registrado los grandes movimientos que algunos sondeos pronosticaban.

Las elecciones europeas dieron toques de atención pero no registraron cataclismos

Los resultados del 25-M en el conjunto de la UE han dado diversos toques de atención en algunos países, pero no han registrado los grandes movimientos que algunos sondeos pronosticaban.

Menos bipartidismo, pero todavía lo suficiente para seguir marcando las pautas. Avances de euroescépticos y antieuropeos –situados mayormente entre la derecha y la extrema derecha–, pero siguen predominando los que se consideran europeístas (afortunadamente, no todos de la fracción austericida). Los resultados de las elecciones al Parlamento Europeo dan pistas sobre diversos toques de atención de los diversos electorados, en la mayor parte de los casos en clave doméstica, pero no registran los cataclismos que algunos sondeos pronosticaban, para bien o para mal.

Parecen haberse contenido los altos índices de abstención, aunque en algún país del Este llegan a superar el ochenta por ciento. En líneas generales, las dos formaciones europeas más importantes (los populares y los socialistas) bajan en votos y escaños (los socialistas bajan menos) y ninguno de ellos tiene muchas posibilidades de configurar alianzas suficientes con sus correspondientes afines para promover la elección del nuevo presidente de la Comisión, sobre todo si tienen que prescindir (como parece lógico) de los apoyos de los extremistas eurófobos. Parece que los dos grandes están condenados a entenderse supuestamente para proteger las instituciones europeas de los embates de las fuerzas disgregadoras.

A propósito de fuerzas disgregadoras, antieuropeas y xenófobas, abundan más en los países menos castigados por la crisis (Reino Unido, Francia, Dinamarca, Austria, Finlandia…), como si reaccionasen contra la hipotética solidaridad interestatal que cabría esperar de una Unión Europea en proceso de alcanzar algún día la unidad económica y política que nunca llega (ni la unidad ni la solidaridad), como si las medidas adoptadas presuntamente contra la crisis no hubiesen procurado la protección de los intereses de los grandes (países, empresas, bancos… ) y el castigo de los pequeños, como si todo el disparate de la economía especulativa hubiese tenido su origen en la mano de obra inmigrante. No llegan al 13 por ciento de los escaños del Parlamento Europeo, pero, aunque los dos grandes rechazan su contacto, algunas de las ideas de la extrema derecha llevan tiempo contaminando los criterios de los gobiernos europeos y de la propia UE, sobre todo precisamente en materia de inmigración, un fenómeno tan vital para el futuro de una Europa envejecida como mal gestionado en todos sus aspectos.

Esa contaminación ultraderechista sirve también para mantener el papel preponderante de los Estados (unos más que otros, naturalmente) frente a la visión de una Europa federalista, donde alguna vez el Parlamento cumpla con plenitud su labor legislativa y de control de un gobierno federal verdaderamente ejecutivo. Todo eso seguirá esperando tiempos mejores. De momento, habrá que conformarse con que un previsible consenso europeo entre populares y socialdemócratas (ya en marcha en la poderosa Alemania) sirva para atenuar los rigores de unas economías recortadas a mayor gloria de los acreedores financieros. Y confiar en que la recuperación de diversas opciones de izquierda, iniciada en Portugal, Reino Unido, Italia y Grecia, contribuyan a restablecer en el futuro algunos de los equilibrios sociales que formaron parte de la identidad común europea.

Comentarios