Efectos limitados de la supuesta manipulación mediática en Cataluña

TV3, la televisión pública de Cataluña.
TV3, la televisión pública de Cataluña.

Las cadenas estatales de TV duplican la audiencia de los canales autonómicos, algo muy diferente a lo que cuentan quienes presentan a los catalanes sometidos al bombardeo manipulador de TV3.

Efectos limitados de la supuesta manipulación mediática en Cataluña

Las cadenas estatales de TV duplican la audiencia de los canales autonómicos, algo muy diferente a lo que cuentan quienes presentan a los catalanes sometidos al bombardeo manipulador de TV3.

Curiosamente, el número de ciudadanos que expresaron su apoyo a la independencia de Cataluña en la jornada participativa del 9 de noviembre (1.861.753, el 29,89 por ciento del censo) coincide casi exactamente con el número de espectadores que suman los diversos canales de la televisión autonómica catalana (1.863.000, un 29,7 por ciento de la audiencia total de televisión en Cataluña, según datos del EGM de julio de este año). Un buen porcentaje en términos de audiencia televisiva, pero más bien limitado en términos de la presunta influencia ideológica que le atribuyen algunos analistas como elemento decisivo en la subida de la conciencia independentista entre los ciudadanos catalanes.

En Cataluña, las cadenas estatales duplican la audiencia de las autonómicas, que incluso quedan por debajo del conjunto de los canales temáticos. Un panorama muy diferente del que dibujan los que nos presentan a una opinión pública catalana sometida al bombardeo manipulador de TV3 (que es el segundo canal en audiencia, superado por Antena 3 y seguido muy de cerca por Tele 5). Tampoco su emisora de radio es líder de audiencia, aunque en su caso es superada por otra emisora catalana, pero de titularidad privada, concretamente del Grupo Godó, editor de La Vanguardia, el diario impreso de mayor difusión en Cataluña, con El Periódico en segunda posición a poca distancia (670.000 e 517.000 lectores, respectivamente). Entre los dos suman más del triple que los dos estatales de mayor difusión (Marca, con 180.000 lectores, y El País, con 158.000). En la prensa escrita, pues, sí que es abrumador el dominio de los medios catalanes, que también predominan en la radio, aunque en mucha menor medida (1.361.000 escuchantes suman las emisoras catalanas, entre privadas y públicas, y 948.000 las de ámbito estatal).

¿Manipulación?

Los que hablan de manipulación de los medios públicos en Cataluña, añaden que también los medios privados catalanes se alimentan de subvenciones del gobierno autonómico, como si los medios públicos del resto de España fuesen modelos de objetividad (en todo caso, algunos son ejemplos de incompetencia, con directores generales especialistas en hundir espectacularmente sus audiencias y despedir luego a sus trabajadores), y como si la gran y arrogante prensa estatal no recibiese subvenciones (la que no las recibió ya ha desaparecido). También añaden que hay adoctrinamiento en la enseñanza, sobre todo en la visión que se ofrece de su historia, como si la historia no fuese la materia más manipulada en todos los países, dentro y fuera de la enseñanza (en la Real Academia de la Historia todavía hay ilustres académicos que no consideran dictador a Franco).

Cierto que las manipulaciones de una parte no justifican las de la otra, pero conviene situar a cada cual en su sitio. En esta penosa travesía de simplificaciones, en la que cada uno de los políticos busca su mejor colocación de cara a futuras carreras electorales, los ciudadanos reciben todo tipo de mensajes contradictorios, objetivos o manipulados, lanzados por entes públicos o por intereses privados, en un espectro ideológico muy limitado en los medios convencionales y muy disperso y caótico en las nuevas vías de las redes sociales. Y todo eso en medio de una crisis que ha deteriorado el mercado laboral, los salarios y los sistemas asistenciales, mientras cada día van apareciendo nuevos casos de corrupción (y no sólo de políticos).

Que, en este escenario, sólo un 30 por ciento del electorado catalán –que debe de ser como un 5 por ciento de todo el censo electoral español–, manipulado o por manipular, se muestre dispuesto a abandonar España debería ser considerado un éxito de la inercia histórica que todavía hace posible la convivencia entre los pueblos que comparten un Estado y una Constitución devaluados por quienes más dicen defenderlos. Despiertan, en cambio, una inquietud general, para unos como germen esperanzador de otras disidencias, para otros como intolerable ruptura de unanimidades consideradas básicas.

TV, fútbol e influencia
A los gobernantes inmovilistas, a los que les basta un fiscal para hacer política, les queda el alivio de que los programas más vistos en la televisión, en España como en Cataluña, todavía son los partidos de fútbol. Claro que, a lo mejor, no es la televisión lo que más influye en el voto de los ciudadanos.

 

Comentarios