Las diputaciones españolas carecen de tributos propios y practican el clientelismo

Sede de una diputación provincial española.
Sede de una diputación provincial española.

Su finalidad primaria es maximizar los votos del partido mediante comportamientos paternalistas o pintorescos, según explica el autor, uno de los principales expertos españoles en la materia.

Las diputaciones españolas carecen de tributos propios y practican el clientelismo

Su finalidad primaria es maximizar los votos del partido mediante comportamientos paternalistas o pintorescos, según explica el autor, uno de los principales expertos españoles en la materia.

El nepotismo, la prepotencia, el clientelismo político, el favor urbanístico, el insulto reiterado, el contrato que beneficia al partido, así como otras tropelías diversas, no son, por desgracia, una parte reducida o residual de nuestra cultura política. Estamos ante formas de gobernar que hunden sus raíces en la barbarie, en la desigualdad, en los retrasos sufridos por la ilustración. Don Francisco de Goya nos enseñó en negro como el garrotazo era la forma habitual utilizada para resolver desencuentros y problemas. Don Marcelino Menéndez y Pelayo estaba convencido que la grandeza de España descansa en ser martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de San Ignacio. 

Conviene recordar también que tuvimos ocho siglos de guerras de religión (contra musulmanes, judíos, turcos, protestantes…), incluida la Inquisición Española, con sambenitos indignos, con azotes y hogueras en la plaza pública para escarnio del acusado. Eran tiempos de intolerancia, de crueldad, de afán exterminador, que marcaron profundamente el inconsciente colectivo de una gran parte de la población española. La última víctima conocida fue la asignatura “Educación para la Ciudadanía” que, al parecer, molestaba a la Conferencia Episcopal y al Gobierno de Mariano Rajoy.  

Si consideramos ahora los 214 años transcurridos en los siglos XIX, XX y lo que va del XXI, acotando a su vez los procesos democráticos experimentados en ese período, se llega a la repuesta siguiente: los tiempos donde se experimentaron procesos democráticas fueron la Constitución de Cadiz, el Trienio liberal, la Primera y Segunda República, así como la llamada Transición, esa que va desde la Constitución de 1978 hasta nuestros dias. Todo ello significa que los tiempos democráticos rondan el 20% del período considerado. El resto fueron guerras civiles, guerras coloniales, guerras mundiales, dictaduras diversas y absolutismo monárquicos variopintos (80% del tiempo considerado).

La democracia es un sistema sensible que necesita, para su reproducción, de ciudadanos educados en principios y valores democráticos

 

O sea, tenemos déficits importantes de educación democrática, y eso es un problema grave que debemos conocer y corregir. Porque la democracia es un sistema sensible que necesita, para su reproducción, de ciudadanos educados en principios y valores democráticos (por mero espíritu de conservación, añade Fernando Sabater). Estamos, pues, ante una responsabilidad del Estado donde la escuela pública y el municipio juegan papeles decisivos.   

Porque la transparencia llega tarde y mal. Y porque además de la transparencia se precisa conocimiento, debate y organización social, virtudes que lucen todavía atrofia excesiva. La gran mayoría de los gobiernos municipales no rinden cuentas a los ciudadanos. Una rendición que consiste en confrontar las promesas electorales (pacto implícito con los ciudadanos), con su efectiva ejecución al finalizar el mandato. Y si el gobernante miente debe dimitir o insinuarle con fundamento que su expulsión se producirá a través del voto. Aplicar la cultura democrática al urbanismo, exige conocimiento, transparencia y debate social. Urge conocer a su vez el coste de los servicios públicos y la forma de financiarlos. Como la deuda del ejercicio, la deuda acumulada y todos sus costes. En transferencias y subvenciones recibidas interesa su origen y su destino, así como las subvenciones otorgadas por el municipio deben ser explicadas. Y si los ingresos por tributos propios no alcanzan el 50% del total presupuestario, el gobierno municipal debería explicar las razones de esa menor financiación. Como es fácil explicar, los ejemplos podrían multiplicarse. 

Y esto pasa en el municipio porque los ciudadanos son a su vez contribuyentes, beneficiarios de los servicios y votantes, circunstancia que obliga al ajuste entre la oferta pública a la demanda social. En caso contrario, habría penalización. ¿Y qué sucede en las Diputaciones provinciales? Pues aquí las cosas son distintas. El candidato a Presidente de la Diputación maximiza votos en los municipios afines al multiplicar ayudas y beneficios. Esto permite tener más diputados que después eligen al Presidente. Por otro lado, las Diputaciones carecen de tributos propios y practican el clientelismo. Su finalidad primaria es maximizar los votos del partido mediante comportamientos paternalistas o pintorescos.

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