La derecha española se resigna con retraso y recelos a los cambios sociales

El presidente del PP y del Gobierno de España, Mariano Rajoy.
El presidente del PP y del Gobierno de España, Mariano Rajoy.

Recelosos primero ante la Constitución, ahora la consideran intocable. Contrarios al aborto y al matrimonio de homosexuales, han terminado por asumirlos. Pero ahora se adelantan en transparencia.

La derecha española se resigna con retraso y recelos a los cambios sociales

Recelosos primero ante la Constitución, ahora la consideran intocable. Contrarios al aborto y al matrimonio de homosexuales, han terminado por asumirlos. Pero ahora se adelantan en transparencia.

Van siempre como con retraso. Cuando gobernaba el socialista José Luis Rodríguez Zapatero, al que cubrieron de toda clase de ataques personales e incluso insultos, comenzaron a elogiar la categoría de estadista de Felipe González, olvidando recordar que ellos mismos habían promovido en su día una feroz campaña contra González con José María Aznar como director de orquesta (“Váyase, señor González”). Ahora, cuando el actual secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, dentro de su afán por levantar las expectativas electorales de su partido, propone reformar la reforma del artículo 135 de la Constitución –la que pactaron Rodríguez Zapatero y Rajoy para colocar el pago de la deuda como prioridad presupuestaria absoluta, además de limitar radicalmente el déficit–, el actual presidente de Gobierno, el conservador e inmovilista Mariano Rajoy, rehabilita de pronto a Alfredo Pérez Rubalcaba. Rodríguez Zapatero seguramente tendrá que esperar más a su rehabilitación, no sé si tanto como Adolfo Suárez, tan vapuleado políticamente o más que él, y que no recibió reconocimientos generales (de derechas y de izquierdas) hasta que murió.

La cosa no se limita al tratamiento de los rivales políticos, que entra dentro del estilo general (lamentable, de todas formas) de descalificar al adversario en un permanente combate electoral. También afecta a cuestiones básicas, en las que caminan igualmente con lentitud.  Confían, supongo, en la inercia conservadora de la mentalidad media de la sociedad, como se refleja en el refranero. Vale más malo conocido, dicen, que bueno por conocer.

Constitucionalistas conversos

Así,  la Constitución que acogieron con tanto recelo, especialmente en lo referente a la organización territorial, ahora es para ellos poco menos que un libro sagrado e intocable (a menos que se toque por imperativo de los grandes acreedores financieros). De estar radicalmente en contra de despenalizar el aborto, primero contra la ley de supuestos de 1985 y después contra la ley de plazos de 2010, pasaron a no modificar nada en la primera ocasión que accedieron al gobierno y a archivar sus proyectos de retroceder con respecto a la del 85, en la segunda ocasión. Algo parecido les pasa con la regulación del matrimonio entre personas del mismo sexo, de 2005, ratificada en 2012 por un Tribunal Constitucional que demostró tener una mentalidad más abierta, a pesar de que la mayoría de sus miembros habían sido designados por ellos. Ahora, con la nueva “ley mordaza” no sólo van con retraso, sino que, en algunos aspectos, retroceden a las leyes de orden público del franquismo.

Su liberalismo se limita al terreno económico, aunque se presentan como firmes defensores de la libre economía de mercado y de la iniciativa privada, pero no parece importarles mucho los oligopolios que manejan los recursos energéticos, por ejemplo, y, por supuesto, algunos no vacilan en aprovechar los fondos públicos para favorecer las iniciativas privadas… de los suyos. Del otro liberalismo, del genuino liberalismo de la tolerancia y de las libertades ciudadanas, tienen algunos ejemplares individuales como para muestra, mientras mantienen un exagerado temor a esa parte de su electorado de cultura clerical, que todavía se mueve en los parámetros del primer concilio vaticano (el de 1869-70, que proclamó la infalibilidad papal y condenó todas las modernidades ideológicas de la época).

Paso adelante en transparencia

Tampoco es que el resto del espectro ideológico rebose dinamismo y sensibilidad social. Todos, en mayor o menor grado (según el nivel de poder al que accedan), tienen sus retrasos o sus precipitaciones, y muchas contradicciones entre lo que dicen y lo que hacen, entre sus principios y su gestión política disfrazada de pragmatismo (es decir, de aceptación de los límites marcados por el sistema económico). Pero esta derecha española y centralista, que tan atenta se muestra para aceptar todas las novedades de especulación económica, acumula todas las reservas frente al ritmo acelerado de los cambios sociales, sobre todo si los cambios representan mayores niveles de libertad y de diversidad.

Por supuesto, llegan también con retraso a la puesta en marcha de medidas de transparencia que permitan al ciudadano informarse en detalle del uso de los dineros públicos, pero esta vez sólo en comparación con los niveles de transparencia de otros países de democracia avanzada. Porque, en comparación con los gobiernos anteriores (populares o socialistas), están siendo unos adelantados, aunque haya mucho que mejorar en la manera en la que se facilitan los datos. Y que se nota mucho que se apresuraron a ponerlo en funcionamiento ante la creciente indignación ciudadana por los casos de corrupción que se van acumulando en los juzgados y las perspectivas electorales que esa indignación va dibujando.

Comentarios