El clientelismo político de algunos medios es proporcional al dinero que reciben

Medios de comunicación. / Manel Vizoso
Medios de comunicación. / Manel Vizoso

Al mismo tiempo, el sometimiento ideológico de los medios públicos al Gobierno de la nación, a los gobiernos autonómicos y a los municipales alcanzan límites insostenibles.

El clientelismo político de algunos medios es proporcional al dinero que reciben

Al mismo tiempo, el sometimiento ideológico de los medios públicos al Gobierno de la nación, a los gobiernos autonómicos y a los municipales alcanzan límites insostenibles.

El panorama político que se ha configurado con las elecciones del 24-M y las posteriores alianzas de gobiernos municipales y autonómicos con nuevos actores políticos en la sociedad española, debería también concretarse en nuevas reglas para gestionar los medios de comunicación públicos y establecer un nuevo trato con los privados. Los ciudadanos nos gastamos algo más de 2.000 millones de euros en subvencionar a las televisiones y radios públicas (incluida RTVE) y el Gobierno de la nación destina 170 millones a publicidad institucional y comercial. Los diferentes ayuntamientos y comunidades autónomas, a su vez, gastan por este concepto en torno a 50 millones y además otorgan diferentes subvenciones a los medios privados de comunicación sin criterios objetivos.

El clientelismo político de algunos medios privados es proporcional a la cantidad económica que el erario les inyecta y el sometimiento ideológico de los medios públicos al Gobierno de la nación, a los gobiernos autonómicos y a los municipales alcanzan límites insostenibles.

La publicidad y las subvenciones se reparten entre los medios privados sin objetividad

 

La publicidad y las subvenciones se reparten entre los medios privados sin objetividad y transparencia, y los medios públicos están sometidos al dictado de los gobernantes en cada plaza.

El nuevo panorama político ofrece una oportunidad magnífica para erradicar las prácticas de oscurantismo y manipulación mediática. La nueva política no debe controlar la información y debe permitir que los profesionales del periodismo la ejerzan con libertad apoyando a sus empresas periodísticas con objetividad y transparencia.

Que diarios como La Razón o ABC, por poner dos ejemplos, sean “premiados” en las campañas publicitarias y subvenciones del poder político, frente a otros medios con mayor audiencia, tiene que acabarse. No soy tan iluso para desconocer que las grandes empresas y entidades financieras seguirán haciéndolo buscando réditos informativos, pero el dinero que es de todos debe emplearse de una manera ecuánime y eficaz.

Hay muchos países europeos que tienen establecidas ayudas a la prensa como garantía de la pluralidad informativa y a la libertad de expresión, pero estas ayudas son transparentes y controladas por los parlamentos con criterios objetivos y, por descontado, la distribución de los ingresos publicitarios está siempre en relación con la audiencia de los medios y no con su complacencia con el poder.

Una nueva política
La nueva política con los medios, la actual y la que está por venir ante el previsible cambio político, ha de basarse en criterios objetivables. No debe ser clientelista y sectaria porque el periodismo no lo es, o no lo debería ser si quiere recuperar su papel de contrapoder y de credibilidad ante los ciudadanos.
Cuando se oyen algunas voces de los “nuevos políticos” en relación a que los medios de comunicación deberían estar bajo control, yo les sugeriría que matizaran que no se refieren a los actuales conceptos de dominio, mando o dirección política. No vaya a ser que nos quedemos como estamos.

 

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