Carta de un viejo desencantado y loco a un tal Felipe, dizque rey de España

Aguirre
Aguirre El Loco, rebelde al rey Felipe.

El autor revisa y adapta, por su asombrosa actualidad, la carta furibunda que Lope de Aguirre, loco o libertador, mandó a otro rey Felipe de España, el segundo de ese nombre.

Carta de un viejo desencantado y loco a un tal Felipe, dizque rey de España

El autor revisa y adapta, por su asombrosa actualidad, la carta furibunda que Lope de Aguirre, loco o libertador, mandó a otro rey Felipe de España, el segundo de ese nombre.

En 1561, el conquistador guipuzcoano Lope de Aguirre escribió una carta al rey Felipe II anunciándole que él y sus cimarrones renegaban de España y que, por tanto, el Austria podía dar Las Indias por perdidas. Desde entonces, Aguirre ha sido considerado un criminal megalómano y paranoico. Sin embargo, Simón Bolívar lo consideraba el primer libertador de América. ¿Cómo se habría dirigido hoy Lope de Aguirre a otro Felipe? Jugando a la ucronía hemos seleccionado párrafos de su carta original, conservada en el Archivo de Indias y accesible en Internet. ¿Manipulación? Puede ser, pero avisada. ¿Cómo llamaríamos entonces al insufrible besamanos servil de estos días? Con ustedes, Lope de Aguirre, un cimarrón...

"Te aviso, rey español, que, para tan buenos vasallos como tienes en estas tierras, que no nos queda otra que salir de tu obediencia. La culpa es de las grandes cargas e injusticias que sufrimos de tus ministros que, por remediar a sus hijos y criados, usurpan y roban nuestra fama, vida y honra. Así hacen creer que todo súbdito inocente es loco y muestran con ello que tu gobierno es aire.

Cuida, rey español, de no ser cruel con tus vasallos, ni ingrato con ellos, pues estando tu padre y tú en los reinos de Castilla, sin ninguna zozobra, te han dado tus vasallos, a costa de su sangre y hacienda, todo lo que en estas y otras partes tienes. Y mira, rey, que no puedes llevar el título de justo en una nación donde no aventuraste nada, sin que los que en ella han trabajado sean gratificados. Qué lástima tan grande que tu padre gastase tanta moneda, por eso duélete de alimentar los pobres cansados en los frutos y réditos de esta tierra, y mira, rey, que, aunque solo sea en la posteridad, para todos hay justicia y premio, paraíso e infierno. Es verdad que son pocos los reyes que van al infierno, porque no sois muchos; que si muchos fueseis ninguno podría ir al Cielo, porque creo que allí seríais peores que Lucifer, según tenéis codicia y ambición.

Atiende, rey católico, a la corrupción de los clérigos de esta nación. Si quieres saber la vida que tienen, te diré que entienden de mercaderías y de bienes temporales, y de vender los sacramentos de la Iglesia al mejor postor; y que son enemigos de los pobres, gente sin caridad, ambiciosos, glotones y soberbios como cortesanos. Por cierto, no hacen falta testigos para avisarte de cómo estos, tus ministros, tienen cada año cuatro mil pesos de salario y ocho mil de costa, y al cabo de tres años tienen cada uno sesenta mil pesos ahorrados, y heredamientos y posesiones; y con todo esto, quieren que cada vez que los topemos, nos hinquemos de rodillas y los adoremos como a Nabucodonosor; cosa insufrible, por cierto. Ojo con ellos, pues tienen un refrán que los resume: "A tuerto y a derecho, nuestra casa hasta el techo".

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