El caos iraquí y la balcanización de Oriente Medio: avance yihadista y recomposición regional

El avance del yihadista EIIL altera el mapa estratégico en Oriente Medio. / RTVE
El avance del yihadista EIIL altera el mapa estratégico en Oriente Medio. / RTVE

El fracaso de EE UU en estabilizar Oriente Medio se evidencia con el caos iraquí tras la caída del gobierno de Nourri al Maliki y la eventual recomposición geopolítica regional.

El caos iraquí y la balcanización de Oriente Medio: avance yihadista y recomposición regional

El fracaso de EE UU en estabilizar Oriente Medio se evidencia con el caos iraquí tras la caída del gobierno de Nourri al Maliki y la eventual recomposición geopolítica regional.

La incierta tregua en Gaza, el avance de la ofensiva yihadista al Norte de Irak en pleno territorio kurdo, la presión de Washington en la remoción del primer ministro iraquí Nourri al Maliki y la reelección presidencial por mayoría absoluta de Recep Tayyip Erdogan en Turquía, son acontecimientos que parecen dar a entender en qué medida se mueven las fichas del tablero geopolítico en Oriente Medio. El avance yihadista y el caos iraquí certifican el fracaso de la estrategia estadounidense en la región, toda vez la ausencia de un marco regional de estabilidad está procreando una reorganización geopolítica donde el epicentro de atención parece focalizarse en la histórica creación de un Kurdistán independiente.

Mientras Israel y la Autoridad Nacional Palestina acordaban ampliar la tregua en Gaza a través de la mediación de Egipto, el marco de inestabilidad en Oriente Medio se concentraba casi exclusivamente en el caos iraquí. La rápida ofensiva yihadista del Ejército Islámico de Irak y del Levante (EIIL) en el Kurdistán iraquí, el cual está provocando un drama humanitario derivado de la masacre y la crisis de refugiados de las comunidades yazidíes y asirias, ha provocado una caída política inmediata: la del primer ministro iraquí Nourri al Maliki.

La caída de al Maliki tiene todos los síntomas de haber sido acordada en Washington. La administración de Barack Obama, que decidió la retirada militar del país árabe en 2011, ha tenido que “regresar” a la región para intentar reordenar el caótico tablero iraquí, toda vez la ofensiva del EIIL está tocando con fuerza el interés estratégico estadounidense y de su aliado israelí: los campos petrolíferos del norte de Irak, con epicentro en Kirkuk y Mosul.

El misterio yihadista

El contexto actual parece considerar cómo a EEUU e Israel les preocupa ahora que el avance del EIIL termine obstaculizando la procreación del principal cambio geopolítico que en cámara lenta se está cocinando en Oriente Medio, siendo éste la constatación de facto de la eventual independencia del Kurdistán iraquí.

No obstante, crecen las revelaciones sobre la presunta cooperación indirecta de EEUU, Gran Bretaña e Israel en procrear y armar al EIIL con el objetivo de perjudicar al régimen sirio de Bashar al Asad durante la guerra interna iniciada en 2011.

Según informaciones en la red enviadas esta semana a través de Wikileaks, Washington, Londres y Tel Aviv alimentaron la creación del EIIL desde 2010 a pesar de las tentativas de Damasco por intentar atraer la cooperación estadounidense para luchar contra la amenaza yihadista.

Por tanto, la expansión del EIIL en esa especie de bolsón territorial entre Siria e Irak supone un efecto colateral de los errores cometidos por la administración estadounidense en los últimos años en Oriente Medio, reproduciendo de algún modo el mismo ejemplo establecido con anterioridad en el Afganistán dominado por los talibanes.

Del mismo modo, el avance del EIIL certificaría la eclosión definitiva del Estado iraquí, recreando la perspectiva de una división étnicamente homogénea entre kurdos, chiítas y sunnitas. La destrucción de Irak y eventualmente de Siria, la balcanización de Oriente Medio en entidades territoriales atomizadas y políticamente débiles y la contención de países árabes con notable liderazgo regional, como Egipto, es un objetivo igualmente perseguido por Israel.

Todo este contexto aunque no menos hipotético permitiría recrear una balcanización regional, donde Estados como Irak, Siria e incluso Jordania se verán seriamente amenazados, en particular ante la eventual creación de un Kurdistán independiente que igualmente supondrá una incomodidad geopolítica para Turquía e Irán, dos países que han venido acercándose en los últimos años.

Por otro lado, un beneficiado colateral de este hipotético escenario es Arabia Saudita, tradicional aliado estadounidense que comienza a tejer indirectamente lazos de cooperación con Israel. Riad ejerce una fuerte influencia en países como Egipto y Líbano a través de la cooperación financiera, toda vez resulta igualmente evidente que la longeva rivalidad entre chiítas y sunnitas en Oriente Medio está actualmente reproduciéndose en un pulso geopolítico entre Arabia Saudita e Irán.

El problema al Maliki

De visita en Australia por un foro de seguridad y cooperación militar regional, el secretario de Estado estadounidense John Kerry dio a entender que Washington no aceptaría síntomas de debilidad política por parte de Bagdad toda vez al Maliki, reelecto sin mayoría en los comicios parlamentarios de abril pasado, no lograba coordinar un gobierno de unidad nacional.

El problema se intensifica al verificarse que al Maliki se niega a ser removido del cargo, amenazando con explotar una “yihad” chiíta contra el EIIL.

La presencia de Kerry en Asia-Pacífico supone igualmente un mensaje sutilmente enviado por Washington a los gobiernos de Oriente Medio, traducido en que la Casa Blanca le otorga prioridad esencial a Asia-Pacífico y que intentará intervenir lo menos posible en las crisis regionales de Oriente Medio.

La caída de al Maliki eventualmente podría verificar un tácito apoyo por parte de Irán. Teherán observaba con recelo la debilidad política del ex primer ministro iraquí, toda vez reforzaba su cooperación con los partidos y actores fuertes en el campo chiíta iraquí, en especial el Consejo Supremo Islámico y el Ejército de al Mahdi, liderado por el clérigo Moqtada al Sadr.

En lo relativo al EIIL, Obama parece decidido a intentar neutralizar al movimiento yihadista a través de ataques aéreos, dejando claro en su alocución televisiva del pasado fin de semana que no está dispuesto a reenviar tropas estadounidenses a la región.

De forma oficial, Washington parece acelerar los planes de suministro de asistencia militar a los kurdos para desalojar al EIIL del Norte de Irak, especialmente del corazón energético trazado entre Mosul, Kirkuk y Erbil, epicentro del eventual futuro Estado kurdo.

Para que estos planes geopolíticos tuvieran éxito, Washington necesitaba neutralizar la ofensiva israelí en Gaza, con una tregua tan necesaria como incierta. Para presionar para la consecución de esta tregua, Washington ha movido ficha a través de la mediación diplomática de un Egipto tutelado por EEUU e Israel a través del general-presidente Fatah al Sissi.

Pero el caos iraquí desplaza completamente la atención del drama que vive el pueblo palestino de Gaza con la persistente ofensiva militar israelí. Esta progresiva pérdida de importancia de la situación palestina parece persuadir a Washington a que Israel y Egipto retomen la iniciativa, mientras la administración Obama intenta reordenar un complejo tablero geopolítico donde vuelve a ocupar el centro de atención un aliado estratégico cada vez más incómodo: Turquía.

El viraje turco

Por tanto, la otra pieza decisiva en el tablero de Oriente Medio parece estar focalizada en Turquía. La abrumadora victoria por mayoría absoluta del hasta ahora primer ministro Recep Tayyip Erdogan en los primeros comicios presidenciales elegidos en Turquía por el voto popular y democrático, consolida su poder y el del islamista partido AKP.

Todo ello supone para Washington y sus aliados, especialmente Israel y Arabia Saudita, la inevitable necesidad de observar en qué medida Erdogan y el AKP consolidan un poder hegemónico en un país tan estratégico como Turquía, por demás miembro de la OTAN.

Con casi el 52% de los votos, Erdogan se erige ahora como presidente con casi todas las posibilidades de reformar la Constitución. Para ello necesitará que su partido obtenga una nueva mayoría absoluta en las elecciones legislativas de 2015, lo cual consolidaría a Erdogan y el AKP como el actor político hegemónico de una Turquía que está observando históricos cambios, en especial en su tradicional y cada vez más alterada orientación pro-occidental.

Convencido de que Erdogan aparentemente tiene el control casi absoluto en la política turca, Washington necesita abrir rápidamente un colchón geopolítico que le permita neutralizar la orientación turca hacia otras potencias, como China, Rusia e Irán. Ese colchón se llama acelerar la creación de un Kurdistán independiente. El obstáculo: la inesperada ofensiva yihadista del EIIL.

Prácticamente convencido de que la independencia del Kurdistán iraquí viene apoyada tácitamente por Washington y oficialmente por Israel, Erdogan ha mostrado en los últimos tiempos una mayor consideración hacia las demandas soberanistas kurdas. Incluso ha abierto un canal de cooperación y relación directa con la Región Autónoma Kurda (RAK) del presidente Masud Barzani, especialmente en materia energética.

El problema es que, como sucediera con la crisis de refugiados en la guerra en Siria, el caos iraquí está provocando el mismo éxodo hacia Turquía de refugiados yazidíes, asirios y turcomanos que huyen del terror yihadista.

Erdogan debe tomar en cuenta en qué medida esta eventual expansión hacia sus fronteras del caos iraquí puede terminar complicando sus aspiraciones políticas a corto y mediano plazo o si, más bien, este aspecto pueda reforzar el papel diplomático turco en Oriente Medio, a pesar de las recientes contrariedades motivadas por la guerra siria o la tensión entre Turquía e Israel por el drama palestino.

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