La base sobre la que está construyéndose el crecimiento tiene unos pilares débiles

El Eurogrupo pone punto y final y, con éxito, al programa de recapitalización de la banca española.
¿Está garantizado el crecimiento? / Mundiario

La métrica de nuestro crecimiento basado en el consumo privado y en los sectores productivos clásicos no son capaces de generar el empleo que precisamos. 

La base sobre la que está construyéndose el crecimiento tiene unos pilares débiles

La métrica de nuestro crecimiento basado en el consumo privado y en los sectores productivos clásicos no son capaces de generar el empleo que precisamos.

Han pasado algo más de 60 años desde la Declaración de Shuman, alforja que comenzó vacía y que fue llenándose de contenido a medida que se avanzó por el camino hacia la mayor unidad de los países adheridos. La Comunidad Europea del Carbón y el Acero fue el primer paso en el camino hacia la construcción de la federación de Europa, que sirvió de base para un período de democracia y prosperidad sin parangón. La década de los 80 fue crucial: se eliminaron los principales obstáculos, se abrieron las fronteras, se estableció la libertad de movimientos de personas y capitales,… y, en definitiva, se llevaron a cabo acciones que reforzaron la unidad y que culminan con la creación de la moneda única. Sus ventajas son obvias, pero también son muchas las limitaciones, más aún cuando Europa no está fiscalmente integrada. 

El colapso económico que estalló en el año 2007 evidenció que las consecuencias de la crisis de las subprime iban a sentirse de manera diferente, y con recaídas importantes a partir del año 2009 en Irlanda, Portugal, Grecia y España, países con comportamientos idiosincráticos propios. Enseguida se puso en marcha un mecanismo cuya locomotora, Alemania, estableció las líneas estratégicas de una hoja de ruta que, todavía, no se ha culminado. Recordaban las primeras medidas adoptadas a aquello que escribió Spengler en el año 1933 “Alemania es la nación decisiva del mundo…, los alemanes son todavía lo bastante jóvenes para vivir en si los problemas de la historia universal”. Con autoridad en algunos casos y arrogancia en otros, Angela Merkel encabezó el camino hacia la recuperación económica, no sin recortes importantes en el Estado de Bienestar.

Lejos de erigirnos en los campeones del crecimiento,  hemos sido de los países que menos avanzaron de manera acumulada en el último lustro

 

España se encuentra entre los países que más han sufrido la crisis. La apuesta que se hizo por el crecimiento basado en la construcción residencial, una laxa regulación, que permitió la acumulación de las crisis financieras, derivaron en un colapso con consecuencias económicas y sociales muy importantes.  Las últimas previsiones de la Comisión Europea y de la OCDE,  nos permiten hacer balance y podemos hablar ya de una década perdida, marcada por altas tasas de desempleo y la ampliación de una gran brecha de desigualdad. Con un mercado laboral enfermo, un elevado desempleo estructural y un modelo productivo en el que predominan las pequeñas empresas, es necesario pararse a pensar y decidir qué es lo que queremos del futuro. Lejos de erigirnos en los campeones del crecimiento,  hemos sido de los países que menos avanzaron de manera acumulada en el último lustro.

La pregunta que nos hacemos es ¿por qué?, y la respuesta, lejos de ser sencilla, puede resumirse de la siguiente manera: la métrica de nuestro crecimiento basado en el consumo privado y en los sectores productivos clásicos no son capaces de generar el empleo que precisamos. La base sobre la que está construyéndose el crecimiento económico tiene unos pilares débiles, como de “plastilina”, sabiendo que los bajos precios del petróleo y el programa de compra de activos del Banco Central Europeo no tendrán efectos ilimitados en el tiempo. Estamos viendo ya cómo el sector exterior empieza a sufrir un deterioro derivado de la crisis de los países emergentes, sobre todo, de China, lo que hace confiar el incremento de la demanda al mercado interno,  a la vez que carecemos de inversión suficiente en estructuras económicas y productivas, capaces de dar respuesta a los inminentes retos del futuro.

La evidencia y el aprendizaje de estos años nos hace reparar, además, en que sería preciso un gobierno de los “Estados Unidos de Europa”, de corte federal, al que habría que poner un cambio de rumbo en aspectos tan importantes como los ideales comunes de justicia distributiva, y la asunción de mayores competencias de ingresos y gastos públicos. Una unión fiscal, además de la monetaria, que  culmine en una verdadera unión política.

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