Armas en los Estados Unidos, un negocio letal con permisividad política

Una mujer con un arma. / DodgertonSkillhause morgefile.com
Una mujer con un arma. / DodgertonSkillhause morgefile.com

Se calcula que la población norteamericana tiene más de 300 millones de armas de fuego, aproximadamente un arma por cada habitante del país. ¿Para qué quieren tantas armas? ¿Para defenderse de quién?

Armas en los Estados Unidos, un negocio letal con permisividad política

Se calcula que la población norteamericana tiene más de 300 millones de armas de fuego, aproximadamente un arma por cada habitante del país. ¿Para qué quieren tantas armas? ¿Para defenderse de quién?

Un accidente con un arma de fuego interrumpió una costosa boda en el lujoso hotel Waldorf Astoria, en Nueva York, el pasado junio. A uno de los asistentes a la boda se le disparó la pistola que llevaba oculta en su chaqueta. La bala rozó la cabeza de una mujer e hirió a otras tres personas, por fortuna ninguna de gravedad. Claro, pudo haber sido peor.

La organización norteamericana sin fines de lucro National Gun Victims Action Council (Consejo Nacional de Acción de Víctimas de las Armas, NGVAC) señala que en los últimos 15 meses se han producido por lo menos tres accidentes con armas de fuego en tiendas Walmart, y también en otras tiendas como Target, Sam’s Club y Staples.

¿Por qué ocurren estos accidentes con temible frecuencia? Porque a diferencia de otros países desarrollados, en los Estados Unidos la posesión individual de armas no solamente es legal, sino que los fabricantes y vendedores de artefactos para matar la estimulan.

Basándose en una interpretación caprichosa de la Segunda Enmienda de la Constitución, aprobada en 1791 y cuyo objetivo era mantener milicias para defenderse de una posible agresión británica, los políticos se inclinan ante la poderosa Asociación Nacional del Rifle (NRA), la principal promotora de los negocios de armas. La NGVAC observa que mientras los accidentes con armas de fuego ocurren con frecuencia, los gobiernos de muchos estados están relajando las leyes de posesión de armas. En Kansas, por ejemplo, desde abril es ilegal exigir a los portadores de armas que pasen un entrenamiento. Para conducir un automóvil, para cortar el pelo, para dar masajes, la ley requiere pasar un entrenamiento. Y para tener un arma, ¿no?

Esto ocurre en el mismo país que inició, por ejemplo, una cruzada muy eficaz contra el hábito de fumar cigarrillos cuando se determinó que el humo del tabaco era mortal. ¿Pero puede haber algo más letal que un arma? Difícilmente. Sin embargo, no existe ni remotamente una campaña similar contra el uso indebido de las armas. Los políticos permiten que gentes sin entrenamiento anden por ahí con una pistola en el bolsillo, entren armados en establecimientos llenos de personas, y mantengan en sus casas arsenales mortíferos.

Se calcula que en los Estados Unidos hay más de 300 millones de armas de fuego en manos de la población. O sea, aproximadamente un arma por cada habitante del país. ¿Para qué quieren tantas armas? ¿Para defenderse de quién? Las pistolas y los fusiles en manos inexpertas no suelen detener a los criminales, sino que terminan matando o hiriendo a víctimas inocentes, causando accidentes –o incidentes– tan trágicos como estúpidos que nunca debieron haber sucedido.

Ya es hora de que los norteamericanos abran los ojos ante las perniciosas consecuencias del negocio de las armas de fuego, que produce más de 30.000 millones de dólares en ventas, y cuyos beneficiarios defienden invocando una enmienda constitucional anticuada y despojada de su propósito original.

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