En Thailandia, cuando muere un Rey

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Rezando, de madrugada, por el Rey. / X.A.

Muchas son las veces que he estado en Bangkok. Sin embargo, en esta ocasión tengo la extraña sensación de que algo no va bien. No podía imaginarme cuando llegué que presenciaría un momento histórico en la historia de Tailandia. 

En Thailandia, cuando muere un Rey

Octubre de 2016. Llego a Ga Hua Lamphong, la estación de trenes de Bangkok, después de una animalada de horas de bus desde Phnom Penh, Camboya. Son tantas las veces que he venido a esta terminal que me resulta tan familiar como Chamartín. Pero en esta ocasión tengo la sensación de que algo no va bien. Puedo sentirlo en el ambiente. Me muevo automáticamente por la ciudad, creo que ya no tiene secretos para mí. La frenética urbe es, junto a Kuala Lumpur, el hub (centro de operaciones) del sudeste asiático. No solo continúo volviendo aquí cada vez que me expira el visado en los países de alrededor, ya que en Thailandia no lo necesito durante los 30 primeros días, sino que también me resulta un buen lugar desde el que moverme hacia otros destinos, de una manera generalmente más práctica y /o económica.

Quiero aprovechar el tiempo, saborear cada segundo de este largo viaje. Ya no tengo prisa. Ahora sí, siento que cada día es precioso

Negocio el precio de la carrera con una moto taxi - odio los tuk tuk - y recorro de nuevo las calles que desembocan en Wat Suthat Thepwararam, templo al que le tengo especial cariño por ser el primero en el que me uní a una ceremonia budista. El tráfico es pesado y las bocinas ensordecedoras. Sin embargo, mi taxista se las arregla para colarse entre todos los coches circulando a una velocidad muy por encima de lo que debería. Intento explicarle, en las contadas ocasiones en las que se detiene respetando el semáforo en rojo que, en realidad, no hay razón para correr. Quiero aprovechar el tiempo, saborear cada segundo de este largo viaje. Ya no tengo prisa. Ahora sí, siento que cada día es precioso -en todos los sentidos de la palabra-, llevando a la máxima expresión la conocida sentencia que predica añadir más vida a tus años, y no más años a tu vida.

Los ridículos deadlines que marcaban mi existencia y el ritmo de vida tan vertiginoso y acelerado que llevaba -que no me permitía disfrutar de los míos y de lo que de verdad me gusta-, me resultan ahora tan lejanos como absurdos. Me prometo a mi misma no volver a caer en la misma trampa.

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Palacio Real, Bangkok. / X.A.

 

Inquietantes dudas

Pasamos por delante del Palacio Real. Están engalanando los muros que resguardan y protegen los maravillosos templos del interior del recinto. Me extraña. Lo único que acierto a pensar es que el Rey ha muerto. Empiezo a barajar posibilidades: ¿Ysi estuviese en lo cierto? ¿Y si lo hubiesen liquidado? No hace tanto del último golpe de estado en 2014, práctica bastante habitual en el país. ¿Le sucedería su hijo? ¿Aprovecharían sus rivales políticos para hacerse con el poder? ¿Los militares tomarían de nuevo las calles?. Divagando llego a Khao San Road, calle turística por excelencia, donde siempre te encuentras a algún gallego. Llevo muchos meses sin tener una conversación en persona en mi propia lengua y, la verdad, a veces lo echo mucho de menos. Ya digo, esta calle bien podría ser la Gran Vía de Madrid, por la cantidad de españoles con los que me cruzo.

Todavía no sé que estoy a punto de poder tomar la última cerveza en el país. La policía no tarda en recorrer la animada calle, famosa por su incesante fiesta hasta altas horas, por la venta de insectos y sustancias varias y por ofertar shows de lo mas variopinto. Los uniformados van cerrando varios locales a su paso, apagando la música y prohibiendo servir bebida desde este mismo momento. De hecho compruebo que ya no se puede adquirir ningún tipo de espirituoso en ninguna tienda hasta dentro de un mes, quedando asi mismo suspendidos todo tipo de eventos y espectáculos de diversa índole.

Los militares están posicionados en cada esquina de la ciudad. Empiezo a temerme lo peor

Es así como queda inaugurado un riguroso luto a lo largo de todo un año. Efectivamente, ya no hay duda de que el rey de Thailandia ha muerto. De vuelta a mi hostal descubro que los militares están posicionados en cada esquina de la ciudad. Empiezo a temerme lo peor. Los militares estan posicionados en cada esquina de la ciudad. Empiezo a temerme lo peor.

Culto a la personalidad

En la TV solo se pueden visionar, de manera repetitiva y constante, documentales e imágenes sobre la vida y obra del monarca Bhumibol Adulyadej. En los medios domésticos y domesticados todo gira en torno a su persona, pero los canales internacionales han sido bloqueados y censurados. Conocidos portales en internet muestran su respeto con un mensaje de condolencia y una nueva apariencia en blanco y negro. 

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Ayutthaya, antigua capital de Tailandia. / X.A.

Así que veo a una ciudad entera colapsarse ante la incertidumbre y sobre todo, la tristeza. Miles de personas acuden de noche a rendirle homenaje al difunto ante las puertas del hospital. Las mujeres con velas y retratos de su rey lloran y rezan sin pausa. El dolor es evidente. Palpable.Y, ante mi asombro, real. Es decir, auténtico.

Al día siguiente, descubro que todo el mundo, sin excepción, viste de riguroso negro (o blanco, ya que ambos colores son oficiales para el duelo). Me impresiona ver a millones de personas vestidas de negro.


He quedado con Elisa Muñoz, una amiga peruana que también se encuentra viajando sin billete de vuelta, para visitar Ayutthaya,  la antigua capital de Tailandia. Mientras esperamos el tren, una tailandesa se nos acerca y dirigiéndose a mi amiga le dice: ''Este es mi país. Nuestro amado rey ha muerto y estamos muy tristes. Deberías mostrar respeto. No deberías vestir colores alegres cuando nosotros estamos llorando nuestra pérdida. Respeto. Muestra un poco de respeto''.

Este es mi país. Nuestro amado rey ha muerto y estamos muy tristes. Deberías mostrar respeto. No deberías vestir colores alegres cuando nosotros estamos llorando nuestra pérdida. Respeto. Muestra un poco de respeto

Asistiendo a una farsa

Elisa, incapaz de empatizar con la situación, responde con una suerte de OK. Nos miramos y discutimos sobre si deberíamos ser más cuidadosas. ''Yo jamás llevaría luto por nadie del gobierno peruano… Y de llorar, ni hablamos. Así que ¿por qué he de hacerlo aquí? - me explica Elisa. A mí también me cuesta mucho, muchísimo imaginar que algo así pudiera suceder en España y, aunque también me cuesta entender el sufrimiento del pueblo tailandés, intento ser respetuosa para con su dolor. De modo que haciendo de tripas corazón, nos acabamos imponiendo los buenos modales. Compramos ropa negra y nos la ponemos para salir a la calle.

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Retrato de Bhumibol Adulyadej repartido en su funeral. / X.A.

Durante semanas observo la llegada de miles de tailandeses procedentes de todos los rincones del país. Acuden a Bangkok a despedir a su Rey, el único que han conocido ya que llevaba en el trono 70 años, y a quien consideraban, practicamente, un ser divino. Quienes peregrinan a esta cita luctuosa disfrutan de medios de transporte gratuitos, además de comida, servicios médicos permanentes y hasta repelente para mosquitos. 

Un grupo de tailandeses, al verme con un lazo negro en mi camistea, me detiene y me entrega una flor y una foto del Rey. ''Siento vuestra perdida'' - les digo falsamente, esperando que mi absoluta carencia de sentimientos para con toda la situación no sea muy evidente. ''Gracias por venir hasta aqui'' - responden claramente afectados. Me pregunto, mientras me alejo, si en realidad conocen la historia detrás de su amado Rey o si, simplemente, como en tantas otras ocasiones en la vida, el amor resulta ser ciego. Sea como fuere, la situación no consigue conmoverme.

Es un despliegue espectacular del régimen. Pienso en que todo es una farsa, ya que por ley está prohibido criticar al rey y estoy perpleja observando que durante días muchas personas se mantienen en vela tras los muros del palacio donde se custodian los restos de este personaje de culto. No acabo de entender que veneren de esa manera a un rey, podrido de dinero, que bajo el punto de vista europeo –y no hay que olvidar que se educó en el viejo continente-, ha sido un dictador.

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