El hacha de plata, el nuevo poemario de Miguel Veyrat: consumación de un trance

El hacha de plata/ siltola.blogspot.com
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Miguel Veyrat ha logrado superarse a sí mismo en un poemario que es la revelación del origen de nuestra existencia como seres invocados por el artificio de los signos.

El hacha de plata, el nuevo poemario de Miguel Veyrat: consumación de un trance

  He leído mucho a Miguel Veyrat. Sus poemarios siempre me han parecido un referente literario donde el poeta analizaba desde la emoción y la razón los entresijos de la escritura y todo cuanto se traducía de sus posibilidades lingüísticas. Esa máxima tomista aparece también en su nuevo poemario, El hacha de plata, publicado por La Isla de Siltolá, pero considero que hay una superación respecto a los trabajos anteriores. Sin renunciar a la conmotio de la expresión literaria, Veyrat se incluye en la tradición del poeta cabalista que interpreta los signos como una manera de explicar los orígenes del mundo, su proyección en el futuro, su definitiva aniquilación en un momento impronunciable.

  Lo mistérico, la tradición sufí, la música en su connotación órfica, una semiótica propia que fusiona un lenguaje privado, reconocible ya en Poniente, con la naturaleza en su visión caótica y compleja, definen algunos aspectos temáticos y formales de este poemario que defino como un mantra, una oración en sí mismo, una estructura salmódica que recuerda al paganismo; a ese paganismo que renuncia a la ortodoxia del saulismo, pero que conserva todas las resonancias místicas de aquello que hace a las religiones alianzas entre hombre y un dios que va más allá de lo moral; la incertidumbre.

  Miguel Veyrat acepta la incertidumbre de nuestra existencia, pero hay un momento en el que su poesía decide indagar sobre esa escandalosa paradoja en la que nos sumimos, entendiendo escandalosa en su acepción de griego clásico: tramposa. Veyrat quiere evadirse de ese escándalo y El hacha de plata interviene en esa posibilidad de esclarecimiento. Su simbología ecléctica, sus citas y sus referencias mitológicas y metaliterarias convierten a este texto en una clase de manuscrito inusual, inédito, anómalo, que intenta cruzar la trampa de las sirenas odiseicas, el silencio de un mundo al que no perteneceremos jamás por mucho que creamos que existe el arraigo o la patria.

  No renunciar a la mortalidad a través de la palabra explica ese hecho y este poemario es catáfora de la muerte y de nuestra extinción, pero una extinción con sentido, con sentido literario. La escritura permanece, su eco, su inmanencia simbólica, su cripta, su catacumba. La literatura es asilo de lo humano, no como carnalidad, sino como figuración de una escritura mayor, de las leyes del caos que gobiernan las estrellas, su oscuro hábitat. Por esa razón, Veyrat acude a lo esencial, a la sustancia de los nombres y se aleja del adjetivo. Por esa razón también, nuestro poeta investiga en el barroquismo, en la tradición clásica de algunas estrofas, porque lo literario es tributo de lo literario, y, tras esa poética, están las posibles explicaciones de nuestro sein en el mundo, lejos de lo racional, a merced de la incertidumbre o del terror consumado de Caribdis en nuestro viaje a alguna parte.

Un abrazo, maestro.

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