Habitación 300: La revolución no ha lucrado a ningún profesional jamás

Baby Doll, 1956.
Baby Doll, 1956.

Hice el amor, dios mío, hice el amor en sueños, en sueños era amor. Y resulta que de mi imaginación entendí...

Habitación 300: La revolución no ha lucrado a ningún profesional jamás

Que no había nadie sino yo en mi cuarto, yo con mi pánico solo, por culpa de nadie, porque sí, como si tanta calma no fuese posible desde que no hacía sino lamentar una mala acción y luego dormir, luego un nuevo día y volvía a doler cada vez más... Ese algo, cosas ocultas que hacían mi existencia útil, porque, si no sufriese por ellos, sintiéndolos como míos, ¡moriría! ¡Me muero por hacer mis sueños realidad para despertar! Y pegarles hasta que lloren de vergüenza. ¡Muero siempre que no soy nadie sin ese alguien que se esconde!

Existen, me hacen sentir, me hacen sufrir porque no valgo más que un escalofrío vano e inexplicable, pienso en ellos y me siento completa pero incompleta, son buenos para mí, conjeturo el cuidado de un hombre en mi lecho pero, aún a mi disposición, el ingenio se vuelve saliva en la comisura y silencio en la noche. Ha habido personas y oscuridad en mi vida. El vacío existencial es como mi familia del café, y como mi familia amarga y mi dulzura.

¿Sería mejor asumir el problema y ser un ente inmóvil de hipersensible que se niega, se imagina y se fue hace mucho tiempo? ¿Soy loca y talentosa o cierta y desgraciada? Le digo un poquito a cada, deben dialogar, mezclarse como las razas con mi lengua vernácula, tienen que respetar mi orfandad, mi cultura, mis países, mi soledad, mi labor, mi pereza, mi derecho a un hogar en alguna parte…

¡Se reían de mi sexo! ¡Comentaban y comentan! ¡Me entregué a algo volátil con los hombres cada vez! Y yo sola, sola solita andaba desandando caminos hasta encontrar mi propio cuerpo y el misterio en que provoco silencios. ¡Sexo! ¡Del hedor a la elucubración del placer! ¡Cómo mienten en pro de un egoísta orgasmo! ¡Oscuros!

La risa, respiraciones entrecortadas, la risa y el deseo hechos costumbre en un país de excesos que se burló de los vencidos aún muertos, que ahora consumen arte pero la esconden en el maletero de camino a las capitales y a la vuelta al paro. Era típico dentro y fuera del hogar el secretismo, a veces te cuentan un secreto que es mentira y obras como tal o se lo dices a todos como una loca, hasta que entiendes que no era afecto sino cautela, que te daban de comer para esconder esas costillas y te aplaudían cuando lograbas un ridículo efectivo.

Vinieron ellos, quiero que todos de la misma categoría, yo creía en ellos como en las estrellas de cine, sin considerarme a la altura, pero luego estaban todos encima de mí, era todo adecuado a esa conspiración de cocina y recibos tan justos como para ser linda y loca, antes que rebelde y loca.

Hice el amor, dios mío, hice el amor en sueños, en sueños era amor. Y resulta que de mi imaginación entendí que les gusto así gustosa, sin más deseo, sin otro compromiso que el de volver siempre al cuarto a llorar, con tal de que no tengan que escucharme e insultarme y darme un abrazo, porque no he tenido sexo, fue sólo una impresión, seré libre cuando reconozca que tengo un problema con tantos libros, recetas, deportes… Amantes que juegan a casarse entre sí, bajo el influjo de mi deseo sumiso, una súplica como la del empleo. Obsesionados con los orgasmos que les provoco como el rey de Francia con el lanzamiento de un mísil o mi padrastro con el candor de mi duda constante y como si el desapego de mi cardiopatía depresiva fuese una prueba más de la guerra injusta -vaya, ¡qué tópicas injusticias!- y los mártires a los que represento en vida.

De la noche al día, he dado más vueltas que la luna, y robé tantas almas como fotos hay en los periódicos, pero no quiero saber más. Quiero seguir pensando que hay amor, que existe, en algún roce o utopía…  @mundiario


 

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