Uno de los grandes imperios de la historia financiera de España hoy vale 0 euros

Carmela Arias y Díaz de Rábago, condesa de Fenosa.
Carmela Arias y Díaz de Rábago, condesa de Fenosa.

La condesa de Fenosa logró que el Banco Pastor llegase a la siguiente generación, cumpliendo un encargo de su marido, Pedro Barrié de la Maza. Pero no pudo hacer más milagros. Aquel banco que era más grande que el Santander se ha diluido en el banco de los Botín. Menudo desastre financiero.

Uno de los grandes imperios de la historia financiera de España hoy vale 0 euros

Cuando iba camino de los noventa años preguntaba a veces a sus interlocutores cómo la veían, sentada y protegida por una mesa limpia de papeles. Se llamaba Carmela Arias y Díaz de Rábago y era conocida como la Condesa de Fenosa, título que había heredado de su marido, Pedro Barrié de la Maza, conde de Fenosa. Discutible o no esa concesión del franquismo, al menos sirvió para que se perpetuara el nombre de una empresa gallega, que ahora ya no lo es, tras su fusión con Unión Eléctrica Madrileña en 1982 –curiosa manera de estrenar la autonomía en Galicia– y su posterior compra por parte de la catalana Gas Natural.

Los interlocutores de la condesa solían –solíamos– ser especialmente educados con doña Carmela pero –al menos algunos– sin renunciar a ser veraces. Para su edad, aquella mujer estaba francamente bien de aspecto y seguía, como siempre, al pie del cañón. Nadie pudo reprocharle que, al menos bajo su mandato, se destruyera el tremendo emporio económico y financiero que heredó de su marido, cuya memoria honró vivo y muerto, tras unos cuatro años de matrimonio. Logró su objetivo –tal vez producto de un encargo– de que el Banco Pastor se mantuviera en pie, independiente, hasta otra generación. Curiosamente, es otra mujer –Ana Botín– la beneficiaria final de la desfeita protagonizada por el heredero de Carmela Arias, su sobrino José María, quien previamente había apartado de la gestión del grupo Pastor a su hermano Vicente, mayor que él.

Sede del Banco Pastor, en A Coruña.

Sede del Banco Pastor, en A Coruña.

Carmela Arias quedó al frente de todo un imperio económico que comprendía no solo el Pastor, sino una gran fundación y un sinfín de empresas industriales y energéticas

En sus años de presidenta de un banco, la Condesa era sinónimo de A Coruña y, de alguna forma, de toda Galicia. Ahora que existen milmillonarios coruñeses como Amancio Ortega o Manolo Jove, su dimensión económica puede parecer menor, pero nada más lejos de la realidad: aquella sencilla mujer quedó al frente de todo un imperio económico que comprendía no solo el Pastor, sino una gran fundación y un sinfín de empresas industriales y energéticas. Y tanto en vida como cuando se fue, Carmela Arias dejó su poso: esa sensación del poder de la discreción, de las maneras educadas, de las miradas penetrantes, de sus tímidos saludos, de su luto por dentro y por fuera.

Carmela Arias y Díaz de Rábago llevaba unos años retirada, o eso decían algunos. La realidad era bien diferente. Allá arriba, en la sexta planta del edificio de la Fundación Pedro Barrié de la Maza, en plenos cantones coruñeses –por fortuna, ya no son de José Antonio Primo de Rivera, tras una intensa campaña de denuncia del periódico digital Xornal.com–, la Condesa miraba hacia algo más que el retrato de su difunto esposo, colocado con mano delicada cerca de un crucifijo. Se le iba la vista hacia una pantalla por la que fluían las cotizaciones de su banco, ya entonces en horas bajas, de manera que le hacían perder millones de pesetas a su fundación pero también a algunos compañeros de viaje, como Amancio Ortega, los del Pino, Caixanova, José Alberto Barreras, José Souto, Epifanio Campo y algún que otro empresario gallego que tendió la mano al Pastor pensando, por un lado, en ganar dinero y, por otro –no nos engañemos–, en todo lo que podía pasar cuando doña Carmela no estuviese. ¡Qué gran error de cálculo tuvieron unos y otros!

José María Arias ante un retrato de Pedro Barrié de la Maza. / laopinioncoruna.es

José María Arias ante un retrato de Pedro Barrié de la Maza. / laopinioncoruna.es

 

La venta de la oficina de Gijón marcó el antes y el después: a partir de ahí el Banco Santander adelantó al Banco Pastor

El Banco Pastor ya estaba muy lejos de ser como el Santander, aunque no hacía tantos años que había sido más grande que el banco de los Botín. La venta de la oficina de Gijón marcó el antes y el después. En realidad, ni siquiera era ya la primera entidad financiera de Galicia, ante la entonces emergente Caixa Galicia de José Luis Méndez. Pero era un patrimonio que su heredero y sobrino, José María Arias, no supo preservar. Por eso eran tan importantes las miradas de los ojos de la Condesa cuando, sentada en su sillón, giraba lentamente la cabeza hacia su derecha y veía aquella pantalla donde el Banco Pastor caminaba cuesta abajo. Ni ella se merecía aquel sufrimiento, ni sus empleados ni los gallegos que de alguna manera –a veces incluso sin saberlo– contribuyeron a levantar el imperio de Barrié de la Maza con recursos de todos.

Llegó un día en el que Banco Pastor de José María Arias no podía caminar solo y tuvo que buscar refugio en el Banco Popular de Ángel Ron, dos enfermos en la misma camilla. El expresidente del desaparecido Banco Pastor, José María Arias, no diversificó el capital de la absorción de su entidad por el Popular y ahora lo pierde todo. Y no fue porque no fuese advertido.

Por sus acciones en el Pastor, a la fundación de José María Arias le dieron a cambio títulos del Popular por valor de 450 millones de euros. Pero como no diversificó aquella cartera, ahora que el Popular vale 1 euro –en realidad el Banco Central Europeo valora la entidad entre 2.000 millones y 8.200 millones negativos–, lo ha perdido todo.

Por mucho que se ha empeñado en cacarear cierta prensa, hoy el Banco Pastor no existe. Ni el genuino, el histórico, ni el nuevo Banco Pastor creado por el Popular para dar la sensación de que –al menos en Galicia– existía. Vale 0 euros. Miles de millones de euros en títulos del banco y de sus grandes empresas filiales se han evaporado, y nadie reclama semejante hazaña. Desde luego doña Carmela no fue la culpable. Otros no pueden decir lo mismo... @J_L_Gomez

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