El irrespeto a la ley y la bipolaridad política de los líderes catalanes

Parlamento de Cataluña. / parlament.cat

Los dirigentes catalanes persisten en su desafío a la ley, incluso cuando el Tribunal Constitucional les ha acusado de desobediencia y prevaricación. 

El irrespeto a la ley y la bipolaridad política de los líderes catalanes

Si Cicerón levantara la cabeza en la España de hoy -"la salud del pueblo está en la supremacía de la ley"- se volvería a morir. Con razón. Defendía el sabio romano que "para ser libres hay que ser esclavos de la ley", pero hoy los primeros que deben cumplir y aplicar las leyes se las saltan y hacen ostentación de ello. No hay leyes, solo interpretaciones de las leyes. Sucede en Cataluña, donde su presidente, el primer representante del Estado en esa autonomía, viene a Madrid a ofrecer diálogo y pacto sobre un referendo ilegal. Y recurre leyes nacionales, que le parecen injustas, ante un Tribunal Constitucional que no reconoce, lo que no deja de ser una cierta bipolaridad política.

Como lo es que se queje de que "España nos roba", pero recurra a las arcas del Estado para poder pagar las facturas que debe y que, en muchos casos, se deben a actuaciones que, cuando menos, bordean la legalidad. A la presidenta del Parlamento catalán, al anterior presidente de la Generalitat y a otros dirigentes catalanes el Tribunal Constitucional les ha acusado de desobediencia y prevaricación, al margen de anular su plan separatista, pero ellos siguen impertérritos su desafío a la ley.

Sus socios también se saltan la ley a la torera -aunque no sé si es apropiado usar esta expresión allí donde se han criminalizado y prohibido las corridas de toros- y hay ayuntamientos, como el de Badalona, que no sólo se pasa la ley por el forro de sus concejales, sino que hace alarde ello. Por cierto, ese ayuntamiento está sostenido por el PSC, un partido al borde de la escisión del PSOE, lo que abre otra caja de Pandora en sus filas.

Algunos defienden que las leyes injustas no deben cumplirse. El problema es que, en esta democracia que tenemos, el menos malo de los sistemas conocidos, y el que nos ha permitido la mayor etapa de paz, todas las leyes se pueden cambiar por la voluntad de la mayoría, pero mientras eso se produce, hay que cumplirlas. El tantas veces asesinado Montesquieu decía que "la ley debe ser como la muerte, que no exceptúa a nadie". Esa es la teoría. En la práctica, muchos políticos tratan de situarse en la frontera que permite, bordearla o, simplemente, incumplirla. Los mismos que incumplen la ley son los que nos obligan a los demás a acatarla.

El poder permite a unos ignorar la ley -eso conduce siempre a la corrupción- y obligar a los demás a cumplirla. Algunos políticos se están cargando la supremacía de la ley y creando una inseguridad jurídica que afecta no sólo a la Justicia sino también a la economía. ¿Quién va a estar dispuesto a invertir en un país donde el respeto a la ley es una pura declaración de intenciones que, como las promesas electorales, nadie cumple?

Saltarse la ley ha sido un deporte nacional, no sólo de los políticos. Ni siquiera de los políticos catalanes. Hay partidos que defienden el incumplimiento de las leyes que "ellos" deciden que son injustas. Bankia puede ser otro ejemplo. Y el casi vitalicio presidente de la Federación Española de Fútbol, Ángel María Villar, ha reconocido ante el juez que incumple voluntariamente la ley que le obliga a convocar elecciones porque esa ley no le gusta. "Esclavos de la ley", ¿recuerdan? La ley es papel mojado para algunos y una grave amenaza para otros. Pero nunca para los mismos. ¿Hasta cuándo abusarán de la paciencia de los [email protected]

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