'Donde el silencio', de Luisgé Martín, premio Llanes de viajes 2013

Portada Donde el silencio, de Luisgé Martín. Premio Lllanes de Viajes 2013, imagineediciones
Portada Donde el silencio, de Luisgé Martín. Premio Llanes de Viajes 2013, imagineediciones

Geografía emocional y existencial de seres humanos, en la incesante búsqueda de su paisaje vital. La mirada introspectiva del autor nos invita a adentrarnos en el silencio de sus experiencias.

'Donde el silencio', de Luisgé Martín, premio Llanes de viajes 2013

En esta obra late el gusto por la lentitud. Ese preciado gesto que nos delata cuando lo hacemos evidente, pero tan inhabitual en nuestra cotidianidad. Atropellados por el vértigo del ritmo que impone la postmodernidad, no advertimos la desazón que nos embarga. La angustia que dispara nuestros pasos a la deriva existencial, que procura ese indefinible objeto del deseo que aparece como un espejismo, sin formas definidas. Somos jinetes de cabalgaduras sobre las que no tenemos control. Aunque nos resistamos a creerlo y las fustiguemos con más ahínco, si cabe, para acelerar el galope. El autoengaño se impone a falta del arrojo para encarar el errabundo itinerario emocional en el que nos hallamos inmersos. De ahí que el autor parta de este estado -con la gallardía de incorporarse al cuarto pronombre, como uno más- y apunte con lucidez y atinamiento ese proceso, "No sabemos determinar con precisión cuál es la carencia o el peso excesivo que nos apesadumbra al final, pero el hecho es que después de obtener todo lo que deseamos seguimos siendo personas insatisfechas y amargadas. Aún más: en ocasiones tenemos la sensación de que esa tribulación está causada justamente por haber logrado lo que pretendíamos". El yo del autor vuelve a aproximarse al nosotros para aseverar asertivamente: "A mí, como a todos los seres humanos, me perturban solamente aquellas cosas que desenmascaran lo que no se ve (...) Por eso pasamos una buena parte de la vida forjando grandes sistemas de pensamiento que sirven unicamente para ocultar nuestros errores o los errores de aquellos a los que imitamos sin darnos cuenta".

 

Luisgé Martín nos ofrece un viaje descriptivo y reflexivo sobre la necesidad de encontrar nuestro verdadero lugar. Partiendo de la imagen providencial y fugaz, de un viaje al Amazonas en el que la sonrisa de una niña, a orillas del río, se encarama a sus ojos y le confiere la alegría como don, "ese sentimiento de curso raro que, cuando se da, nos protege de los males del mundo" construye un lar poético de profunda y honda cimentación, y revestido con apuntes del natural. Esa imagen no dejará de acompañarle como motivo y aliento, junto a la de su infancia aldeana en la que las mujeres dejaban ver sus blancos muslos mientras lavaban en el río. A través de diferentes experiencias personales en otros tantos paisajes, el autor madrileño compone un tapiz entre cuyos hilos entrelaza la vivencia de aquéllos desde la transformación que supone la búsqueda de ese espacio en íntima correspondencia con la tierra. Estancias en las que alma y cuerpo abren la posibilidad al silencio. A ese silencio que nos permite escucharnos y desenvolvernos desde nuestro propio yo. En los inicios del viaje retorna a las aldeas de sus ancestros y evoca el edén pérdido, "Todo aquel universo era mágico" desde el desencanto, "He vuelto a aquellas tierras a buscar el paraíso aunque sabía que no lo encontraría". Sin embargo no se resigna y confia en encontrar "Lugares perdidos a los que huir cuando todo se vuelve demasiado atronador (...) A callar ese ruido, volver al silencio. Dejar de mirar cada día la hoguera de vanidades y de cortar la leña que la mantiene viva".

 

Donde el silencio -Premio Llanes de Viajes 2013, imagineediciones- es un enclave literario en donde "Lo esencial es más íntimo". Su lectura nos invita a emprender la fuga, la huida y descubrir parajes recónditos en España, que habitan personas que han rehusado del reloj y les une "la misma sustancia filosófica. Están desapegados de lo terrenal. Han dejado de desear aquellas cosas banales que les hacian daño". Atienden tan sólo a las estaciones del año y a la luz. Aldeas abandonadas que no aparecen en los mapas de carreteras, en las que forjan el presente más inmediato. En constante briega con la naturaleza, con unas condiciones de habitabilidad poco cómodas y en las que se hacen resistentes y se distancian del bullicio del mundo. Historias con nombres y apellidos que nos hablan de la necesidad del ser humano del encuentro consigo mismo. Un encuentro que no está exentos de costes porque la adaptación al medio natural es dura y difícil, "La tierra es suciedad, esfuerzo, paciencia y alquimia". Una economía de subsistencia, en la mayoría de los casos, que deviene en un posicionamiento ideológico y se vincula estrechamente con el existencial. El viajero -el autor- en su camino se conmueve a cada paso y ansia "un lugar extraño donde la pureza sea posible".

 

Los afortunados lectores que se acerquen a la transparencia sanadora de esta obra, tendrán el placer de disfrutar de una ventana abierta al silencioso mundo que la soledad rumia. El estilo de Luisgé Martín, posee la sobriedad y elegancia adquirida en los caminos polvorientos y en los horizontes humanos hasta donde aquéllos les lleva. Sus reflexiones sostienen por un momento el cielo y por otro aventuran su caída. La vertiente idílica se equilibra y contrasta con la hiriente realidad de cada cual, "No se trata de elegir solamente un paisaje (...) sino de reconocer las pústulas que se han ido creando con la vida y que a una determinada edad no pueden curarse". La sonrisa de la niña del Amazonas se aleja como la corriente del río. En la abstracción de ese gesto nace un símbolo que nos sitúa en otra dimensión menos común, aunque "La miseria, como la mayoría de los estados humanos, es de tornasol: se ilumina dependiendo de la luz".

 

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