Bob Dylan, el sorprendente Nobel de Literatura que lleva cincuenta años cantando su poesía

Bob Dylan. / EP
Bob Dylan. / EP

“Mi padre está en la fábrica y no tiene zapatos / mi madre está en el callejón buscando comida / yo estoy en la cocina, con el blues de los cementerios” (Tombstone Blues, Bob Dylan)

Bob Dylan, el sorprendente Nobel de Literatura que lleva cincuenta años cantando su poesía

¿Sorprende el anuncio de la Academia Sueca este año de nombrar Premio Nobel de Literatura 2016 al músico y poeta estadounidense Bob Dylan? Sí, por supuesto, aunque tal vez más adecuado sería preguntar, en todo caso, a quién no le ha sorprendido, sea para gusto, sea para disgusto. El novelista Salman Rushdie, por ejemplo, dijo aplaudir la concesión del premio y que le parecía una gran elección, dado que la canción y la poesía siempre han estado íntimamente ligadas. El escritor escocés Irvine Welsh, autor de Trainspotting, por el contrario, indicó que a pesar de ser un fan de Dylan, le parecía “un premio de nostalgia mal concedido, arrancado de las próstatas rancias de hippies seniles y balbuceantes”. El escritor francés Pierre Assouline, miembro de la Academia Goncourt fue más allá y declaró: “Haberle atribuido el Nobel de Literatura (a Dylan) es lamentable [...] La Academia Sueca se ridiculiza”.

Bob Dylan (Robert Allen Zimmerman), ciertamente, autor e intérprete de una muy respetable colección de canciones cuyas letras, a decir de muchos, son poesía pura y comprometida, es un indiscutible ícono de la música del siglo XX (y quizás del siglo XXI), quien además se ha convertido, a partir del anuncio del jueves 13 de octubre pasado, en el primer cantautor laureado por la Academia Sueca con el más importante galardón que hoy día se le puede conceder a las letras de cualquier país y en cualquier idioma. Según la costumbre, la tradición, la política o como quiera llamársele, la concesión del Nobel de Literatura se ha dado usualmente al conjunto de una obra literaria creada a través de muchos años y cuya calidad debe ser de notorio reconocimiento. Justamente por ello, tras el anuncio realizado por Sara Danius, han venido a colarse en las incógnitas que vuelan por entre las masas de aire espeso que las corrientes traen, nombres como el del japonés Haruki Murakami, que una vez más ha formado parte de las quinielas que sonaban fuertemente previo al fallo, pero que una vez más ha quedado solamente como eso, como una quiniela cuyo boleto ha empezado a volar nuevamente con el ritmo del viento. Y qué decir, entre otros, del desaparecido argentino Jorge Luis Borges —por ejemplo— o el del poeta uruguayo Mario Benedetti, quienes legaron grandes conjuntos literarios e hicieron con ello una invaluable contribución al mundo de las letras pero que, para bien o para mal (quién sabe) pasaron “desapercibidos”.

Según la costumbre, la tradición, la política o como quiera llamársele, la concesión del Nobel de Literatura se ha dado usualmente al conjunto de una obra literaria creada a través de muchos años y cuya calidad debe ser de notorio reconocimiento.

A pesar de lo polémico que pueda resultar el Premio Nobel de las letras este año, y del simbolismo que pueda revestir, no es el primer reconocimiento que recibe el cantautor galardonado. A lo largo de su carrera ha sido reconocido por su trayectoria que ya se cuenta en décadas, y por trabajos específicos como los que le han valido once premios Grammy, un Óscar, un Globo de Oro, un Príncipe de Asturias a las Artes, y un Pulitzer. Y muy a pesar de esa voz rugosa que muchos califican como poco privilegiada, es un indiscutible referente para generaciones de artistas que por muchos años han recibido esa influencia que ahora es calificada con las pocas palabras (¿se necesitan más?) que se han utilizado para el anuncio oficial de la concesión del premio: “por crear nuevas expresiones poéticas a través de la gran tradición de la canción americana”.

Como todo en la vida, unas cosas complementan a otras, y la poesía cantada de Dylan será, a partir de ahora, un lugar de encuentro más amplio y prolijo que probablemente nos hará repensar acerca de los límites entre la literatura y la música: lo que puede ser para unos, puede no ser para otros, todo dependerá, seguramente, del cristal con que sea visto. Quizá habría que buscar las respuestas a todas las interrogantes que han ido surgiendo en los últimos días, en la Antigua Grecia, en donde se consideraba que existían tres tipos de poesía: épica, dramática y lírica, esta última, cantada con el acompañamiento de lira o arpa de mano, y es de allí, según los entendidos, desde donde se generalizó el uso del significado que hoy día se usa para la palabra. Al final de cuentas, como indica la RAE, qué es la poesía sino una manifestación de belleza o del sentimiento estético por medio de la palabra, ya sea esta en verso, ya sea en prosa —ya sea cantada en blues, folk o rock & roll, como en este caso—. Me encuentro, como muchos alrededor del mundo, seguramente, en ese grupo que empezará a escuchar con mayor atención y detenimiento, las letras de las canciones escritas por el nuevo Nobel de Literatura, letras que, honestamente, conozco muy poco.

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