28N: ¿En qué puedo ayudarle?

Telemarketing.
Telemarketing.

El sector laboral del telemarketing en España, unas 80.000 personas trabajadoras aunque se estima que con los empleos irregulares o en negro esa cifra alcanzaría las 150.000, hace huelga el 28 de noviembre.

28N: ¿En qué puedo ayudarle?

El sector laboral del telemarketing o contact center de España, unas 80.000 personas trabajadoras aunque se estima que con los empleos irregulares o en negro esa cifra alcanzaría las 150.000, hace huelga el 28 de noviembre. El salario medio real de una teleoperadora supera por muy poco los 600 euros mensuales, llevando dos años sin convenio colectivo. El volumen de negocio del sector se sitúa muy por encima de los 2.000 millones de euros.

Los sindicatos convocantes esperan que la voz, mayoritariamente femenina, que se esconde al otro lado del teléfono quede muda durante 24 horas. Tras esa voz y su emblemática coletilla de presentación, ¿en qué puedo ayudarle?, están servicios de emergencias, banca, comerciales, estatales, autonómicos, municipales, de turismo y otros sectores de actividad muy importantes que externalizan desde hace décadas algunos departamentos operativos y de trato con el público para aligerar la carga social a través de empresas intermediarias que buscan su margen de beneficio mediante salarios indignos y máxima explotación de sus recursos humanos entre la vasta disponibilidad del paro: jóvenes y mayores, inmigrantes y no, gentes que van y vienen al albur de la coyuntura económica.

Al telemarketing se llega por necesidad imperiosa, rebotado de oficios y despidos habituales o como mal menor al no hallar empleo acorde con la cualificación profesional o expectativas particulares. La mayoría de los contratos que se firman son por obra o servicio, eventuales o interinos y a tiempo parcial. Los indefinidos, tras las reformas laborales regresivas de los últimos años de neoliberalismo, tampoco ofrecen una cobertura de estabilidad mínima para otear el futuro sin ansiedad o miedo al despido fulminante sin previo aviso.

En telemarketing lleva años implementándose a escala mundial dispositivos de monitorización del tiempo de trabajo de los más sofisticados en términos tecnológicos. Cada paso que da la teleoperadora estimula un registro informático que mide su productividad y rentabilidad laboral al detalle. Tiempo de llamada efectiva, tiempo de back office, tiempo de descanso visual, tiempo de comida, tiempo de coaching, tiempos equis, en definitiva, encorsetados en millones de ítems para vigilar, controlar y reconducir hasta la respiración o impulso vital más íntimo. Y, además, los análisis subjetivos y arbitrarios de “calidad”, una manera sui géneris de apuntalar aún más si cabe la presión sobre el desempeño laboral de cada trabajadora.

Un big data gigantesco que sirve de prisión silenciosa para que la teleoperadora no piense más allá del objetivo laboral y concreto para el que ha sido contratada. Los mecanismos técnicos se complementan con herramientas humanas ad hoc: supervisoras, coordinadoras y jefas, entre cabos de ceño fruncido y sargentas chusqueras, que sirven de látigo físico al modo de los capataces pioneros de la primera revolución industrial, trabajadoras y trabajadores en muchos casos cooptadas por las empresas con perfiles impersonales, ambiciosos, antisindicales y apolíticos que permiten dirigirlos y alinearlos casi a la perfección con los deseos y metas de la firma de turno. Y, la mayoría de las veces, por emolumentos ridículos en la nómina.

Estamos ante la explotación laboral posmoderna por antonomasia. Trabajo de oficina limpio, intensivo, mal pagado, indefinido, de futuro incierto, de gran responsabilidad en muchos empleos concretos, donde la gente pasa de campaña en campaña sin haber podido profundizar en exceso en las relaciones personales a causa de la extrema volatilidad laboral ni haber reparado demasiado en la explotación severa pero casi invisible a la que ha sido sometido a diario.

Y para el mes de Diciembre se anuncian más paros y acciones reivindicativas.

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