En París, empezó a escribir, pero su primera obra narrativa fue reiteradamente rechazada por las editoriales. Llegó a pensar en buscarse otra profesión, como la de aviador.
En ambas películas, se expone, de un modo nada abstracto sino muy personalizado, el planteamiento de problemáticas derivadas de la represiva moralidad que prevalece en Marruecos.
No falta la imaginación, por momentos torrencial, un rico vocabulario, la elección a veces de unos sinónimos menos corrientes que quedan justificados por la búsqueda permanente de la belleza.
Sampedro es capaz de otras emociones como la del amor o la del deseo, fogonazos mentales que se frustran, que se quedan en tan solo un conato o una ensoñación.
Sin arrepentimiento ninguno, Humbert trata de explicarse. Le dice al mundo que sus actos han sido movidos por una naturaleza propia imposible de rehusar.
Sala de profesores no es solo un thriller que nos absorbe durante los noventa y nueve minutos de duración, sino una sugestiva exposición de dilemas morales.
Al penetrar de nuevo en las páginas de esta novela, pronto redescubrí sus grandes méritos, el denso tejido de momentos sustanciosos de que está conformada.