El Ficcionario visita Ikea y ensambla unas conjeturas sobre el llanto

Niño llorón, de Bruno Amadio.
Niño llorón, de Bruno Amadio.

Los niños pueden llorar si la comida no les gusta o, simplemente, no quieren más. Lo terrible es llorar de hambre y que ninguna gota de leche o mendrugo providencial acuda a su boca.

El Ficcionario visita Ikea y ensambla unas conjeturas sobre el llanto

A partir de una reflexión sobre el ahorro y el crédito, el Ficcionario visita Ikea y adquiere en su almacén diferentes tipos de llanto, que clasifica de este modo: el llanto por alimento, el llanto sentimental y el llanto mercenario.

lhuchar. Pelear o combatir por defender la hucha. Hubo un tiempo en que el ahorro era una virtud y la gente tan sólo se compraba las cosas cuando reunía el dinero suficiente; ahora se penaliza el ahorro (los sueldos apenas dan para cubrir lo básico y, en los casos en que hay dinero excedente, los intereses que pagan los bancos se aproximan al 0%) mientras que, por el contrario, la concesión de préstamos estimula a los consumidores para que gasten lo que todavía no ha ganado. Y así ganan los que conceden los préstamos.

liverar. Eximir a alguien de la obligación de estar a la vera de otro. Aunque ese alguien estuviera tan a gusto y contento como para cantar aquello de Lola Flores que decía: "A tu vera, siempre a la verita tuya, siempre a la verita tuya, hasta que por ti me muera".

livido. Deseo sexual que entre los sádicos tiene como objeto poner amoratado, por diversos procedimientos, el cuerpo del amante. Dámaso Quista fue el amante por excelencia de los sádicos.

lizencia. Permiso municipal para abrir una escuela budista zen en la que alcanzar la iluminación espiritual mediante la meditación y el control del espíritu.

lizitadora. Dícese de Liz, cuando ofrece un precio por algo en una subasta.

llantar. Prorrumpir en un llanto mientras se está comiendo, algo que hacen los niños cuando la comida no les gusta o, simplemente, ya no quieren más. Lo terrible de veras es llorar de hambre y que ninguna gota de leche o mendrugo providencial acuda a su boca.

llhorar. Derramar un determinado número de lágrimas por hora. Tal y como aparecía, por ejemplo, en el contrato laboral de las plañideras.

llhenar. Colmar una estancia o almacén de heno. El henar es, junto con el granero, la despensa de los animales de la granja.

llorikear. Gimotear, llorar sin demasiada fuerza ni convicción en algún centro comercial de Ikea. Quizá porque sospechas que no vas a ser capaz de montar el mueble que te has comprado (las instrucciones no son siempre suficientes), además, sin estar seguro de que te hiciera falta.

llovíznar. Caer una fina lluvia en el municipio granadino donde en 1936, tras el golpe de estado que originó la Guerra Civil Española, los sublevados franquistas fusilaron a García Lorca.

locuhaz. Expresión imperativa que significa “haz el loco”.

longuitud. Magnitud que expresa la capacidad que uno tiene para hacerse el longui.

lonjitud. Medida de una lonja a lo largo.

looktuoso. (angl.). Aspecto triste y penoso.

lovera (angl.). Guarida donde se esconde el amor feroz tras atacar a sus presas y dejarles los ojitos de cordero degollado.

lóvulo. Parte redondeada y saliente del gameto o célula reproductora femenina en los animales.

luciénaga. Insecto coleóptero que, al estar dotado de un órgano fosforescente, ilumina los pantanos por la noche.

lúgobre. Ánimo de la ciudad de Lugo en medio de un funeral. La pérdida de un ser querido como ocasión compartida para derramar lágrimas.

lunvago. Dolor en la región del lomo o los riñones cuando, muy improbablemente, afecta a un holgazán. Es más probable que te afecte a ti cuando termines de montar ese mueble que te has comprado en Ikea.

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