Visiones literarias sobre la modelo y cosplay Marie Claude Bourbonnais

La Cosplay Marie Claude Bourbonnais.
La cosplay Marie Claude Bourbonnais.

Las madres que tuvimos no descansarían hasta vernos juntos, pero la vida aquí es otra cosa y el ultraísmo, como el Orfidal, ha hecho mella en nuestras vidas.

Visiones literarias sobre la modelo y cosplay Marie Claude Bourbonnais

Las madres que tuvimos no descansarían hasta vernos juntos, pero la vida aquí es otra cosa y el ultraísmo, como el Orfidal, ha hecho mella en nuestras vidas.

 

Basta con que cruces esa línea blanca para que los minotauros y otros seres medianamente urbanos aparezcan ante tus ojos con ganas de hacerte reír. Las madres que tuvimos no descansarían hasta vernos juntos, pero la vida aquí es otra cosa y el ultraísmo, como el Orfidal, ha hecho mella en nuestras vidas, un estigma supurante, Marie Claude, que aspira a convertirse en un daño generacional. Las familias que se reunen en Los Cobres han dejado de alimentar a los gatos. Ahora meten la cabeza en los contenedores buscando versiones de las obras de Pynchon. Sabes que los embalsamadores aprecian ese género y que hay tanto amor furtivo como cazadores inquietos detrás de la barra.

No sabes si seguir hasta el final conmigo, Marie Claude, pues consideras que cada utensilio tiene su obsolescencia y la carne, mi carne, no como la tuya que siempre se luce, se va pudriendo como esas vísceras del descampado. Hasta la policía dudaba de si pertenceían al anciano de Lorrain que cruzaba las avenidas contando sus propios pasos de muerte. El anuncio de las patatas fritas se te ha subido a la cabeza y ahora caminas sobre las nubes y miras a los demás, especialemente, a mí como si fuésemos sardina o harina de otro costal. De nada me ha valido enseñarte los recursos literarios del ultraísmo. Acuérdate bien que yo elegí el top para ese cartel y que, hasta Aznavour, quiso dedicarle una canción. Sí, has cambiado la historia de la publicidad y le has metido el miedo en el cuerpo a todas esas lolitas que se desnudan mientras recorren la ciudad con sus patines de propulsión.

  Luchamos contra el silencio de las rocas, contra la oscura vertiente de los ángulos en algunas arquivoltas soñadas. Luchas contra mí porque te excita verme sufrir, como si ya no tuviera suficiente con la escritura, Marie Claude. He de confesarte que yo no soy el que acostumbras a ver y a tocar, no soy el octavo pasajero que se ensimisma en los intestinos, sino el anciano de Lorrain que acaba de resucitar para contemplarte mientras el resto del mundo come tus patatas fritas.

 

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