El acuerdo del Gobierno con la Comisión Islámica no obliga a menús halal en los centros públicos

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Musulmanas reclaman sus derechos.

La alimentación de los alumnos musulmanes de los centros docentes públicos y privados concertados que lo soliciten "se procurará adecuar" a los preceptos religiosos islámicos, y el horario de comidas durante el Ramadán, pero no es obligatorio hacerlo, como no se hace en Foz.

El acuerdo del Gobierno con la Comisión Islámica no obliga a menús halal en los centros públicos

El conflicto surgido en un colegio de Foz entre las madres de estudiantes marroquíes y la política del centro con relación a la dieta de sus alumnos vuelve a replantear una situación de repetidos incidentes, tratada de modo diverso, según el caso, a lo largo de España.

Ley 26/1992, de 10 de noviembre, por la que se aprueba el Acuerdo de Cooperación del Estado con la Comisión Islámica de España (Vigente hasta el 30 de Junio de 2017) dice que “La alimentación de los internados en centros o establecimientos públicos y dependencias militares, y la de los alumnos musulmanes de los centros docentes públicos y privados concertados que lo soliciten, se procurará adecuar a los preceptos religiosos islámicos, así como el horario de comidas durante el mes de ayuno (Ramadán)” y también que “El sacrificio de animales que se realice de acuerdo con las Leyes Islámicas, deberá respetar la normativa sanitaria vigente.”

Conviene fijarse en el verbo: “Se procurará [se entiende, si es posible] adaptar la dieta a los preceptos islámicos, pero no obliga ni impone el hacerlo. Por eso, el colegio de Foz cumple con su obligación de proporcionar a sus alumnos una dieta equilibrada al margen de sus particulares creencias religiosas.

Como es sabido, pese a las protestas de un grupo de madres marroquíes por la supresión de los llamados menús alternativos (cuando coincidía un plato a base de cerdo), en el CEIP número 1 de Foz, se atienen a lo dispuesto en el Decreto 132/2013, que regula el funcionamiento de los comedores escolares (Consellería de Educación), donde se establece que “el menú será único para todos los usuarios del comedor escolar, excepto en los casos de alumnos que padezcan cualquier tipo de intolerancia o alergia alimentaria, justificada mediante certificado médico".

Del mismo modo que los alumnos musulmanes no comen cerdo, hay niños no musulmanes a quienes no agradan las espinacas, el bacalao o las lentejas. Y el día que tocan, o las comen, o repiten el plato que les gusta, si es posible. Por eso, sus padres dicen que si para ellos no hay menús alternativos no tiene por qué haberlos para nadie.

Exigencias en incremento

La casuística a lo largo de España salpica todo tipo de casos, incluidas propuestas tan extremas como la garantía que han llegado a exigir algunas madres musulmanas de que la comida de sus hijos fuera elaborada con utensilios y menaje de cocina que no hubiera cocinado cerdo. Y hay también casos simpáticos, como la de un niño senegalés que pidió a la profesora que le dijera a su madre que le permitiera comer las croquetas de jamón, como sus compañeros, porque “le gustaban mucho”.

Hace unos días, en un colegio del Sur de Pontevedra, donde hay una larga lista de espera de niños españoles, sin beca de comedor, entre otras cosas, porque gracias a los baremos suelen salir por delante familias de otras nacionalidades, principalmente marroquíes y rumanos, se presentó una madre musulmana con dos niños, pidiendo que, pese a no estar en la lista de espera, acogieran a sus hijos, lo que la junta de padres aceptó (los padres aportan una parte del gasto del comedor público). Y tan pronto como le dijeron que los admitían, advirtió: “Pero mis hijos sólo comen comida halal”; es decir, de alimentos condimentados y cocinados conforme a dicho rito.

En la Escuela Pública de un estado laico parece razonable que los menús correspondan a la necesidad de dietas equilibradas al margen de la religión. Porque es uno de tantos factores de integración en la sociedad civil. Giovanni Sartory se ha cansado de decirlo: Si una masa social se instala en una sociedad y no asume su modo de vida civil y sus labores, cuando –como en este caso puede ocurrir dentro de nada- por motivos sobre todo religiosos, al margen de aquella sociedad y cultura (que no supone prescindir de la propia, sino reservarla al ámbito privado), cuando la masa crítica sea más (cuando en la escuela de Foz llegara a haber más musulmanes que no musulmanes) tratarán de imponer su cultura. Por eso Fucuyama insiste en que este fenómeno es para Occidente una bomba de relojería a plazo.

Sartori advierte de lo que puede ocurrir a medio plazo en Occidente si determinados grupos se instalan, pero no se integran, dentro de la sociedad pluralista y su sistema de valores, ya que aspiran a vivir dentro de ella: "La perspectiva es que, cuando estos grupos alcancen una masa crítica comiencen a reivindicar -multiculturalismo iuvante como ayuda- los derechos de su propia identidad ético-religiosa y que acaben por pasar al asalto de sus presuntos opresores (los nativos)".

La expresión comida halal se asocia con los alimentos aceptables según la Sharia, o ley islámica. El término opuesto, aquel que expresa las prácticas prohibidas Es haram. Se prohíbe la carne del animal muerto por causa natural, la sangre, la carne de cerdo, la del animal que no haya sido sacrificado en nombre de Allah; la del que haya muerto por asfixia, golpe, caída, cornada o devorado por una fiera, a menos que sea degollado.

Se prohíbe lo mortecino, la sangre, la carne de cerdo y lo que haya sido sacrificado en nombre de otro que Allah; sin embargo quien se vea forzado sin que sea por propio deseo ni por transgredir puede ser perdonado. El sacrificio del animal se debe realizar mediante una rápida incisión con una cuchilla afilada en la garganta, cortando la vena yugular y la arteria carótida, pero dejando intacta la espina dorsal. El objetivo de esta técnica es conseguir un mayor drenaje de la sangre, consiguiendo una mayor higiene en la carne, y minimizando el dolor y la agonía del animal.

Las advertencias de Hans Küng

El teólogo Hans Küng, en un libro clásico (El Islam, historia, presente y futuro. Editorial Trotta, Madrid, 2004, página 696), escribe con respecto a lo que viene ocurriendo en la laica y republicana Francia:

¿Hasta dónde se debe hacer concesiones a los distintos grupos de presión musulmanes? ¿Se puede consentir que las muchachas musulmanas no asistan, por presión de los padres, a las clases de biología y educación física, ni tomen parte en las excursiones de su grupo escolar? ¿Que hagan “descansos para orar» en medio de los exámenes” y que exijan menús especiales para la comida de mediodía en las cantinas de las escuelas? ¿Que los musulmanes se nieguen a ser visitados y tratados en los hospitales por personal del sexo opuesto? ¿Que reclamen un sector musulmán segregado (carré musulman) en los cementerios públicos o solares municipales para mezquitas y quizá también para piscinas especiales? ¿Que se financien en creciente medida las clases en la lengua materna de los alumnos, con el consiguiente descuido del francés, y que cada vez se reclamen con mayor fuerza tiempos de emisión en lenguas no francesas en la televisión y en la radio? ¿y que, por último, no se respete el principio de la igualdad de derechos, violado con el envelamiento impuesto con frecuencia a las mujeres y niñas por sus padres y hermanos o con los matrimonios arreglados por los progenitores?

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