Muchas ofertas de empleo para inmigrantes son una auténtica explotación laboral

Manos de un inmigrante. / Mundiario
Manos de un inmigrante. / Mundiario

Nadie hace nada para que los más pobres, los últimos de los últimos, salgan de su situación de exclusión social y dejen de ser los parias de la sociedad, comenta este autor.

Muchas ofertas de empleo para inmigrantes son una auténtica explotación laboral

Nadie hace nada para que los más pobres, los últimos de los últimos, salgan de su situación de exclusión social y dejen de ser los parias de la sociedad, comenta este autor.

Como algunos de ustedes saben, trabajo en un albergue para personas sin hogar. Por allí pasan muchas personas diariamente y como es lógico, hay infinitas historias que contar. Permítanme compartir una de ellas. En el albergue llevamos muchos meses trabajando con Gheorghe (nombre ficticio). Es un chico rumano, que en el pasado cometió varios delitos. Él se ha definido muchas veces como un chico malo. Pero también me dijo que desde que hemos empezado a trabajar con él se ha dado cuenta de que la vida que llevaba no era la adecuada y ha dado un giro total. Ahora es una de las personas más agradables con las que hemos trabajado y una de las más trabajadoras que he visto en mi vida.

La semana pasada nos llegó una oferta de trabajo para Gheoghe. Era un trabajo perfecto para él. En una finca agrícola con un pequeño sueldo, que compensaba con la posibilidad de vivir en la propia finca. Gheorghe estaba encantado. No quería tener mucho dinero, sino poder trabajar e independizarse. Tener una vida autónoma. Una vez en su lugar de trabajo, resultó que no era oro todo lo que relucía. Las jornadas laborales eran de 14 horas en el campo, a pleno sol. Sin apenas agua, con 20 minutos para comer, la casa donde dormiría estaba infestada de arañas e insectos y, por supuesto, no le pagaba lo acordado. El pobre Gheorghe tuvo que volver al albergue a los tres días. No pudo aguantar más... Reto a cualquiera a que esté de pie bajo el abrasador sol de Toledo, en junio, catorce horas, sin agua, aunque sea sin trabajar.

No ha ocurrido en ningún país subdesarrollado. No ha ocurrido en la España profunda. Les hablo de un pueblo a escasos 50 kilómetros de Madrid. Tampoco crean que estamos hablando de grandes empresarios, ni avariciosos banqueros. Y, por supuesto, no piensen que es un caso aislado. Les podría contar cien historias más del mismo estilo... El empleo para inmigrantes —en grave riesgo de exclusión social— es una auténtica explotación laboral. Y ¿saben por qué? Porque por mucho que sea políticamente incorrecto, los pobres son, y serán los parias de nuestra sociedad. Son los últimos de los últimos. Nadie hace nada por ellos. Solo conozco una institución que trabaje para ellos. ¿Sabe cuál?

Piensen. Sean buenos.

> La canción regalo de hoy no podía ser otra: Maggie's Farm. Nadie quiere trabajar en la granja de Maggie (¿o era Margaret?) porque nadie es capaz de aguantar la explotación y la humillación constante. Aunque la canción es de Bob Dylan de 1965, he elegido esta otra versión del Self Aid Dublin 1986 e interpretada por los más grandes. Con todos ustedes: U2 https://www.youtube.com/watch?v=gPOtNbtXb7w

 

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