Es el momento de la ‘T’, de la visibilidad transexual

Bandera del movimiento LGTBI+. / Mundiario
Bandera del movimiento LGTB. / Mundiario

El ejemplo de la deportista Antía Fernández, la primera mujer transexual en disputar un deporte olímpico en España, evidencia que es el momento de una mayor visibilidad para este colectivo.

Es el momento de la ‘T’, de la visibilidad transexual

Hace unos días, en la ciudad de A Coruña, fui testigo de una lección de visibilidad, educación y normalización de la realidad de las personas transexuales. Esto fue posible gracias a un grupo de hombres y mujeres que pensaron que merecía la pena actuar con valentía y resolver en poco tiempo lo que, con bastante frecuencia, ocupa durante meses o años a las administraciones públicas.

El Club Calasancias B de Voleibol de segunda división de A Coruña inscribió en competición oficial la ficha de una mujer transexual, Antía Fernández, quien se convertirá en la primera transexual que jugará un deporte olímpico en España.

A pesar de la dificultad de encontrar una salida para que Antía participara en la competición, la decisión contó con el respaldo de la entrenadora del Calasancias, el presidente del Club, la directora del colegio y también responsable de la Asociación de Mujeres Deportistas Gallegas (Mudega), capitaneada por Pili Neira.

Al igual que muchas personas en su situación, Antía es una mujer. Una mujer desde que nació, pero siempre se sintió atrapada en un cuerpo que no le correspondía y representada por un DNI que la niega. Desde hace unos meses, Antía ya tiene su nuevo documento de identidad, lo que supone un paso más para recuperar y reconstruir su vida. Su vida de mujer.

Y, dentro de esa vida, el deporte es esencial, es vital para ella jugar al voleibol, además de volver a formar parte de un equipo. Eso sí, esta vez como una mujer. Como lo que es y lo que realmente siente.

Una realidad dura

Sin embargo, no nos vamos a engañar. La realidad de las personas transexuales como Antía es dura, sobre todo cuando comienza a realizar el tránsito, un momento en el que su vida queda en un limbo. Es un proceso largo y complejo, en el que empeñan toda su energía y que, a menudo, engulle su vida, familia, amigos, estudios, deporte y aficiones... 

Afortunadamente, la detención temprana, la asunción de protagonismo de la persona desde que es menor, la participación de las familias y el compromiso de los profesionales sociosanitarios están consiguiendo que las dificultades sean menores y el proceso se inicie en la infancia, con lo que se minimizan las dificultades ante el mercado laboral, frente a la adolescencia y en el entorno más inmediato. No obstante, queda pendiente de resolver la difícil integración social y laboral de adultos que han vivido su proceso más tarde y que tienen ante sí escollos en los que no pueden ni deben encontrarse solos.

La actitud profesional ante el mundo ‘trans’ ha variado en las últimas décadas. Si en los años 70 la idea era que el tránsito debía ser completo, incluyendo la cirugía genital, hoy se actúa de manera distinta. El mundo no es binario, la casuística es lo suficientemente variada y compleja como para necesitar un itinerario cuasi individual, sin apriorismos y sin dogmas que dificulten la integración de la persona y su aceptación individual y colectiva. Hombres con vulva, mujeres con pene, transexuales, cisgénero…el lenguaje es siempre imprescindible para ayudar en los cambios sociales, para educar y no discriminar, para nombrar lo que necesariamente debe existir.

Un tiempo para los apoyos y los gestos

Por estos motivos, se puede decir que es la hora de la ‘T’ y, desde el activismo LGTB, lo sabemos. Las personas transexuales fueron esenciales en la lucha por la normalización de la realidad LGTB. En realidad, ellas y ellos fueron los primeros en salir a la calle, en reivindicar esa normalidad, en exigir y en jugarse el pellejo en cada batalla. Todos aquellos que hayan visto el documental "El viaje de Carla", que recorre la vida de Carla Antonelli, recordarán cuántos momentos duros han vivido, pero también cuánto le debe el activismo LGTB a las personas transexuales. Es hora, pues, de leyes actuales, que respondan a las necesidades de este momento y de los ciudadanos y ciudadanas de aquí y ahora. Ya no se trata de eliminar esa "V" o "M" del DNI sino de construir una sociedad que avance en espacios de igualdad a través de la integración de lo diverso.  

Es el momento del activismo, de continuar con una lucha que, poco a poco, fue sacando a la luz realidades ocultas. De continuar el camino que iniciaron asociaciones, colectivos, partidos políticos y nombres propios para visibilizar lo que existe, aunque no queramos ponerle nombre. Es la hora también de apoyar a cada una de estas personas en su vida y en su empeño particular; de estar con esas familias, con esas madres valientes y padres corajes, con esos abuelos y abuelas capaces de querer, arropar y levantar la voz en nombre de los suyos, de quienes quieren ser tan iguales y tan distintos como somos los demás.

Y, en ese avance de cada día, hacen falta gestos. Personas que no miran atrás, que solo miran hacia adelante. Personas como Antía, que luchan por su vida y ponen el deporte a favor de la igualdad para jugar el partido más importante…el que cambia una sociedad entera. Para normalizar esta situación, hacen falta personas como las ya citadas en este artículo, así como su lucha incesante por hacer visible el papel de la mujer en el deporte. Hacen falta todos y todas. Los y las valientes. Porque, como diría Pedro Zerolo, "cuando somos valientes, acertamos".

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