#Metoo un grito más para romper el silencio de la violencia machista

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En negro.

Es necesario un mundo en el que seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres

#Metoo un grito más para romper el silencio de la violencia machista

Era un 25 de noviembre de 1960 cuando las tres hermanas dominicanas Minerva, Patria y María Teresa Mirabal fueron asesinadas por orden del dictador Rafael Leónidas Trujillo. Su asesinato podría haber sido uno de tantos contra los militantes opositores, pero fue mucho más. Los hombres que mataron a golpes a las mujeres y las metieron en un coche para simular un accidente fueron mandados por el autócrata para deshacerse de su principal problema político junto con la iglesia católica -según él mismo reconocía-, pero también para saldar una cuenta personal con una de las hermanas, Minerva, a quien intentó  poseer como todo lo demás en la isla y no lo consiguió. El precio, lo acabamos de relatar. Desde entonces, primero en América Latina y  años después en el resto del mundo, se declaró el 25 de Noviembre el Día Internacional para la Eliminación de la violencia contra la mujer.

Como ellas, miles de mujeres sufren hoy distintos modos de la violencia. En España el punto de inflexión que hizo reaccionar a la sociedad primero y a la administración después, fue el caso de Ana Orantes, aquella mujer que denunció públicamente los insultos, vejaciones y el reclutamiento al que era sometido por su marido. Días más tarde la roció con gasolina y la quemó viva. Desde entonces -1997- hasta hoy más de 1.000 asesinadas  y casi 30 niños desde que se contabilizan. Seguro que la primera guía para víctimas aprobada en 1999, la Ley Reguladora de las Órdenes de Protección de 2003, la aprobación un año después de la Ley Integral contra la Violencia de Género o la Ley de Igualdad de 2007, etc. han supuesto grandes avances con respecto a la situación anterior, pero todavía queda mucho camino por recorrer.

Las respuestas requieren de un enfoque multidisciplinar que comienza en la educación, pasa por la concienciación social y ha de estar acompañada en todo momento por la política y la justicia

El problema es poliédrico y estructural. Esta lacra multiforme alberga comportamientos tales como la violencia doméstica –física y psicológica–, la sexual, la económica, la trata, el acoso, la mutilación genital y  tantas otras formas que afectan en este momento al 70% de la población femenina en el mundo, según la ONU. Las respuestas, por tanto, requieren de un enfoque multidisciplinar que comienza en la educación, pasa por la concienciación social y ha de estar acompañada en todo momento por la política y la justicia.

Como siempre que se construye algo hay que empezar por los pilares, fijémonos qué ocurre con un elemento básico de las relaciones humanas como es el lenguaje. De manera inconsciente manejamos palabras que, en masculino tienen una connotación y en femenino otra, veamos: fulano/fulana; guarro/guarra; zorro/zorra…, la más negativa corresponde siempre a las mujeres. Los medios de comunicación, que han avanzado mucho  desde aquel titular que tildaba el asesinato de Orantes de  "crimen pasional", pero que sigue reproduciendo todavía muchos cliclés machistas.

Sigamos por el cuerpo del edificio, la educación, que ha de hacerse en valores, en igualdad y con  respeto. Los niños y las niñas siguen unos roles diferentes desde que nacen. Muchas veces se les inculca  discriminación contra las mujeres y ciertos clichés que debieran estar ya fuera de circulación. ¿Cómo sino se explican los últimos datos de la encuesta sobre violencia machista que realizó el Centro Reina Sofía? El 27,4%  de los adolescentes cree que es una conducta normal, el 31,5% que es una lacra que sube con la presencia de inmigrantes, el 21,1% quita hierro al asunto tildándolo de que está exagerado por politizado y más del 7% considera que el problema es inevitable. Nuestros pilares se tambalean.

En el ámbito laboral son significativos los datos de que en la UE más del 65% de los puestos directivos los ocupan hombres, solo un 35% mujeres; en España la cifra es aún peor, 75% frente a 25%. La brecha salarial, las dificultades de ascenso y un último dato, 7 de cada 10 mujeres que han llegado a puestos directivos en Europa han sufrido violencia de género. Porque sí, este tipo de comportamientos no se circunscriben solo al ámbito familiar ni a un estrato de población determinado, como se creía. Salpica a todas las capas sociales, en todos los ámbitos y en todos los trabajos, como nos recuerda la reciente campaña en redes con el handstack #Metoo, que comenzaron las estrellas de Hollywood y que está teniendo efectos muy positivos.

En España está muy fresco el juicio  contra "la Manada", por la supuesta violación en grupo de una chica de apenas 18 años, en el que el tribunal aceptó como prueba de la defensa un informe de seguimiento de un detective privado para demostrar lo “fresca” que era la denunciante. O el caso de  acoso por parte del catedrático de la Universidad de Sevilla, Santiago Romero, por abusos sexuales continuados sobre dos profesoras y una becaria que, durante años fue protegido por una parsimonia garantista de la universidad y del resto de compañeros que, aún sabiéndolo, miraban para otro lado. El hombre hoy  condenado, probablemente podrá volver en un futuro a su despacho, el mismo en el que cometía los abusos contra sus colaboradoras, como lo hace el catedrático de sociología de la Universidad de Barcelona al que sus alumnos acusan de abusos durante años, pero como los hechos estaban prescritos, ni la universidad ni la fiscalía han actuado, ante la indignación de las víctimas.

Hemos de traer a colación el maltrato psicológico, en sus distintas formas, con una variante actual que se conoce con el nombre de  "luz de gas" a través de la que -de manera sutil y manipuladora-, se mutila la confianza de la mujer en sí misma hasta llegar a anularla. 

Podríamos seguir enumerando evidencias en ámbitos muy distintos y realidades muy diferentes que justifican que cada año tengamos que seguir recordando  la violencia contra las mujeres. La involución descrita obliga a seguir alerta y en guardia desde todos los ámbitos.En el  político se apela al Pacto de Estado, imprescindible para avanzar en esta materia, al que, sin duda, habrá que acompañar no solo de los recursos suficientes sino también de la conciencia y la educación necesarias para que cale. No hay otra forma de albergar la esperanza de alcanzar el objetivo que la Declaración de los Derechos de la mujer y la Ciudadanía –texto fundamental de la Revolución Francesa aprobado en 1791– proponía para la emancipación femenina en la igualdad de derechos y la equiparación de las mujeres con los hombres. Recordemos uno de sus párrafos:  “ es necesario un mundo en el que seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres”. Tres siglos después la constatación de los hechos nos dice que hemos avanzado algo, pero el camino  es todavía largo de recorrer. @mundiario

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