Leopoldo Nóvoa fue uno de los grandes nombres de la plástica gallega del siglo XX

Leopoldo Nóvoa con Gabriel García Márquez en Barcelona, en 1971
Leopoldo Nóvoa con Gabriel García Márquez en Barcelona, en 1971

Nóvoa, un artista gallego-uruguayo que vivió entre París y su casa-estudio de Armenteira, cumpliría este 17 de diciembre 95 años. Falleció hace dos años en su casa de Nogent sur Marne.

Leopoldo Nóvoa fue uno de los grandes nombres de la plástica gallega del siglo XX

Nóvoa, un artista gallego-uruguayo que vivió entre París y su casa-estudio de Armenteira, cumpliría este 17 de diciembre 95 años. Falleció hace dos años en su casa de Nogent sur Marne.

Una de las mejores intervenciones artísticas realizadas en un espacio público de este país es el inacabado Mural da Canteira, realizado en A Coruña a finales de los  ochenta. El tiempo y la indiferencia política han maltratado esta extraordinaria obra de Leopoldo Nóvoa, sin ninguna duda, uno de los grandes nombres de la plástica gallega del siglo XX. Fallecido hace dos años en su casa parisina  de Nogent sur Marne, hubiera cumplido noventa y cinco años en este mes de diciembre. Recordar en estas fechas a este artista  y su pintura es recordar al hombre conversador, reflexivo, pero también a un creador elegante y exquisito que dejaba esta huella en todas sus obras. 

Nacido en 1919 en la aldea de Salceda (Pontevedra), de padre uruguayo y madre española, el inicio la guerra civil marcó su abandono de  Galicia, para establecerse con su familia en Montevideo. Al mismo tiempo que se matricula, en esta ciudad, en la escuela de arquitectura, comienza a trabajar en una fábrica de cerámica, formación que le será de gran utilidad para acometer algunas de sus obras plásticas realizadas para espacios públicos. A finales de los años cuarenta, se traslada a Argentina, y en 1952 realiza  en Buenos Aires su primera exposición de la mano de otro gran artista gallego de la diáspora, Luís Seoane. Colaborará en la revista Galicia emigrante y diseñará el cartel del Primer Congreso Internacional de Emigración. 

Su regreso a Montevideo en 1957  y su relación con artistas e intelectuales como Torres-Garcia, Onetti, Oteiza - con quien le unió una estrecha amistad  - y posteriormente el crítico Michel Tapié, marcarán su pintura, construida a partir de  entonces, en base a un vocabulario abstracto que desarrollará y profundizará. Entre 1961 y 1963 realiza en Montevideo, El mural del Cerro, una de su obras publicas más importantes, un trabajo de grandes proporciones con el que quería describir “nuesdar a entender nuestros esfuerzos permanentes por llegar a una sociedad más armoniosa, y nuestros continuos fracasos“.

En 1965 se instala en París, donde conoce a Julio  Cortázar, Tomasello  y Julio le Parc, entre muchos otros, un círculo de intelectuales latinoamericanos con los que compartirá amistad e inquietudes creativas. Son años de intenso trabajo, exponiendo en diferentes ciudades europeas. Leopoldo Nóvoa ya es un pintor con un lenguaje propio y definido, que realiza una pintura abstracta donde una de sus principales búsquedas es otorgar volumen a sus obras. 

En 1979 su taller parisino de la rue Faubourg Saint Antonie sufre un incendio que lo arrasa totalmente, destruyendo las más de 2.000 obras allí almacenadas. De su trayectoria anterior, no queda prácticamente nada salvo la ceniza, un material que será clave para su nueva etapa creativa. Comienza a pintar sin descanso, observando la ceniza, sus posibilidades y convirtiéndola en su principal aliado, en su fiel acompañante creativo, la base de una pintura que ya no le abandonará. Esa pintura sin color, blanca o negra, austera, sobria, creada sobre la materia, espacio y luz, desprovista de aditamentos, que ha logrado la belleza más compleja, aquella que se consigue con lo más simple. El final de un largo, complejo y doloroso proceso de síntesis en el que la luz, el espacio y las cenizas con las que construye sus obras han llegado a la simbiosis perfecta.

Desde 1983 fecha en la que construyó su casa-taller en Armenteira, Leopoldo Novoa regresaba durante largas temporadas a Galicia. Recordar la obra, la sabiduría y la humanidad de este gallego del mundo es recordar una capitulo muy importante de la cultura gallega del siglo XX.

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