¿Aplica la censura el gobierno coruñés de la Marea?

Joaquín Sabina. / Mundiario
Joaquín Sabina. / Mundiario

Como mostraron los regímenes totalitarios, la lucha por la pureza ideológica y contra el “arte degenerado” es solo parte de la batalla contra la libertad de expresión.

¿Aplica la censura el gobierno coruñés de la Marea?

Los despropósitos del gobierno local de A Coruña son incesantes. Incapaces de hacer lo que deben, gestionar la ciudad, abren polémicas innecesarias que retratan una visión pobre de la realidad, que no llega a ideológica y se queda en caricatura.

La última aportación ha sido la censura de los espectáculos desde la perspectiva de género. La primera medida, rescindir el contrato suscrito con un humorista que habría hecho chistes considerados irrespetuosos. En paralelo y en otros foros se han iniciado ataques a Joaquín Sabina, a cuenta de algunas letras de sus canciones y a otros artistas. Avanzando más se nos dice que se auditarán (sic) los espectáculos contratados. No se indica por quienes pero es irrelevante. Históricamente, aunque con alguna excepción célebre,  los censores eran personajes mediocres, ocupados en aplicar discrecionalmente unas líneas generales casi siempre vagas. Se trataba, y era lo relevante, de conseguir la autocensura.

Ignoro los mecanismos de auditoría, refinado sinónimo de censura, para determinar si un texto literario, un  documento gráfico, audiovisual o musical, es contrario a la igualdad. Desde luego si es contrario a las leyes basta denunciarlo y la Justicia se ocupará de la investigación, juicio y en su caso sanción. Pero si no es contrario a las leyes sino sólo molesto para los concejales coruñeses, la situación se hace resbaladiza. Tendrán que vetar, por ejemplo, gran parte del teatro clásico, la ópera más reconocida, y multitud de espectáculos de todo tipo. Como en aras de criterios igual de vagos pero muy ideologizados se intenta expulsar del canon literario a muchos escritores en algunas universidades norteamericanas.

El público, adulto, sabe discernir y valorar, no necesita tutores de sus conciencias

Ciertamente quien contrata elige. Pero dirigir teatros públicos no es igual a dirigir teatros privados, en los que solo se rinde cuentas ante quienes financian. En los organismos públicos, los criterios deben de ser transparentes y nunca basados en las filias, obsesiones o caprichos de quienes los dirigen. El público, adulto, sabe discernir y valorar, no necesita tutores de sus conciencias, padres espirituales que los alejen de las tentaciones mundanas, severos moralistas que sólo buscan tapar la desnudez de su propia ignorancia.

Como nos mostraron los regímenes totalitarios, la lucha por la pureza ideológica y contra el “arte degenerado” es solo parte de la batalla contra la libertad de expresión.

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