Habitación 300: Vade retro, cornuda, que en este show ya lo hemos visto todo

Jackie.
Jackie.

Nadie entenderá tu fe en la humanidad, puesto que todos saben que no eres más que un chocho... Nuevo relato de esta autora.

Habitación 300: Vade retro, cornuda, que en este show ya lo hemos visto todo

Te has ganado tu fama, consulta el álbum familiar, acudieron a tu lecho apuestos caballeros sin nombre también, con innombrable apuro. ¿Has consultado el teléfono? Las fechas desde ahora cabrán en los dedos de una mano, pero no en tus costillas. Y has descubierto al hombre y a la mujer, a damas y caballeros, en innumerables conclusiones, te has ganado la sona de pordiosera.

Ahora puedes dormir, ellos harán lo que haga falta. Puedes apoyarte en lo que te despertó del sueño: dedos por los esfínteres, penes asfixiados, desnudos en la cocina. Y sin embargo tú creías que el sexo te hacía sentir, te ha hecho sentir en la inminencia de la meada matutina.

¡Podrías haber hecho tantas cosas si no hubieses pasado tantos años dormida! Nadie entenderá tu fe en la humanidad, puesto que todos saben que no eres más que un chocho. Pensabas que, de uno a otro, había amor. A veces te quería uno, luego te quiso otro. Pensabas en cómo profesar amor a desconocidos, con ese misterio.

¿En qué consiste el olvido? Es eso que se irá del mundo en cuanto se aparezca otra mejor. No alcanzo a creer en un sistema que va al baño. Ni siquiera me creo las escenas de sexo de las películas. ¿Elijo un amante al que amar? ¿Un atisbo de felicidad y plenitud? Y por unos días creí que me querían todos, pero sólo ella me quiere, ¡y cómo me quiere! Ella siempre supo que no somos nada, ni amigas ni lesbianas… Aunque fue mi madre la que me apodó “Mariquita”, me consta su argumento. Ahora sólo tengo que buscarme un novio: para bailar, para que me dé un beso, para follar con amor.

Y yo era fiel a alguna sospecha, a ellos les gustó mi causa. Y ella es consciente de lo que debe hacer al respecto y lo que se puede hacer con esto.

Pero no está sola, porque la solidaridad femenina garantiza mi plena libertad. ¡Es tan duro ser tan guapa! ¡Me decían guapa! ¡Y despertar y que venga el desprecio!

Están todos encubriendo este adulterio, todos a salvo de mi pena, mirando de reojo, pensando en otra cosa. Deben esconderme y yo obedecí, me quedé en la cama elucubrando vidas alternativas, imaginando bodas y partos milagrosos.

La intención era mantenerme en el anonimato, esa cara, mi cara triste, dejarme recorrer el pueblo en busca de desconocidos hasta desfallecer, porque no me reconocen. Pero el amor no apareció por ninguna esquina.

“¡Has follado!”, insinuaban de mañana. “¡Te han jodido!”, decían al final… Y yo me buscaba un orgasmo antes de morir, pero ahora quiero dar patadas.

¿De qué me acusaron? Venían individuos a salvarme con alegría que debían creer en mí para metérmela, en la noche, pero no pude aprovecharme. Intenté sentirme sexy, bailando, bailando y riendo con angustia. Yo lo dije, confesé mis miedos a todos y no se sorprendieron… Ahora me pregunto: ¿pueden ser fieles a sus parejas si se ha declarado el amor libre?

¡Sí, quiero ser libre, enamorarme! No son capaces de enamorarse, no me entienden. También me hacen gracia. Con su gimnasio, sus carritos de bebé, sus vacaciones.

No soy de aquí, es lo que se cuestionan; tampoco turista. Ahora me han puesto en mi lugar. Riámonos. ¡Riámonos porque no soy virgen! Y yo creía que lo era, qué vegüenza. Qué vergüenza me dan sus plátanos, su vistosa melena de coño, las mamadas sin dientes de mamá. ¡Qué vergüenza! He follado hasta cagar, me han follado y ahora voy follada.

Hice cosas que abrieron bocas, he sobrevivido de milagro, soy tan impresionante que pongo las pollas duras. ¿De qué me vale? Los hombres tienen madres orgullosas. Son todos unos hijos de puta.

He dejado de asearme. Palpo los dientes sucios con la lengua y escupo. Qué asco me dan el sexo, el matrimonio, mi olor a sardina. Las tortilleras en los baños públicos. No hay más expectativa que seguir con esto, refugiados en sus parejas, consultando vídeos guarros paso a paso. ¡Pero qué hijos de puta! Todas aquellas putas preñadas, todas menos ella.

Y me da todo igual porque yo no hice nada para merecer esto, me han dado un viaje y no lo habría notado si ese británico no me lo hubiese insinuado.

Sí, sí, es por mí, por mi chocho, por mis ojos. Por mi maravilloso orgullo ultrajado de vuelta al cautiverio: soy hija de, soy hermana de, estoy loca del…

Sólo me queda perder la virginidad después de todo esto y reconocer que sé lo que se siente. ¿Saben lo que se siente al enamorarse una y otra vez, una y otra vez…?

Será el hombre de mi vida, él me puso cachonda, él conoció mis deseos, nos liamos como las tórtolas por todos los tejados… Pero ellos son sus amigos, y, como todos me quieren, ¡vaya, nunca les presentaría a mis padres!

Mi fantasía, mi sueño de libertad. Se ha ido, no habrá más. Sexo, sólo sexo. Un vestido nuevo, un día empezaré a reír, reír, reír… De los infieles.


  

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