Habitación 300: Gracias a la globalización no creo en dogmas ni terrenos

Maniquís antiguos.
Maniquís antiguos.

Por eso un relato continuado cambiaría la historia, es así cómo alguien miente: diciéndoles lo mismo a todos.

Habitación 300: Gracias a la globalización no creo en dogmas ni terrenos

No puedo seguir con el relato, no puedo seguir así. Se me calienta la cabeza, estoy a punto de explotar. Pero no hago nada, y no hice nada. Y todo lo que llegó vino a mí, sí, frase del profeta.

Simplemente siento pena de mí misma, ¿a nadie le ha pasado? ¿Nadie sabe decir lo adecuado, la palabra exacta?

Esta mujer canosa fue acertada al principio, pero luego vino otra, y sabían que estaba escuchando.

Creo que ya entendí el principio de incertidumbre: una mirada cambia todo pensamiento, y los pensamientos nunca coinciden.

Por eso un relato continuado cambiaría la historia, es así cómo alguien miente: diciéndoles lo mismo a todos.

De uno a otro el rostro se deforma hasta convertirse en el propio, luego serán la misma persona descuartizada en sus semblantes. Ojo por ojo, favor por favor y propina benéfica.

Ella se ha ido a trabajar ahí enfrente, ella está a salvo. La veo inquieta en su rutina, se ha olvidado de mí por ahora. ¡Pero su comentario fue tan revelador! Creo que entraré en la tienda por solidaridad femenina para calentarle la cabeza. Le va a dar pena que no tenga dinero.

¿Cuántos años llevo escribiendo? ¿Casi toda la vida? ¿Cómo pude vivir sin escribir?

Pero sigue pasando gente interesante que me desconcentra. Cada uno de ellos es apasionante para mí, aunque este escrito pierda sentido, y mi vida cobra sentido. Porque no les conozco, no tengo por qué arrimar la oreja y descubrir el enigma de Cataluña.

Todas las camareras me resultan familiares, son buenas madres, buenas personas. “Cosas de mujeres”- les comentaré a los chicos cuando vuelvan a pasar.

Hoy soñé con Arantxa. La vi envejecida, con sonrisa tierna, pero se pasó todo el rato quitándome gorros de ducha inagotables como se desmonta una muñeca rusa. Ella era buena chica, bastante pija, una pija que me llevaba de la mano en el botellón. ¡Quizá ya la esté echando de menos! Ahora que le doy la razón.

Y también entiendo ahora aquel sentimiento de culpa tan noble, suicida, cuando mi mente era un cuarzo a la luz. Sólo yo entenderé ahora la falsedad de esta sociedad insaciable, propagándose como un pedo.

Es porque son ignorantes y escépticos. No saben ni de anatomía, necesitan ayuda para todo.

Yo soy la primera filipina zurda de la historia, cubierta por el doctor y el maestro. Ellos para mí no son hombres, sino cabezas calientes, sensuales, apasionadas. Aunque sean diestros, aunque se rían cuando todos se ríen. Sé que es por pena. Y a mí me dan pena los que se ríen después de follar, con cara de pedo, con cascabeles de propina en el bolsillo próximo a las frases hechas. @mundiario



 

Comentarios