Habitación 300: El devastador avance de la consciencia, rabia y debilidad

The gold rush, un film de Charles Chaplin.
The gold rush, un film de Charles Chaplin.

Hay algo en el idioma que se me escapa, el dedo índice en diversas estrategias, la lengua en las sílabas.

Habitación 300: El devastador avance de la consciencia, rabia y debilidad

Nadie sabe lo que es, nadie. Conseguir pasar del hasta luego a cederle el paso en la caja del supermercado apreciando su cambio de look y lo que me queda en la cartera, evitando una década de leyes duras que nos separaron, de sus viajes a mis sustancias, siempre en Villa, ciudad hoy poblada de hijos pródigos. Pero si algo le dije al maestro fue que nunca me volvería a ver, aquella joven superó los dieciocho y desapareció.

Estáis muy, muy guapas desde que no os he visto. Siento haberme escondido en el baño fingiendo tener la regla, me acordé de cuando me llamaron desde una cabina advirtiéndome de un chico.

Salí hoy a la calle antes de tiempo, caminé mirando al suelo y olvidé dónde estaba mientras el sol acariciaba mi nuca. Sin darme cuenta, la avancé y retrocedí varias veces como si estuviese estudiando a Aristóteles en el pasillo de casa.

Hay algo en el idioma que se me escapa, el dedo índice en diversas estrategias, la lengua en las sílabas, ¡y es verdad que no lo entiendo! Ni nunca me entregaré a la mafia del nuevo Egipto: aunque tu cabeza repose en el marco de la puerta, la botella esté a rebosar, si no hay cenicero, aunque el tráfico me acorrale en una rotonda e insistas en mirar de reojo a la ventana.

No soy la misma, y he vuelto a cambiar, a buscarme la vida en soledad. Y es insoportable albergar tantas razones cuando todo lleva a la locura. “No es justo”, “no se vale” saber lo que se quiere con alguien desde el principio, sin tener muy claro lo que le significará en la vida, lo cual aprenderán en cuanto me hagan daño (como siempre ha sucedido).

Asciendo, desciendo el barrio: lo cierto es que del misterio a un beso hay filosofía que escribir. ¿Y si cayese la niebla mañana? ¿Seguiría planeando mi moto, poemas y canciones nuevas?

Hay dos bandos en el país, creo que prefiero playa, sin verano, sol sin tiempo que no cambie las horas, que no me pasen por encima. Tuvo que ser el final aquella riada, aseguran que no volverá a pasar.

Y recuerda que te di pena cuando te superé, sabes por qué tienes hipo, contén la respiración, decidme vuestro lugar de vacaciones.

Entonces ya sé dónde estoy, allá donde moriré. Al morir, todo se va; desaparece un pensamiento, pasa el tiempo. Lo mejor es llevarse secretos a la tumba si quieres sepultura. Si uno se va, están los demás. ¿Qué importa sino ésta sola verdad?

 Me he ido con la dignidad de un corrupto, con el paraguas en la mano y un nuevo corte de pelo. No me acuerdo de santa Catalina, ni de dónde me compré el adorno del pelo.

¿Cuál es mi refugio, después de todo? ¿En serio que mi corazón está sano? No sé lo que quiero ser, ni monja ni prostituta, ni como mi madre, ni millonaria.

No quiero ser la única que ame con pasión, un reclamo para un comerciante, no quiero ser la protagonista de esta farsa, porque sé que les gusto y no quieren ser como yo.

Cierto, es cierto que soy diferente, tan exigente que no tengo a nadie a mi alcance cuando no sé lo que me pasa. Qué raro es quererlo todo cuando es justo lo que perdiste a los dieciocho, los dieciocho años de edad.

Y podría haber sido tonta al llorar en aquel pasillo en lugar de tener una madre, pero pude callarme y escuchar, y descubrir el daño en la caricatura, quizá otra vocación, aunque todos sabemos que una niña no sabe aún lo que quiere, ¿qué me iba a pasar?

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