Ferrer-Dalmau, excelencia pictórica épico-lírica al servicio del patriotismo español

Batalla de San Marcial
Batalla de San Marcial. / Augusto Ferrer-Dalmau

La República de Georgia ha otorgado el título de Sacerdote del Arte al pintor español Augusto Ferrer-Dalmau. La crítica de arte María Fidalgo Casares hace una apasionada semblanza de su obra pictórica.

Ferrer-Dalmau, excelencia pictórica épico-lírica al servicio del patriotismo español

La República de Georgia ha otorgado el título de Sacerdote del Arte al pintor español Augusto Ferrer-Dalmau. La crítica de arte María Fidalgo Casares hace una apasionada semblanza de su obra pictórica.

Hace pocos meses, la República de Georgia otorgó el título de Sacerdote del Arte al pintor español Augusto Ferrer-Dalmau (Barcelona 1964) por la plasmación artística de la misión de paz del ejército georgiano en Afganistán. Y aunque a esta distinción se le haya dado poca difusión y el nombre del artista tal vez no suene al gran público, la actividad pictórica de Ferrer-Dalmau ha sido meteórica: una centena de exposiciones, decenas de premios, medallas, galardones, reconocimientos internacionales, ilustraciones de libros, una incursión editorial…

Poseedor de una excelencia técnica con todos los atributos de un pintor que roza la genialidad: dibujo, colorido, composición, ambientación, perspectiva, rigor argumental, distribución de masas en el espacio… si hubiera optado por un arte de vanguardia de índole más comercial podría haber sido catapultado a niveles más mediáticos. Pero aunque permanece ajeno a ciertos circuitos institucionales y a famosas ferias de arte, en determinados círculos es toda una referencia. Una inmensa vocación, sumada a la valentía de dedicarse a algo políticamente incorrecto para los tiempos que corren, le ha hecho desarrollar un camino pictórico solitario, atípico y tremendamente personal.

Incredulidad y admiración

Ferrer-Dalmau dejó el diseño textil, su Barcelona natal y un exitoso hiperrealismo urbano para pintar lo que le hacía sentir más realizado y más artista. Puso su técnica casi imbatible, al servicio de la representación de temas relacionados con el pasado y el presente de su nación, con un homenaje valiente a las fuerzas armadas de su patria. Se instaló en Valladolid, lejos de los mercados artísticos más dinámicos, pero ciudad más tolerante en temas españolistas, y de su estudio están surgiendo obras únicas que poseen una singularidad que se convierte en la gran ventaja. Y es que todos aquellos que han contemplado sus creaciones jamás lo olvidan.

¿Por qué? Primero, por la incredulidad de que provengan de la mano de un pintor del siglo XXI y además joven… en un siglo en el que los valores del oficio de pintar han quedado relegados por otros factores extra artísticos y que amparados en una falsa modernidad o transgresión suelen tener mayor peso en los circuitos de arte.

Y tras la incredulidad primera, una profunda y sentida admiración, sobre todo por parte de los amantes de la historia de España, a los que llega a emocionar en grado sumo. Ferrer tiene ese “algo” de los grandes pintores de Historia, que representaron aquellos episodios que acompañaron todas las lecturas y estudios históricos de infancia y juventud y que permanecieron en nuestra memoria grabados a fuego… Sus cuadros tienen la enjundia de los inolvidables El testamento de Isabel la Católica, La Rendición de Granada, La soledad de Juana la Loca o el Fusilamiento de Torrijos

La prolífica trayectoria de Ferrer está compuesta de obras magistrales desde el punto de vista artístico, pero debería añadirse que además están impregnadas de un claro valor periodístico por su extraordinaria capacidad en la recreación de espacios y hombres. Narra como un reportero en primera línea  los sucesos acontecidos. Tiene la facultad de situar al espectador en el lugar de la contienda, transportarle en el tiempo y hacerle sentir uno más de los participantes,en el fragor de la victoria o en la soledad de la desesperanza. El rigor histórico acompaña todas sus impecables representaciones: uniformación, armamento, marco geográfico... sumado a un virtuosismo técnico en la captación ambiental de elementos como el fuego, el agua o el humo.  Especial mención merecen sus escenas de caballería y sus marinas, sobre todo por la gran dificultad que suponen sus logradas escenas en movimiento.

Su pintura es una simbiosis épico-lírica

Su narración aparece imbuida de los dos grandes géneros del relato: la épica y la lírica que suelen ser contrapuestos pero que en su caso se unen en simbiosis genial épico-lírica. Ferrer-Dalmau es un pintor épico porque es capaz de insuflar a sus lienzos la grandeza de los valores de aquel país y de aquellos hombres de antaño que fueron a luchar por España. Algo que a día de hoy casi parece inaudito pero que fue más que fue primordial, existencial, para tantos españoles que se supieron dueños de aquel mundo y que formaron parte de las decisiones que movieron el devenir de la patria. Late en cada pincelada el hoy desfasado orgullo de ser español. Desde los regulares de la guerra de Marruecos en el Rif, hasta los divisionarios en Rusia, o los tercios de Rocroi… Siempre consigue insuflar aliento a sus tropas, incluso en la sacrificada derrota. Algunos de sus lienzos están imbuídos de un profundo sentimiento cristiano, como valor milenario de la cultura española y occidental.

Pero Ferrer-Dalmau es sin lugar a dudas un pintor lírico. A veces sobrecoge, otras impacta, otras apasiona. Dice de si mismo que es “un idealista irresponsable que se mueve por pasión”. Huye de lo políticamente correcto para dar un testimonio de coraje y emoción en episodios en los que el sacrificio y los valores patrióticos de los hombres que los protagonizaron están fuera de discusión, independientemente de la ideología, el ámbito o periodo en el que se desarrollaron: la guerra de Marruecos, el Milagro de Empel -uno de los últimos milagros militares españoles-,  la Guerra de la Independencia, las guerras carlistas, la epopeya azteca de Cortés o la infructuosa esperanza de los últimos de Filipinas. Este carácter lírico se magnifica en sus lienzos, como en los cuadros románticos, porque naturaleza y hombre aparecen siempre complementarios. Grandes cielos y grandes horizontes, plasmados con una extraordinaria calidad de ejecución, acompañan las gestas de los hombres uniformados, caminos polvorientos, playas infinitas, cielos nublados, inhóspitos desiertos arenosos, gélidas superficies nevadas, o batallas navales en las que casi puede olerse la pólvora de los cañones de los galeones…

Un arte para iniciados

Podría decirse también que el mensaje de Ferrer-Dalmau es en cierto modo una pintura para iniciados. Consigue trasmutar la esfera artística y narrativa en la experiencia de los mundos intangibles del sentimiento y las creencias. Traslada al espectador a una nueva dimensión -sólo aquellos que pueden comprender el porqué murieron esos hombres pueden captar la grandeza de sus lienzos-.

Si no existiera Ferrer-Dalmau habría que inventarlo. Pinta un mundo que ya no existe y unos valores que probablemente nunca volverán. Pero si algún día este país despierta y vuelve a tomar la necesaria conciencia de la importancia de su pasado en el devenir del futuro, con toda seguridad nuestros nietos y los nietos de nuestros nietos conocerán a Ferrer-Dalmau. Tal vez no lleguen a conocer su nombre, pero estará ahí, presente a través de sus lienzos que sin duda ilustrarán los escritos sobre aquellas batallas y episodios que plasmó, acompañando la orgullosa memoria de los hombres y acontecimientos que jalonaron la historia de España.

Si eso no es triunfar ... Qué mas gloria para un pintor. Que venga Dios y lo vea.

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