Una faena solvente de Adame

El torero mexicano construye una faena de mérito y la remata con una estocada certera. Cuatro toros notables dentro del encierro de El Puerto. Festivo Padilla, porfión del Álamo.

Una faena solvente de Adame

Lunes, 22 de agosto de 2016. Bilbao. 3º de Semana Grande. Media entrada. Bochorno. Dos horas y cuarenta y cinco minutos de función. Seis toros de El Puerto de San Lorenzo (Lorenzo Fraile). Juan José Padilla, ovación y oreja. Joselito Adame, silencio y oreja con petición. Juan del Álamo, ovación tras aviso y silencio tras dos avisos.

La corrida del Puerto fue bella. Las proporciones, el cuajo. Las puntas, afiladísimas. Rompió la tarde un toro notable –“Lechucito”, número 25-, negro, cornivuelto, ligeramente montado, lustrosa lámina, casi 600 kilos. En realidad, cuatro de los seis del envío –primero, cuarto, quinto y sexto- rondaron esa cifra, y sólo la sobrepasó el monumental cuarto.
Todos los ejemplares cumplieron con la norma indiscutible del encaste de salir sueltos de chiqueros y pegarse un par de vueltas antes de atender a reclamos. Singularmente agudizado este vicio en el segundo, que fue casi imposible de sujetar en el capote y que tomó tres puyazos corridos y otro más de rigor. Cinco verónicas templadas de Padilla al primero de partida y un quite de Adame de sabor mexicano: cuatro chicuelinas de mano baja y media de remate. Después, Padilla –atlético, olímpico- le dio cumplida fiesta al toro en banderillas, que midió abundantemente. A la salida del tercer par, un capotazo providencial de Daniel Rodríguez evitó males mayores.

En las tres primeras tandas en redondo, que fueron por la mano diestra, Padilla sometió al toro por bajo, y éste sacó nobleza, clase y se movió con ritmo. El ambiente estaba caliente y se esperaba una faena memorable. Pero no. No se acopló el torero de Jerez –ninguna bandera pirata en el tendido, lo que no deja de sorprender- por el pitón zurdo, y antes de rematar la tanda con el pase de pecho de rigor, el toro amagó por vez primera con rajarse. A partir de ahí se fue rebrincando, punteando engaños. Y, en fin, tuvo el feo detalle de escarbar antes de la igualada.

Temperamental, áspero, gazapón y sin fijeza, el segundo del envío. A este le hizo una faena de aliñe Adame, de bajarle los humos, que es lo que procedía. A las siete en punto se soltó el tercero. Otro espectáculo larguísimo. Casi tres horas de función, tres faenas de largo metraje. El segundo trabajo de Padilla y los dos de Juan del Álamo. Otros tantos avisos. Este tercero, negro, astifino, veleto, largo, con cuajo, fue más amargo que dulce, pero no tanto como el que se acababa de arrastrar. Repuso, punteó y lanzó algún gañafón, a la defensiva. Fue toro de frágiles apoyos. Que dejaba estar delante pero no se empleaba con el motor y la viveza que lo había hecho el primero en los quince viajes iniciales antes de buscar salidas. Porfión Juan del Álamo en sus dos turnos. Una faena interminable a este tercero, sin pena ni gloria. Eso sí: la gente le reconoció su disposición en el primer trasteo. No en el último –sonaron algunos pitos-, que para entonces estaba el tendido pidiendo tregua.

Se astilló el pitón derecho el segundo toro del lote de Padilla al empotrarse contra el burladero del tendido cuatro. Cornidelantero, acucharado y astifino. Bien armado pero no descarado. Al cuarto, 601 kilos en tablilla, lo recibió Padilla con dos largas cambiadas de rodillas en el tercio para calentar el invento y tomó dos puyazos desiguales: severo el primero, medido el segundo. Después sacó nobleza desganada, desplazándose de acá para allá sin garbo ni chispa. El quinto, veleto, astifino, en tipo. En la línea clásica del encaste. De partida le recetó Joselito Adame cuatro chicuelinas, esperó en banderillas el toro, y después vino una faena solvente, segura y hábil del torero mexicano.

Tres banderas de México en los tendidos: las mismas que lo persiguen allá donde va. Dos tandas extraordinarias por el derecho, trazos finos y limpios, desigual ajuste. Convicción, aplomo y pasos perdidos con inteligencia. La brillante cabeza de Adame para rubricar un idilio con el quinto bondadoso y enclasado. El dominio de las distancias cortas, donde fue el segundo asalto de la faena. Y la clausura: cuatro bernardinas y tres vitolinas muy jaleadas, un estoconazo fulminante, y una oreja y casi dos. Otra había cortado Padilla del cuarto, tras una estocada cobrada con facilidad y dos descabellos. La pasión, la entrega. Y poco más.

Lucía buen porte el sexto. Cuatreño como los otros cinco, pero menos que ninguno. Cuatro de los seis toros anunciados estaban a las puertas de los cinco años. Fue buen toro, aunque desarrolló algo de genio cuando desarmó al torero salmantino en el ecuador del trasteo. Se le fue de tiempo la faena a Juan del Álamo. Un trabajo machacón, larguísimo. Un aviso antes de cambiar los aceros, otro después. Y el infortunio de atinar no a la primera ni a la segunda sino a la tercera con el estoque.

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