Desde España: Las lenguas nos separan sólo si queremos que nos separen

Mapa de España.
España, un país diverso.

La gente, por lo común, no vive la diversidad lingüística como problema, y menos aún los niños; son las fuerzas que quieren enfrentarnos las que provocan e inducen a ello.

Desde España: Las lenguas nos separan sólo si queremos que nos separen

No existe ningún problema lingüístico, ni en España, ni fuera de España; las gentes, por lo común, no viven la diversidad lingüística como problema, y menos aún los niños; son los políticos y las fuerzas que quieren enfrentarnos los que provocan e inducen a ello, a crear un problema donde no lo hay. Ya he escrito en varias ocasiones sobre ello, pues esa es mi experiencia y eso es lo que he visto por doquier cuando he estado en contextos bilingües o multilingües.

Hace tiempo que entré en contacto con uno de los proyectos más hermosos de bilingüismo integral que conozco, el Modelo Burela, que tuvo su origen en los institutos de esa localidad lucense de la Mariña Alta y que ha dado en un proyecto al que se han ido sumando personas y grupos que están convencidos de que las lenguas no nos separan sino que nos unen; y, hace unas semanas, tuve la ocasión de comprobarlo –que las lenguas unen y no separan– también en plena meseta castellana, en la Feria del Libro de Soria, a donde acudí invitado por la organización de la misma. Allí, en una de las casetas, conocí a Lidia, una joven editora, que al frente de Lastura (www.lastura.org), su humilde sello editorial, radicado en Ocaña, provincia de Toledo, edita libros en castellano y gallego, pero no sólo en el gallego de Galicia, sino también en el gallego exterior, especialmente en el hablado al norte de Portugal. Su lema no puede ser más explícito: “los idiomas no son barreras, son caminos de libertad”.

En su colección O Roibén podemos encontrar libros en gallego, portugués, y en ediciones bilingües, en castellano, tan humilde como primorosamente editadas; del poeta aragonés Ángel Guinda, de la madrileña Isabel de Miguel, del portugués Xavier Frías Conde, o del gallego Daniel Lavesedo… Y todo ello, desde un pueblo toledano, Ocaña, en cuya prisión tantos sufrieron, durante tanto tiempo, el peso de la intolerancia y de la violenta separación y exclusión… Qué hermosa, paradójica y pacífica venganza esta de los jóvenes editores de Lastura; y de las lenguas concebidas como puentes que unen y no como trincheras que separan y excluyen.

Tal vez por ello, luego, unos días después, en otro encuentro de escritores y de poetas de toda España, al otro lado de la península, me entristeció tanto escuchar a uno de ellos, procedente precisamente de una comunidad bilingüe, lamentarse de la lengua en la que había escrito el muy sincero y sentido poema que iba a leer, lleno de sincera ternura, a su propia madre; la misma persona que, con la vida, le había dado seguramente la lengua en la que nos hablaba y en la que le había escrito aquel poema… Qué extraño y qué triste: pensé, en ese momento… Esta es, me dije entonces, una triste y patética muestra –una más– de la confusión y sufrimiento innecesario y estéril que causan aquellos que consideran a las lenguas como hechos estresantes y problemáticos, instrumentos de separación, de señalamiento y de exclusión; y no como herramientas de comunicación, de distensión y de riqueza indudable.

Cuánta confusión e inútil desgracia nos han infligido y les debemos. Neguémonos a caer en las arteras trampas tan gregarias y emocionales –sean las de la clase, el prestigio, la casta o las patrias y las naciones– que nos tienden aquellos que pretenden separarnos solo para su propio interés y beneficio. Las lenguas solo nos separan si queremos y permitimos que nos separen.

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