¿Hasta dónde nos meten la lengua? La penetración de extranjerismos en el sexo

Sensualidad.
Sensualidad.

Affaire, voyeur, blow job, bondage, squirting,… Aun a riesgo de parecer una estrecha, me niego a permitir que los extranjeros me quieran meter su lengua hasta el fondo.

¿Hasta dónde nos meten la lengua? La penetración de extranjerismos en el sexo

Affaire, voyeur, blow job, bondage, squirting,… Aun a riesgo de parecer una estrecha, me niego a permitir que los extranjeros me quieran meter su lengua hasta el fondo.

Todo comenzó con el coitus interruptus. El coito interrumpido (no confundir con ininterrumpido) no solo ha provocado el nacimiento de muchos críos no deseados, también abrió la veda para que otras lenguas nos llevaran al huerto. Pero vayamos por partes, que no a las partes. El latín es el latín, un caballero cuyos latinajos sí que deberíamos recibir con las extremidades abiertas. Es de la familia, quizá un viejo verde que pide a gritos una pastilla revitalizante, pero es uno de los nuestros y le debemos un respeto. Además, lo de soltar por la boquita una expresión latina siempre ha sido propio de lenguas refinadas y con buen gusto.

Sin embargo, tras el latín llegó la orgía y el desparrame, el coño de la Bernarda. La invasión de extranjerismos en el ámbito sexual no parece tener freno ni marcha atrás. Aunque presumamos de que ancha es Castilla, a nuestra lengua castellana le exigimos que se haga la estrecha. Y a pesar de que el español esté penetrando en todo el mundo y sea sinónimo de fiesta y algarabía, para hablar de sexo preferimos los extranjerismos.

Cuando abusar del latín empezó a parecernos indecoroso, en aquellos tiempos en los que cruzábamos los Pirineos para saborear lo prohibido, se popularizó el uso otros términos, como affaire y voyeur. Decir que uno tenía una aventura comenzó a resultar obsceno, y lo de mirón sonaba inevitablemente a pervertido. Por contra, tener un affaire o ser un voyeur nos dotaba de un sofisticado toque de glamour. Pero los extranjerismos no se han parado ahí. Nos seducen continuamente con su exotismo para recorrer todo nuestro cuerpo lingüístico en busca del hueco donde colarse. Por ejemplo, hoy día muchos alardean de practicar “sexo casual”, cuando casual en castellano, en el de toda la vida, significa que sucede por casualidad, por chiripa. Total, que cuando a alguien se le llena la boca utilizando esta expresión de forma errónea, en lugar de follasquín está quedando como un auténtico pardillo. Que sí, que ha echado un polvo, pero no porque sea liberal y moderno, sino porque ha sonado la flauta.

Qué duda cabe que ya queda muy poca vestidura que rasgar...

 

En los últimos tiempos la explosión de extranjerismos nos ha salpicado de lleno. Decimos blow job, bondage y un sinfín de palabras para sustituir a otras que ya teníamos desde siempre. Que en otra cosa no, pero en sexo no consiento que venga ningún extranjero a enseñarme latín. Y menos a los yanquis, que se creen que por crear nuevas palabras han inventado lo que ha existido desde siempre. Que no nos la metan doblada; son ellos lo que se escandalizaron cuando Janet Jackson enseñó medio pezón en la tele. Les recuerdo que en España ya destapamos unos quince años antes a Sabrina, la italiana que dio el do de pecho en Nochevieja. ¡Ojo!, que no fue la primera. Hacía ya tiempo que los desodorantes Fa emitían en nuestra tele el anuncio de la rubia con las domingas al aire. Desde entonces ha llovido mucho, en el más guarro de los sentidos. Y si una echa un vistazo a la televisión actual en España, qué duda cabe que ya queda muy poca vestidura que rasgar. Pero que nadie se avergüence por ello: a lo hecho, pecho.

Al final me he calentado, y este artículo me está dejando la lengua fuera, por lo que aviso que ya estoy llegando al final. Y lo haré con una anécdota. El otro día entablé relaciones íntimas con un señor bastante majo. Entrando en faena, el tipo descubrió que yo, tan supuestamente cultivada y desflorada, no sabía lo que era el squirting. Imaginen la situación: viejo zorro con pelos en la lengua tratando de empaparme de conocimiento. Pero antes de que él terminara, yo, que soy joven pero también zorra, no pude contenerme más, dejé de morderme la lengua y, en un arranque de éxtasis, exploté, echándole en cara un chorro de palabras: ¡Pero si el squirting no es más que la eyaculación femenina!

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