¿Dónde se esconden los desalmados causantes de tanto dolor y sufrimiento con su afán incendiario?

Incendios en Galicia./ RR SS
Incendios en Galicia./ RR SS

Vidas humanas perdidas, sufrimiento, daño medioambiental, zozobra... esta es la cosecha de gente mezquina y ruin a la que algún día conoceremos.

¿Dónde se esconden los desalmados causantes de tanto dolor y sufrimiento con su afán incendiario?

Los causantes de las tropelías incendiarias de estos últimos días, no merecen nuestro odio, pues este sentimiento sólo produce daño a quien lo siente.

Es un axioma que hay dos tipos de incendios: los fortuitos, cualquiera que fuere la causa, con o sin negligencia,  y los intencionados que, desgraciadamente, son mayoría.

Se atribuyen  motivaciones diversas a los incendiarios: intereses económicos de todo tipo, venganzas personales, reacciones sociales, piromanía, entre otras.

En los incendios de la pasada semana coinciden una serie de circunstancias que hacen pensar en la existencia de una organización, motivaciones concretas, ciertos conocimientos sobre los métodos más adecuados y un deseo expreso de provocar el mayor daño posible y dificultar la extinción.

No me referiré a las motivaciones, porque serían meras conjeturas y sería una temeridad por mi parte, pero sí lo haré sobre las circunstancias aprovechadas  por los incendiarios de forma premeditada.

Entre ellas podrían incluirse: la utilización de la noche;  iniciarlos en laderas propicias para recibir la influencia del viento y facilitar una rápida propagación; decenas de focos independientes unos de otros, en una coincidencia temporal sospechosa tanto en el tiempo como en los diferentes lugares de toda Galicia; climatología propiciadora  de la propagación -sequía, altas temperaturas y fuerte viento-; focos iniciales situados en zonas de difícil acceso –cruciales para mantener su control en los primeros momentos-; fin de la campaña oficial de las brigadas contra los incendios forestales, con las siguientes finalizaciones de contratos.

El diccionario español no tiene palabras suficientes para calificar a esta chusma: malvados, perversos, ruines, bellacos, viles, malignos, depravados, indignos, execrables, infames, inicuos, malévolos, réprobos, malos, desalmados, pérfidos, crueles, inhumanos, despiadados, bárbaros, sádicos, violentos, salvajes, brutales, bestiales, implacables, agresivos, abyectos, canallas, miserables, rastreros...

Cuando aún se estaba dando sepultura a los fallecidos y todavía predominaba el olor a humo sobre el de mar y campo, y la variada fauna de los bosques gallegos utilizaba su instinto de supervivencia para ponerse a salvo de la catástrofe, grupos de oportunistas y rapaces se organizaban para proclamar el nunca más –que ni ellos ni nadie desea, ni en esta ni en otras desgracias ya rentabilizadas – y tratar de sacar partido a una calamidad provocada por malhechores, que ha conmovido a todos.

No pongo en duda la necesidad de mejorar las condiciones de los planes de conservación y protección de la naturaleza, ni la posible inoportunidad de dar por finalizada la campaña oficial contra los incendios forestales, sin haber valorado más estrictamente las circunstancias climatológicas excepcionales que se estaban viviendo desde hacía semanas; pero el oportunismo ¿político? –¿es esto política?- ante semejante tragedia, resulta mezquino y ruin.

Habrá tiempo para analizar las causas, medios utilizados, medidas preventivas idóneas y posible responsabilidad de quienes tienen que tomar las decisiones. Ahora es el tiempo de dar sepultura a los muertos, acoger a quienes han perdido todo, agradecer su labor a cuantos, voluntaria o profesionalmente, han trabajado en la extinción con riesgo para sus vidas y, además y sobre todo, encontrar a unos desalmados, hoy anónimos, para que los investigadores y los jueces les pongan nombre algún día y reciban el castigo que merecen. @mundiario

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