Las dificultades de las democracias representativas llevan a la demagogia

Alexis Tsipras.
Alexis Tsipras.

Todos los partidos políticos acaban utilizando la demagogia pora lograr que los ciudadanos soberanos les cedan el poder absoluto en la siempre imperfecta democracia representativa.

Las dificultades de las democracias representativas llevan a la demagogia

Todos los partidos políticos acaban utilizando la demagogia pora lograr que los ciudadanos soberanos les cedan el poder absoluto en la siempre imperfecta democracia representativa.

La democracia es un sistema político que la mayoría de los pueblos desean pese a que hace mucho tiempo que es imposible establecerla de forma real. Algunos dicen que es el sistema menos malo, y aunque los hechos les dan la razón, no deberíamos de cejar en nuestro empeño por perfeccionarla a sabiendas de que en la modalidad representativa  cedemos una gran parte del poder en función de los diferentes sistemas electorales.

Acabamos de ver en Grecia como su sistema electoral concede 50 escaños al partido que obtiene mayor número de votos. En este caso fueron a Syriza, pero si la derecha no se hubiese fragmentado con sus correspondientes fugas, habría obtenido el premio de esos escaños. De esta forma Syriza tiene casi mayoría absoluta habiendo conseguido solo el voto de uno de cada cuatro griegos. El eterno problema, la voluntad popular frente a la necesidad de conseguir gobernabilidad. En España utilizamos una ley de restos donde se supone que los que no alcanzan un porcentaje mínimo o se abstienen, tienen voluntad de donar sus votos a los partidos mayoritarios, algo que evidentemente no se corresponde con la realidad. De esta forma también se logran mayorías absolutas sin tener mayoría de votos. 

En el mundo solo quedan dos casos, dos pequeños Cantones suizos donde se vota en asamblea publica. En todos las demás democracias se delega, algunos con el sistema mayoritario como en Inglaterra o en nuestro Senado, donde las minorías tiene muy difícil obtener representación. El colmo fue la estratagema de la Generalitat Catalana pretendiendo plantear una pregunta dividida en dos partes para poder conseguir el si con un 25% de los votos y además sin tener los convocantes un respaldo mayoritario ni de sus votantes.

La batalla la gana siempre la gobernabilidad y en su nombre se obtienen mayorías que obstentan el poder sin que nadie se lo haya concedido, solo una ley electoral.

Esto incita a la demagogia y a que nadie diga la verdad de forma entendible. No nos dicen que las elecciones andaluces anticipadas pretenden evitar que Podemos se organice y/o se alíe con IU, no se dice que la Troika no impuso austeridad a Grecia, sino que esta después de falsear las cuentas para poder vivir muy por encima de sus posibilidades, tuvo que pedir un rescate para poder pagar los salarios y cuando uno va a pedir un crédito las condiciones las pone siempre el que lo concede, como tampoco dicen que no es que no quieran pagar la deuda y hay que renegociarla, cuando la realidad es que no es posible pagarla y o se renegocia o Grecia quebrará y no podrá pagar nunca. El PP dice que hemos mejorado pero los datos son bastante peores que los que había cuando llegó al poder. Otros critican abiertamente al Jefe del Estado por ir a funerales saudíes por ser una dictadura, pero aceptan tratos con otras mucho peores. Y por si fuera poco tenemos al PSOE instalado en el y tu más. 

La conclusión a la que llegamos es que admitiendo la necesidad de que un país grande debe delegar para ser gobernable, y que eso requiere unas leyes electorales que desvirtúan la voluntad popular, es imprescindible que el pueblo soberano pueda corregir el rumbo cuando sus representantes electos no siguen el programa que se acordado entre los partidos gobernantes y los ciudadanos. La democracia representativa no puede ser un sistema donde ejercemos la soberanía cada cuatro años y ya no podemos recuperarla pase lo que pase. Es imprescindible que se establezca un sistema de iniciativa popular legislativa donde el Parlamento esté obligado a tramitar el proyecto y someterlo a referéndum, así como una ley que permita que un proyecto aprobado en función de esas falsas mayorías, pueda ser paralizado por la iniciativa popular y también sometido a referéndum. Necesitamos una democracia directa donde la soberanía se prestan pero no se regala. Queremos participar más, ser consultados, no cuatro veces al año como Suiza, pero al menos para todos los asuntos importantes que no sean técnicos.

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